- Tengo miedo – aceptó.Tomo su mano, no la dejaría derrumbarse en un momento como este.- Tenemos miedo, pero solo por un momento- escondió su cabeza en el cuello de la castaña, no quería llorar, debía ser fuerte por las dos, por las tres. – a donde quiera que nos lleve el destino, iremos juntas, ¿está bien?
Asintió sin salirse de su escondite, Marine le daba palmaditas en la espalda, deseaba ser mejor con las palabras, pero ella no era la poeta, ella solo fingía fuerza hasta obtenerla realmente. La noche sin luna hacia casi imperceptible hasta el mismo bote, solo podían oírse los sollozos de Lía y el agua que arrastraban los remos, no tenían una mejor opción que irse a oscuras por el rio, en algún punto tendrían que bajar de ahí, pero por el momento, protegerlas a ambas era su prioridad.
No permitiría que nadie tocara un solo cabello de su amada rubia, la amaba más de lo que alguna vez llegó a amar a nadie, no echaría por tierra todas sus promesas, cuando tomó su mano por primera vez, decidió no volver a soltarla, bien podría regresar y salvarse, pero ningún sitio era realmente seguro si no se escuchaba el constante canturreo de Lía. __Marine jalaba las riendas mientras caminaba al lado de la joven campesina, la cual parecía que habían arrastrado por todo el suelo, tenía el cabello y la piel sucia, de nuevo, lo único limpio era el rastro de sus lágrimas ¿Por qué lloraba tanto?
No quería forzar a la joven a llevarla hasta su casa, con la mirada ubicó una antigua posada donde podrían pasar la noche, las paredes de piedra tenían musgo y emitían una extraña sensación fría. Marine entró a la posada con Lía un par de pasos atrás, la rubia iba un poco en las nubes, seguía sollozando, a la luz de las velas era más evidente la tristeza en sus ojos, la castaña tenía el impulso de abrazarla hasta que estuviera perfectamente bien, no sabía qué hacer, pero con sinceridad quería ayudarla.
Le pagó a la robusta anciana y las acompañó hasta sus habitaciones, el segundo piso de la casona estaba cubierto por madera rojiza, el piso crujía con cada paso, o mejor dicho, toda la casa crujía con cada paso; las débiles llamas de las velas apenas alumbraban el pasillo, les dieron una habitación junto a la otra, luego de que la posadera bajara las escaleras, ambas se quedaron de frente, con mucho que decir y pocas ideas de cómo hacerlo.- E-espero que te sientas mejor... - marine apuñaba su ropa a los costados, intentando ocultar lo nerviosa que la ponía estar con Lía.- Lléveme a su casa, mi señora – los ojos de la rubia brillaban, dio un paso hacia Marine, y con las manos en el pecho volvió a decir – lléveme, por favor.La castaña no sabía muy bien a que se refería, pero quería decirle que sí. - Puedo trabajar, aunque no lo parezca, soy muy fuerte y ágil, se cocinar, limpiar, sé hacer que las plantas crezcan hermosas y sé bordar y- Marine no pudo evitar reírse, tapó su sonrisa con una mano, pero no alcanzó a contenerla. Lía hablaba muy rápido, parecía una persona totalmente distinta cuando abría la boca, como si no pudiera detenerse cuando afloraban las palabras.- No aceptaré un trabajo menos que perfecto, soy exigente – dijo cuándo se cansó de reír.- ¡lo prometo! ¡trabajaré hasta que el sol desaparezca! ¡hasta perder las manos y las piernas! ¡me esforzaré mucho, de verdad que lo hare! – una amplia y brillante sonrisa iluminaba su rostro, parecía, por un momento, que no había sufrido jamás.- Descansa, Lía. - Buenas noches, mi señora.
Ambas mujeres entraron a sus habitaciones, Marine lavó su rostro y se acostó, pensando en cómo haría para convencer a su marido que dejara a la rubia quedarse; Lía, por su parte, inspeccionó con curiosidad cada centímetro de la habitación, encontró una rata, una bañera de donde salía agua caliente, una toalla y la cama en el medio.
No tardaron en dormirse, había sido un día exhaustivo, lo iniciaron y lo terminaban juntas.El sol salió por el horizonte, tiñendo las nubes con luz, a pesar del cielo cerrado, el ambiente era un poco cálido. Lía dormía profundamente con la cabeza escondida entre las almohadas y la cobija en el piso, parecía más pequeña de lo que era en el medio de la cama; ya estaba despierta, pero no le apetecía para nada levantarse, todo su cuerpo se sentía pesado y hasta pensar le agotaba. Se escuchó la madera chirriar desde afuera de su habitación, notó como se acercaba alguien y tocaron la puerta un par de veces. Con los puños frotó sus ojos, intentando despejarse.
- ¿Lía? ¿estas despierta? – la voz amable de Marine llenó el silencio por unos segundos, como si el mundo entero pusiera atención al sonido que provocaba.Marine no esperó respuesta y abrió un poco para echar un ojo, vio a Lía sentada en la cama, a pesar de verse tan cansada, era adorable. - Buenos días Señora – Lía extendió una sonrisa que enchinó sus ojos, la castaña solo asintió a su saludo.- ¿estás lista para irnos? - En un momento bajo, mi señora – se levantó rápidamente de la cama y fue hasta su vestido que estaba tirado en el suelo.- Te esperaré abajo.Marine fue hasta su caballo, una hermosa y robusta alazán negro, la silla roja con terciopelo lucia como un abrigo de rosas arriba del animal. Acarició a la yegua, le brindaba una extraña paz.- Es un lindo día, ¿verdad? – le susurró sin dejar de rascarle la carita - Lo es – contestó Lía a su espalda, volvió a ponerse el viejo vestido y el cabello atado hacia un lado.- Le decía al caballo... - no quiso decirlo de la forma tan dura como lo hizo, Lía no pudo evitar incomodarse ante la explicación.- Oh, lo siento... - un silencio pesado apareció, Marine no quiso aclararlo, sentía que podía empeorar el ambiente.
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Libre Albedrío
RomanceMarine mantiene una prestigiosa vida como la esposa del señor Erickson, fue educada para ser una madre gentil y cariñosa, pero el destino se ha encargado de darle una actitud fuerte, insensible y cruel... hasta que llega a su vida Lía, una dulce muc...