Souvenir

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🖤 Inspirado en "Souvenir" de Avril Lavigne.

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- ¿Estás seguro?

- ¿Tengo que repetirlo otra vez? ¿De verdad?

- Es que no quiero que...

- Por milésima vez: esto es lo que he elegido, no tienes de que preocuparte.

Antes de que aquel con las manos en el volante pudiera refutar de nuevo, Sehun interrumpió cualquier intento que pudiera usar para darle pelea juntando sus labios con los de Junmyeon en un beso lleno de pureza. Quería dejar constancia de que ya no había vuelta atrás, de que él era su elección, que aunque no pasarán la vida entera juntos, prefería correr todo tipo de riesgos con él en vez de abandonarlos. Colocó su mano en su mejilla y con la otra se tomó un mechón de pelo del contrario.

- No puedes detenerme ahora - Siguió Sehun -. Me tienes aquí y ahora. Si yo me fuera, tú vendrías conmigo, y si tú te irás, yo voy contigo.

La postura de Junmyeon se relajo, tomó la mano que Sehun tenía en su mejilla y la besó suavemente. Le dedicó una mirada cargada de ternura cuyo brillo podía transmitir todos sus sentimientos: amor, agradecimiento, esperanza.

No hicieron falta más palabras. Puso el motor en marcha. Sehun arrojó las llaves de su vieja casa por la ventana, quedando estas en el pavimento frente al jardín de la misma. Mantuvo su vista al frente mientras que el coche empezaba la marcha. El crepúsculo era anaranjado aquel día, en la radio una canción que bastaba para transportarlos a kilómetros y kilómetros de distancia, por la ventanas el viento raudo sacudía la melena negra de Sehun. Cuando sus padres volvieran, ya no lo encontrarían, nunca más, sólo la puerta de su habitación, sin ningún rastro de él, cerrada con llave. Al fin podía decirse libre de ese lugar al que ya no podía seguir llamando hogar, de una familia a la que nunca considero como tal. Dentro de esa casa lo único que respiraba era decepción, odio, desprecio, por parte de dos personas que querían controlarlo sin importarles sus deseos, aspiraciones, sentimientos. Todo eso había acabado.
Para Junmyeon, abandonar este pueblo significaba seguir por un nuevo camino con el único hombre al que había podido querer en mucho tiempo, el único en quién había podido confiar, al único al que podía amar. Todos le hicieron creer que nada tenía que dar a nadie, que mejor se perdiera en medio del bosque y no estorbara más. Tantas veces había gritado y a nadie le había importado, sólo a Sehun.

Ahora allí estaban, en medio de la carretera hacia ninguna parte, lo único seguro, era que no se iban a separar a menos que el universo así lo quisiera. Adiós al temor, a la soledad incluso en la compañía, a los traumas, a los momentos vacíos. Les esperaban despertares uno al lado del otro, felicidad, tristeza, miedo, sueños y viajes.

Ahora los ojos del otro servían como contenedores de memorias. Sentados, observando un glorioso atardecer en la cima de una colina, la brisa veraniega golpeando sus rostros. Sehun besando el cuello de Junmyeon mientras secaba sus lágrimas con la manga de su camisa. Esos recuerdos le transmitían una felicidad que amenazaba con destruirlo de la mejor manera. Años habían pasado en una cabaña perdida, construyendo de a poco una vida alejada del resto del mundo que nunca podría sentirse seguro para ellos. No lo echaban de menos, ya tenían todo lo que querían.

En el salón de aquellas casa había paredes tapizadas con nostalgia, amor, sufrimiento, liberación. Fotos de ese viaje interminable, de cuando ambos llegaron a este sitio, la cabaña con trozos faltantes y sin luz en su interior, cumpleaños que celebraron, abrazos y besos bajo la luna, exploraciones de los bosques cercanos que se veían obstaculizadas por lo miedoso que era Jun.

En el sótano, Sehun encontró una vieja guitarra, se encargó de devolverle la vida y con ella tocaba canciones al amor de su vida, con su voz firme de armonía onírica. Todas esas letras, escritas por él, estaban también por todas las paredes. Lo que hacía más especial a esa pequeña habitación era lo que había sobre esas palabras: un mural que los mostraba a ambos, abrazados bajo un cielo dividido entre el día y la noche, pinceladas suaves y colores tiernos formaban esa inmortalización de un amor verdadero, pintada por Jun.

La lluvia arribó repentinamente, pero ellos no se movieron, seguían aferrados el uno al otro bajo las gotas cristalinas, besándose sin importar nada más.

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