Londres, 1850
El aire nocturno agitaba las suaves cortinas de organza y la luz de la luna llena inundaba el ambiente, esta noche, como muchas otras, estaba sola. el señor de la casa se encontraba en América, resolviendo asuntos de trabajo, se había llevado a un importante conocido de la corona, le rogaba al universo que su marido no cometiera ninguna imprudencia.
Esa noche, Marine no durmió nada, a las pocas horas se levantó en busca de un buen libro y una vela, tomó uno de un autor popular, narraba en las primeras páginas cómo consiguió su fortuna, una lectura tediosa e irrelevante, decidió no continuar leyendo tal atrocidad.
Le gustaba esa hora, debían ser las cuatro de la mañana, todo estaba tan quieto y en orden, en una hora el mundo estaría completamente agitado, así que disfrutaría del silencio en su fría y solitaria mansión.
Solo dios sabe cuántas veces se llegó a perder en esa mansión, a pesar de tener una gran posición económica, vivían en una casa heredada de generación en generación en la familia del señor Erickson, cuando la hermana menor de Marine la visitaba, le decía cuántas energías malignas había en el húmedo sótano, no sabía por qué la niña tenía las agallas de bajar al terrible sótano, hasta los ojos divinos abandonaron ese lugar, ni las ratas quieren vivir ahí; obviamente ella solo lo había visitado un par de veces en sus doce años de matrimonio.
Se recostó en el salón, en un incómodo y elegante sillón que odiaba, Marine solía hacer muchas cosas que odiaba.
Escuchó los primeros ruidos de la mañana, las mucamas empezaron a pasar discretamente para dirigirse a la cocina, veía a todas las mujeres con sus relucientes mandiles, les tenía un gran aprecio a todas, conocía la sazón de cada una, sin embargo, jamás le había interesado formar una amistad con ellas.
Buscó entre las mujeres a su querida ama de llaves, era realmente extraño que la anciana no estuviera gritando órdenes a estas horas, ella jamás faltaba a su charla matutina con la señora de la casa. tras levantarse se fue de manera disimulada al cuarto de la mujer mayor. Debía recorrer un gran pasillo hasta llegar al ala sur de la casa, normalmente las mucamas dormían en el segundo piso, pero Marine mandó hacer un cuarto a Felicity en la planta inferior cuando sus rodillas empezaron a flaquear.
La habitación del ama de llave estaba entreabierta, pudo mirar el bulto en la cama sin entrar, estaba demasiado quieta, durmiendo profundamente.
Entró luego de tocar un par de veces, el afinado oído de la anciana ya debería haber reaccionado, cruzó en tres pasos la habitación al notar lo que sucedía.
- ¡Felicity! – el ralo cabello blanco le cubría la cara, su rostro moreno se veía pálido y estaba totalmente helado. Por supuesto que Marine sabía lo que pasaba, no era nada tonta, eso no cambió la intensidad del dolor que sentía por dentro. Se sentó en la cama tomando la mano de la anciana, no lloraba, realmente quería hacerlo, quería gritar, era como si le hubieran arrebatado a su propia madre, su única amiga y confidente, sin embargo, ninguna maldita lagrima salía de sus ojos, y estaba bien, porque si lo hacía, seguramente el espíritu de Felicity la reprendería desde el otro lado. - ojalá me regañaras de nuevo...
Abandonó la habitación con toda la calma del mundo, avisó a una de las mucamas sobre el incidente, Felicity también era como una madre para ellas, Marine lo comprendía totalmente, pero no pudo expresarle ninguna palabra amable a la joven, simplemente se dio media vuelta para ir a su vestidor.
Allí, frente a su espejo de marco dorado, observó cada línea de su rostro, apenas tenía veintiocho años y se sentía demasiado cansada. Decidió que dormir era la mejor opción.
Y continuó haciéndolo los siguientes siete días.
Despertaba, comía cantidades exageradas de comida y té, y se volvía a dormir. No tenía ya nadie con quien platicar a las cinco de la mañana, ni a quien pedirle consejos o medicinas, ahora estaba sola, se sintió de nuevo como aquella niña de 16 años que alguna vez fue, tan vulnerable y temerosa.
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Libre Albedrío
RomanceMarine mantiene una prestigiosa vida como la esposa del señor Erickson, fue educada para ser una madre gentil y cariñosa, pero el destino se ha encargado de darle una actitud fuerte, insensible y cruel... hasta que llega a su vida Lía, una dulce muc...