In The River Of Memories

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Servicio militar AU!.
No es apegado a la realidad.

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Cuando se fue, fue el peor día de su vida. Sabía que debía pasar en algún momento, pero nunca creyó que habría de llegar tan pronto. Tal vez era ingenuidad, o tal vez estaban tan enamorados que creían que a los relojes les daría pereza continuar y que su despedida no ocurriría. Al ver que no era así, su mundo se vino abajo. Sin que se lo hubieran planteado siquiera, era su última noche juntos. No volverían a estarlo por casi dos años, y dolía el sólo imaginarlo. Porque si alguien que amas no se ha ido y ya le echas de menos, tus días buenos se pueden contar con las manos, mientras que ni todas las estrellas del universo podrían contar las noches malas que están por llegar.

- Quisiera que no tuvieras que irte, Junmyeonnie.

- También yo, pero no hay opción.

- No sé que haré sin ti, conejito - Las lágrimas comenzaban a formarse en los ojos del menor, mientras acariciaba el cabello del mayor. Se hallaban acostados sobre su cama, acurrucados el uno en el otro. Junmyeon notó el temblor en la voz de Sehun y rápidamente se acomodó sobre él para que pudiera ver su rostro.

- Hey, no llores. Dos años no son nada comparado con todo lo que nos queda de vida. No quiero que te desplomes mientras no estoy, no quiero que pares tu vida por mí. Quiero que sigas sonriendo, que sigas cantando, bailando y disfrutando de todo lo que te hace feliz. Esto no es una despedida, Sehunniee, es un hasta pronto. Por favor prométeme que seguirás adelante.

- L-lo prometo, Hyung. Pero eso no quita que te extrañaré cada segundo.

- Lo sé. Yo tampoco sé cómo haré para no pensar en ti todos los días, pero quiero que la última imagen que tenga de ti, no sean lágrimas, sino risas ¿De acuerdo?

Sehun sólo pudo asentir con la cabeza, después Junmyeon juntó sus labios con los suyos en un tierno beso, uno que quedaría como un tatuaje en sus almas para ayudarles a resistir hasta el siguiente. Se abrazaron y durmieron juntos sin despegarse un millimetro. Al día siguiente, fue la despedida. Un último abrazo, un último beso, las últimas palabras que cruzarían en un largo tiempo. Fue ese día en el que Sehun dejó que el grifo en sus ojos se desbordara sin control.

Qué mal se sentiría Junmyeon si supiera que estaba rompiendo su promesa día con día. Sehun había descuidado su alimentación, le costaba prestar atención al mundo exterior porque lo único que podía ver en su cabeza era la imagen de Junmyeon, regresando a la habitación como cada noche para abrazarlo, besarlo, acurrucarse y reír hasta llorar, recordando el pasado, cada emoción experimentada, positiva o negativa, destructiva o reconstructiva. Los dos juntos eran más fuertes, pero separados Sehun se sentía vacío.

Intentaba distraerse con otras actividades: había probado con la cocina, pero sólo lograba unos platos básicos que no le generaban satisfacción. También quería leer algunos de los muchos libros que Junmyeon le había regalado a lo largo de los años, pero no podía adentrarse en ninguno. El aura de su novio estaba en todo lo que lo rodeaba: en el lado vacío de su habitación, en los suéteres que se había dejado, en los cuadros que había pintado, las canciones y promesas que le había hecho. Todas las fotos que habían pegado en su habitación compartida le provocaban nostalgia, las arrancaba de sus lugares y las admiraba múltiples veces como si todas fueran la primera. No era suficiente soñarlo para olvidarse ni por un segundo de que ya no estaba y que no volvería, no hoy, ni mañana, ni pasado.

Cada noche era peor que la anterior. Intentaba dormir pero los recuerdos siempre volvían: los viajes que hicieron juntos y en compañía de los otros miembros, cada pequeña escapada a algún lugar aleatorio que siempre se convertía en una memoria muy especial. Las interacciones que tenían en los conciertos, que muchos solo llamaban "Fan service" eran en realidad mucho más profundas, aunque no pudieran demostrarlo públicamente, su afecto siempre estaba presente.

El entrenamiento pasó a segundo plano. Si antes lo hacía por dos horas cada dos días, se redujo a una hora cada tercer día. En cuanto al baile, seguía haciéndolo, con melodías que casi podían transportarlo a una pista de baile en el cielo o sobre las aguas cristalinas, pero que nunca duraba lo suficiente.

Lo único que siguió haciendo sin perder la pasión era cantar. Cantaba sobre el extrañar, la negación, el dolor de ver a un ser amado alejarse, de saber que no estaría a tu lado por más que lo desearas. Pero sobre todo, cantaba sobre el amor, su amor por Junmyeon, uno que ni la palabra infinito o indestructible podrían describir y que ni miles de golpes podrían acabar, porque ellos se sanaban mutuamente. Cantaba con añoranza, melancolía, a veces con algo de esperanza.

Al final de los peores días, se echaba a llorar por horas sobre la cama, abrazándose a sí mismo como si así pudiera devolver a Junmyeon junto a él. Lloraba hasta que las lágrimas se agotaban y por un momento podía pretender que los malos sentimientos se habían ido. Cuando estaba con los otros miembros, disimulaba su aflicción con sonrisas, chistes y travesuras, pero nadie sabía lo que se escondía debajo de aquella máscara que sólo era capaz de caerse en la oscuridad.

Recostado, con los audífonos puestos a todo volumen reproduciendo cualquier cosa, el frío se apoderó de él. El frío de la soledad, de la incertidumbre, de la aflicción.

Justo cuando sentía que todo mejoraba, que las paredes de su corazón estaban fortaleciéndose, se encontró cayendo de nuevo. ¿Cuándo lo había visto por última vez? No tenía sentido contar, no había venido, ni una vez. Dejó de medir el tiempo en cierto punto, ya no importaba, intentó convencerse, pero no era real, porque en el fondo quería creer que al menos una vez lo vería aparecer por allí aunque fueran sólo unos minutos, y sin embargo no sucedió jamás. Sólo le quedaban las notas de voz y las muy poco frecuentes llamadas telefónicas.

Ya no estaba seguro de nada. La luz se había ido extinguiendo, las veces que se rompía eran a cada cual peores. El aura de Jun desaparecía, su aroma, su imagen, el sabor de sus labios, hasta su voz verdadera se estaban borrando. Sólo quería tenerlo de vuelta, quería sus caricias, sus ojos mirándolo fijamente, sus susurros nocturnos cargados de amor.

En algún momento de la noche, sintió unos brazos rodeándolo por la espalda. Después una respiración relajada cubrió sus oídos y una mano se entrelazó con la suya.

Seguramente era una alucinación. Tenía que serlo. No iba a dejarse engañar por sí mismo, se negó a voltear la vista.

- Sehunniee, estoy en casa.

Sehun no miro atrás, se negaba a ceder. No era posible... ¿O sí?
Lentamente y con mucho cuidado fue girándose hacia la izquierda, como si un brusco movimento pudiera acabar con el sueño. No podía creerlo, pero así era, allí estaba él.

- Hunnie, ya estoy aquí.

No resistió más y envolvió a su Jun entre sus brazos, soltando lágrimas de felicidad. Cruzó sus piernas con las de él y le impidió separarse por unos segundos hasta que finalmente lo vió a la cara. Su cabello estaba ligeramente recortado, el brillo en su mirar seguía presente, sus adorables mejillas tiernamente sonrojadas y su brillante sonrisa no se habían esfumado.

- Junmyeonnie, mi conejito. Te extrañé como no tienes una idea.

- Shhh, shh. Ya pasó, ahora estoy otra vez junto a ti y no me alejaré.

Al instante, se besaron. Sus labios encajaban perfectamente, sincronizándose sin la menor dificultad, se habían añorado demasiado, no querían volver a sentir la ausencia del otro. Entre besos y risas pasaron unos momentos de felicidad que guardaron en un cajón al que recurrirían para sentir todo lo bueno que se transmitían. Era verdad, Junmyeon había regresado, estaba ahí para reconstruir y avanzar en lo que el destino les había obligado indefinir. Con él las estrellas en el cielo volvían a brillar. Regresar al lado de Sehun era como si lo volviesen a pintar por completo, a él y a su mundo, ahora tenía el pincel en sus manos de nuevo, con el que podrían continuar plasmando su historia paso a paso. Unidos en ese enlace se sentían curados, como si todo el tiempo separados se hubiese borrado y el espacio ya no existiese en ningún sentido. Sin importar que, seguirían juntos, amándose sin cansancio, volviendo a la seguridad del otro las veces que fuera necesario.

- Te amo, Junmyeonnie.

- También te amo, Sehunniee.

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