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La fuerte luz de un gran ventanal le carcomía entera la comodidad que sentía. Jimin se removió molesto en una cama que todavía no se preocupaba por percibir. Una fuerte punzada en su cabeza lo obligó a abrir los ojos por completo y a volver a la realidad.

Vio a un hombre frente a él. En un rápido movimiento se sentó y se arrastró hasta topar su espalda con una pared, preso del miedo y sentado en una cama que evidentemente no era la suya.

—¿Q-quién es usted?—Preguntó con un hilo de voz, temiendo por su vida y por lo que sería de ella de ahora en adelante. El hombre frente a él no le respondió, parecía estar entretenido con su celular.—¿¡Qué planea hacer conmigo!?

El hombre dirigió sus ojos hacia él, con una expresión aburrida en el rostro. Jimin supo casi de inmediato que se trataba de un beta.

—Jeongguk me obligó a quedarme en lo que traía al médico, cálmate niño, no tengo órdenes de hacerte daño o algo por el estilo.

Su mirada volvió a caer en su celular, Jimin sintió de todo menos tranquilidad.

Sus ojos vagaron por la peculiar habitación en la que se encontraba con aquel beta desconocido. Había una sola cama, una ventana gigante y un armario viejo. Las paredes eran de un color amarillo pálido y el piso era de cemento. El lugar se veía lúgubre hasta cierto punto.

—¿Podría decirme que harán conmigo?—Cuestionó, intentando mantener una voz firme.

—No tengo órdenes de hablar contigo, así que simplemente voy a ignorarte.

Jimin estuvo a punto de volver a abrir la boca, cuando la puerta de la habitación se abrió y lo hizo brincar del susto. Como pudo tomó las cobijas de la cama y las usó para cubrirse en un inútil intento de protegerse.

Observó como el beta se ponía de pie y llevaba la silla en la que había estado sentado hasta un extremo de la habitación. Jeongguk entró a la misma, con la mirada fría y penetrante que el rubio recordaba con detalle. Detrás de él venía otro beta, por sus ropas, dedujo que era un doctor, quién lo observaba curioso.

Tembló del miedo sin darse cuenta.

—Gracias por cuidar a la bestia, Kihyun.—Fue sarcástico.—Puedes retirarte.

—Si señor.—Respondió, sin tardarse en abandonar el lugar.

—¿Disfrutaste la siesta?

Jeongguk sonrió con cierta diversión, el omega lucía aterrado y aquello lo satisfacía. Ya no lucía los aires de superioridad que tanto le repugnaron cuando lo vio por primera vez

—D-déjame ir...—Apenas murmuró, con miedo.

Las miles de historias que su padre le había contado de niño volvían a su memoria, imágenes perturbadoras lo atormentaron al punto de no dejarle pensar con claridad. Experimentos, embarazos, explotación sexual. Miles de escenarios ficticios y horrorosos cruzaron por su cabeza. Nada estaba muy alejado de la realidad siendo un omega.

—Lo último que pienso hacer es dejarte ir. Piensa en todas las posibilidades, menos en esa, rubio.—Le restó importancia y se encargó de dirigirle la mirada al doctor.—Explícale lo básico, parece que lo criaron dentro de una cueva.

El beta asintió, caminando hasta estar cerca de la cama para seguidamente tomar asiento en una orilla de la misma. Su postura era tranquila y de cierta forma piadosa. Muy en sus adentros se sentía mal por el omega que tenía enfrente.

—No es nada difícil, nuestra especie se divide en género y espécimen.—Sonrió, el menor lo veía con desconfianza.—Estás al tanto de lo básico, pero algunas cosas las pasaste por alto. Jeongguk me platicó un poco sobre lo irrespetuoso que fuiste ayer con él.

DEUDOR |коокміn|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora