⠀⠀Taehyung nunca ha sido realmente bueno para llevar citas a cabo. Su historial de dichos eventos es tan largo y ridículo que resulta un tanto irrealista. Su mejor amigo, Jungkook, de quien ha estado enamorado en el pasado, le acompaña en el mismo c...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Si alguien a mis quince años me hubiera dicho que terminaría cayendo enamorado de un chico de cabello negro que utilizaba laca de forma excesiva y que hablaba sin detenerse, me habría desvanecido a causa de la risa que me habría provocado dicho comentario.
Si alguien a mis diecisiete repetía tal mención, habría cubierto mi cara con una mano y, disimuladamente, volteado hacia un costado, preguntándome si era algo sensato albergar tales sentimientos por alguien que ya no usaba laca de forma excesiva, sino que se obsesionó con la astrología. Sin ser que se cuestiona por tales características, solo porque se trataba de mi mejor amigo, claro.
Si alguien a mis veintitrés me lo decía, habría tenido dos posturas bastantes contrarias entre sí. En primera instancia habría pataleado molesto para luego fingir calma y aclarar que todos esos pensamientos románticos que alguna vez tuve por mi mejor amigo habían muerto totalmente.
No tenían vida, no había ninguna oportunidad de que siguieran allí.
Por otra parte, una segunda reacción con una postura muchísimo más alterada habría sufrido potentes dolores de cabeza y dedicaría noches enteras a pensar si aquello realmente era cierto: Seguía enamorado de ese —para ya entonces— hombre que no usaba laca, seguía hablando muchísimo de cosas absurdas y ahora gustaba de tomar actitudes frívolas cuando en realidad era un terrón de azúcar que, una vez obtenía una pareja ligeramente estable, no podía soportar más de dos minutos sin un beso, por más pequeño que este sea.
Y, ahora, si alguien me lo dijera, no podría hacer más que reírme atontado cuestionándole a esa persona si sentía envidia de mí o algo por el estilo. Me permitiría a mí mismo colocarme una corona en mi cabeza y reemplazar la banda que rodeaba mi torso con la leyenda DESGRACIADO #1 para ocupar una que diga algo como REY AFORTUNADO DEL DRAMA. O algo por el estilo, únicamente para hacer referencia al último ajetreo amoroso que ha tenido mi vida en unos pocos meses.
Mis motivos son fáciles de exponer: Mi mejor amigo —por quien había caído profundamente enamorado en algún momento hormonal de mi adolescencia— decidió confesarme sus sentimientos —luego de haberme rechazado años atrás— en una cita que habíamos hecho con la intención de ser íntegramente malísima. La peor de todas. Acto seguido, mi cerebro hace cortocircuito y pierdo toda capacidad de razonar algo lógico y me dedico a analizar puras tonterías sin prestarle mayor atención a la sonrisa que se dibuja en mis labios cada vez que pienso en dicho amigo amándome de esa forma. Por último, como línea final de esta primera obra, coloco el momento en el que me vuelvo un ser completamente consciente de mis sentimientos y aún así sigo negándolos hasta que procedo a aceptarlos y, entonces, busco dar un nuevo paso en aquella relación, siempre temiendo por lo qué pasará después de un tiempo.
Después de un tiempo pueden ocurrir muchas cosas.
Después de un tiempo el café se enfría, el ramen instantáneo pierde el sabor y las baterías pierden toda su energía.