La cueva. Parte I

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Veo al amo Sesshomaru desaparecer dentro de la cueva, y antes de seguirlo, tomo una pequeña bolsa que llevo amarrada a un costado de Ah-Un, donde guardo, entre otras cosas, unas hierbas medicinales y mis herramientas para fogatas.

En cuanto paso por detrás de la cascada y entro en la cueva, veo que el amo Sesshomaru se ha sentado; se encuentra recostado en una de las paredes, con una pierna un poco doblada y la otra estirada, y con su estola rodeándolo. Ha dejado sus espadas a un lado. Se ve bastante cómodo, siempre he pesando que su estola es tan hermosa y suave...

Lo primero que hago es montar una pequeña fogata cerca de él, la cueva es angosta, y la fogata nos dará un poco de luz y calor.

Sujeto las hierbas medicinales con mis dos manos y lo observo con detenimiento, ya que se encuentra con los ojos cerrados. Es realmente imponente, y sus rasgos son perfectos. Me pregunto qué clase de batalla le habrá dejado semejantes heridas.

Me acerco a él, me agacho, y poniéndome de rodillas a su lado, acerco una mano y suavemente la pongo sobre su pecho. Él abre los ojos y me mira, sin moverse, y creo que tengo permiso de tocarlo.

Me acerco más y comienzo a retirarle la armadura que lleva sobre su hombro izquierdo, la desato con delicadeza y la dejo a un lado. Muevo un poco su kimono y dejo al descubierto su hombro izquierdo y parte de su pecho. Es evidente que es un demonio realmente fuerte, su cuerpo es duro y musculoso. Paso mis dedos por la herida que tiene, el roce me acelera la respiración y me siento acalorada.

Levanta su mano izquierda y toma mi muñeca derecha, con su mano derecha me toma de la cadera y agilmente, de un sólo movimiento, me sube a horcajadas sobre él. Ahora me encuentro encima suyo, de frente, con las piernas a cada lado, y sus manos en mis caderas. Incluso mi kimono ha cedido un poco y se encuentra entreabierto.

Siento como se me acelera el corazón.

No hace nada más. Se queda quieto mirándome. Yo no sé qué hacer así que, sintiendo que me arde la piel y dejando las hierbas a un lado, sigo inspeccionando su cuerpo, ahora con mis dos manos y mejor posicionada. Muevo un poco más su kimono y queda casi todo su pecho y abdomen al descubierto. Noto unos cuantos cortes leves. Me da la sensación de que sus heridas se ven un poco menos abiertas que hace un momento, y recuerdo que al señor Inuyasha le pasaba algo parecido; sanaba increíblemente rápido, pero el amo Sesshomaru parece curarse con mayor velocidad.

- Lin, no es necesario que uses tu medicina de humanos conmigo-, me dice. Escucharlo hablar es melodía para mis oídos, ya que lo hace muy poco, y su voz es tan grave y firme que me resulta embriagadora.

Asiento con la cabeza ya que soy incapaz de articular palabra, estar en esta posición encima de él me ha dejado sin aliento. Miro de nuevo su pecho y me sorprendo de los pensamientos que vienen a mi mente mientras lo recorro con mis dedos; me encantaría poder pasar mis labios por su cuello, sus hombros, su pecho, su vientre... Lo miro a los ojos y me sonrojo producto de mis propios pensamientos. Me observa de manera inquisitiva, creo que analiza mi reacción.

Sin darme cuenta mi Kimono ha ido cediendo aún más y mi pecho se encuentra un poco descubierto. El amo Sesshomaru se acerca un poco más a mí, deja una de sus manos en mi cadera, sujetandome con firmeza, y la otra la posa en mi cara. Yo cierro los ojos y siento como va bajando la mano por el cuello, por el hombro mientras va abriendo mi kimono aún más, y llega a uno de mis pechos. Lo agarra con su mano y lo aprieta. Instintivamente, gimo. Mi respiración se encuentra agitada. Lo deseo y sé que él me desea, siento entre mis piernas como crece aquello sobre lo que estoy sentada.

- Lin- me dice, y abro mis ojos sintiéndome muy extraña, acalorada y sedienta. -¿Estás lastimada?- me pregunta.

- No, amo Sesshomaru. No me pasó nada, yo estoy bien, gracias a usted- le respondo.

-¿Estás segura? No quiero hacerte daño-, me dice.

¿Hacerme daño? Lo pienso por un momento, y caigo en la cuenta de lo que me está diciendo. La señorita Aome lo estuvo comentando alguna vez mientras hablaba con la señorita Sango, que el señor Inuyasha a veces le lastimaba un poco con sus garras y colmillos cuando se encontraban yaciendo juntos en la cama, decía que siempre terminaba un poco adolorida, pero que valía la pena. Estoy segura de que con el amo Sesshomaru también valdrá la pena.

-Estoy segura- le respondo.

Él vuelve a agarrarme de las caderas con las dos manos, me sujeta con firmeza mientras empuja su cadera hacia arriba, haciéndome sentir completamente la erección que tiene en este momento...

La cueva (Sess/Rin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora