Capítulo 8: Interrogatorios [II]

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Viernes, 24 de enero.

A las cuatro de la tarde, nos encontramos la gran mayoría del alumnado del último curso delante del aula de estudio —lugar habilitado para este proceso—, a la espera de que nos llamen para las "preguntas rutinarias".

Hay una tensión nerviosa en el ambiente que nos deja callados a todos, apenas hay jaleo para ser alrededor de 50 personas reunidas en un pasillo. No había tanta tensión desde los exámenes de acceso a la universidad de hace unas semanas. Estábamos todos igual de callados y concentrados. No es para menos, ya que nos jugábamos una plaza en la universidad que nos gusta o que es acorde a nuestras necesidades, aunque en esta ocasión es la policía quien espera detrás de la puerta, sin duda esta vez es mucho peor.

Ahora lo veo todo tan lejano... Ni siquiera sé si llegaré a tener un futuro como para estar pensando en él, puede que por eso no esté estudiando para el examen de la semana que viene, que, aunque no sea tan importante como un final, contará para nota y, sinceramente, lo último que me apetece es ponerme delante los apuntes de historia.

¿Qué me importará a mí la segunda guerra mundial teniendo un amigo "desaparecido"?

¿En qué momento se torció todo tanto?

Suspiro agotada. No quiero estar aquí. No con el día que llevo. Pensé que al dejar a Ashton sería todo más fácil —sin duda me he sacado un peso de encima— pero lo que no pensé es que fuera a doler tanto, más cuando abrí mi taquilla esta mañana y me encontré con el collage que me hizo para nuestro primer aniversario juntos. Todos los recuerdos me vinieron de golpe y fue inevitable derrumbarme en mitad del pasillo, ni siquiera lo vi venir. Menos mal que vinieron a mi rescate Gin y Jade para darme el apoyo emocional que necesitaba en ese momento y que seguiré necesitando durante un largo periodo.

Un fuerte tirón en mi hombro derecho me devuelve a la realidad de golpe, quedándome cara a cara con Denver.

—¿Has disfrutado rompiéndole el corazón a mi mejor amigo, Gibbs? —inquiere bastante cabreado. Me pilla tan de sorpresa que me cuesta procesar la pregunta.

—No creo que sea asunto tuyo, Thatcher —contesto cruzándome de brazos.

—¿No? Porque yo creo que sí —responde acercándose más a mí. Me estiro haciéndole frente porque no pienso achantarme—. Siempre supe que le harías daño pero nunca pensé que serías tan cruel —me espeta con un profundo rencor en sus palabras.

—Vete a la mierda, Thatcher, no tienes idea de nada así que haz el favor de callarte —contesto ya cabreada. ¿Quién coño se ha creído que es?

—Tío, déjala en paz —dice Saeli apareciendo a nuestro lado y apartándolo de mí—. No es cosa nuestra, vámonos.

Antes de que Denver pueda volver a soltar cualquier estupidez más, Saeli se lo lleva a rastras y lo empuja delante de él para que camine. Me echa una rápida mirada y me guiña un ojo en señal de que lo tiene controlado. Aún habiéndole roto el corazón a su amigo, sigue protegiéndome, no me lo merezco.

En momentos como este echo de menos a Finn, él sabría sacarle hierro al asunto diciendo cualquier comentario mordaz y sarcástico. En realidad lo echo de menos a todas horas, allá a dónde voy tengo un recuerdo con él, el instituto está plagado de sus recuerdos, además su asiento vacío a mi lado en la mayoría de clases hace que mi corazón se encoja de dolor ante lo que eso me produce y haciendo que apenas me concentre en las clases. No me cabe duda de que esto va a ser mucho más doloroso de lo que me estaba pareciendo. Cada vez estoy menos convencida de que con el tiempo el dolor mitigue, sino todo lo contrario, cada día su ausencia me pesa más.

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