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—¿Por qué no te relajas y me dejas darte un masaje?—Propone una omega de cabello castaño, cuerpo esbelto y delgado.—Te noto algo estresado.

Con sus largas y expuestas piernas, caminó hasta encontrarse a centímetros de su jefe. Deslizó sus manos hasta los hombros del alfa y las condujo lentamente hacia abajo, inclinando su cuerpo a la vez. Continuó con el trayecto y se detuvo en su pecho, con los labios cerca de su cuello, rodeando su cuerpo desde atrás. Sonriendo, comenzó a desabotonar la camisa que el hombre llevaba puesta. Acercándose aún más, dejando que sus bien proporcionados pechos invadieran la fuerte y ancha espalda del alfa. Quién gruñó un poco, dejándose hacer. ¿Hace cuanto que no tenía sexo? ¿Dos, tres semanas?, quizás. Al menos aquello le quitaría el humor de mierda que se cargaba desde hace días.

Dejó que la omega se acomodase en sus piernas, no movió un solo dedo, la observó fijo cuando esta comenzó a desabrochar su blusa, desnudándose poco a poco.

—El aumento que te hiciste es demasiado evidente.—Suelta, con diversión impregnada en el rostro.—Hazlo de espaldas esta vez.

La rubia no respondió. Se deslizó hasta quedar de rodillas frente a él, con una expresión forzada de inocencia en el rostro, se recogió el cabello en una cola de caballo y llevó su rostro hasta la entrepierna del pelinegro. Estuvo a punto de quitarle el cinturón de cuero que le rodeaba la cadera, cuando irrumpieron de repente en la oficina de Jeongguk, ruidosamente, estrepitosamente.

La omega palideció entre sorprendida y avergonzada. Se puso de pie y rápidamente buscó su blusa, para tomarla y ponérsela de vuelta.

Jeongguk, exhaló irritado, levantando la mirada hacia la puerta de su oficina.

—¿Quién demonios eres tú?

Frente a él, con la respiración agitada y una expresión cansada, de asco y molestia a la vez, se encontraba un omega, vistiendo ropas comunes y sin color.

Era pequeño, delgado y poseía un rostro menudo y femenino, con nariz pequeña, labios gruesos y rosados. El cabello le caía sobre la frente, era rubio y brillante.

Sus ojos... observaban furiosos a Jeongguk.

—Mi nombre es Park Jimin. Y estoy seguro de que sabes quién es mi padre.

La castaña se mantenía quieta en su lugar, analizando al omega y a su jefe, intercalando su mirada entre ambos.

—¿Debería?—Cuestiona, sin quitarle los ojos de encima.—¿Podrías ir directo al grano? así considero de una vez si dejarte ir ileso, o romperte un par de huesos.

Conforme hablaba, se puso de pie, avanzando a pasos lentos y abotonando su camisa, sonriendo cada vez más al notar que la diferencia de estatura que tenía con el omega era abismal. No le sorprendía, los omegas macho normalmente carecían de altura.

—Así que Park Jimin...—Espetó, ya estando a centímetros del pequeño invasor.—¿Qué demonios crees que haces irrumpiendo en mi oficina de es-...

Recibió un puñetazo, fuerte, rápido, que hizo que volteara el rostro de forma involuntaria. No se movió ni un milímetro, pero si se encontraba sorprendido, demasiado para su gusto.

El alfa jadeó tras algunos segundos, volteando el rostro a su estadía inicial. Con los ojos más que abiertos y una sonrisa desquiciada que dejaba ver sus dientes y encías.

—Pero que mier-...

—Mi nombre es Park Jimin.—Le interrumpe una vez más.—Soy el hijo de Park Mingyu, el hombre al que encarcelaste injustamente maldito imbécil.










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