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Lunes. Inicio de semana y una pequeña de 5 años, estaba sentada a la orilla de su cama. Tan solo eran las 7 am y ella ya estaba despierta. 

Minutos después, su nana entro a la habitación a ver si la niña estaba bien después de la golpiza que le dio su madre la noche anterior. Al entrar, observo como la pequeña contenía las lágrimas y miraba sus débiles brazos llenos de moretones.

-Oh mi niña, ¿qué tanto te hizo? - Pregunto nana mientras la observaba con tristeza.

-No lo se, no recuerdo muy bien. - Musito con tristeza.

-Ven, vamos a limpiarte para bajar a desayunar. - Tendió su mano para Scarlette la tomará y así lo hizo. - En algún momento tendrás que decirle a tu padre todo lo que te hace tu mamá. -Dijo mientras la tomaba en brazos y la llevaba al baño.

-No, puede que se moleste conmigo. No quiero que mi papá también me odie.

Con solo esas palabras el corazón de su nana se rompió completamente. Pensaba en como era posible que su propia madre y hermana, la tratarán de la peor forma posible. Sin hablar de las otras atrocidades que cometió con la pequeña.

Scarlette observo como su nana comenzó a llorar y con sus pequeñas manos limpio las lágrimas de las mejillas de su nana.

-No llores nana, estoy bien. Esta vez no fue tan dura conmigo. - sonrió inocentemente.

Instantes después la niña ya estaba aseada, peinada y vestida. Tenía una camisa rosa de manga larga, un pantalón de mezclilla y unos converse blancos.

Acompañada de su nana fueron al jardín a tomar el desayuno junto a su padre. Pero no sólo estaba el, habían tres personas más. Tres personas que ella no conocía.

Una señora de cabello ondulado y castaño, con una sonrisa que iluminaba el lugar y unos ojos tan brillantes que hipnotizaban. A su lado izquierdo estaba un señor con rizos, mejillas rosadas y una ligera barba sin afeitar.

Por último estaba el... ese niño que era la combinación perfecta de ambos señores.

Cabello ligeramente rizo, mejillas rosadas, ojos preciosos; ni hablar de las pestañas. Y al igual que su madre, tenía una sonrisa que iluminaba todo el lugar. Sólo que había una cosa que llamó la atención de Scarlette...ese niño también la estaba observando con curiosidad.

Scarlette se acercó con sigilo a la mesa donde se situaban todos y tomó asiento en la silla al lado de su padre.

-Buenos días - Habló en voz baja que apenas y se escuchaba.

-Buenos días, Princesa. -Hablo su padre besando la frente de su heredera. - Mira, ellos son unos amigos míos de hace años. - Señalo a la presente pareja. - El señor y la Señora Arguello. Y el - Señalo al niño chinitos - Es su hijo, Marcus. Es un año mayor que tu.

El primero que hablo fue ese niño que ahora ya tenia nombre.

-Soy Marcus. Me gustan tus ojos, son grandes y brillan bonito, así como la luna, a veces gris y otras de negro. -Dijo con una gran sonrisa.

Scarlette quedo impactada ante ese cumplido. De los poquitos años que ha tenido de vida, siempre le decían que sus ojos eran una aberración. Que eran horribles por ser de colores distintos.

Su ojo izquierdo era de un gris intenso y su ojo derecho era de un negro penetrante.

-Gra..gracias. -Dijo con timidez. -A mi también me gustan tus ojos. Pero tus chinos son más lindos, rebotan cuando ríes.

Desde esa mañana ambos niños se volvieron inseparables. Como decían sus padres, parecían uña y mugre.
No se alejaron nunca, inclusive un tiempo Marcus tuvo clases en casa con Scarlette para no dejarla sola.

No eran nada uno sin el otro...eran el sol y la luna.

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Atte. Itzel MD

Reencuentro Marcus López.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora