XXVII

30.7K 3.1K 915
                                    

Bradley.

Mi teléfono vibró en mi mano derecha mientras la izquierda se paseaba por la espalda desnuda de Lindsay boca abajo en mi cama. Su cabello cubría un poco de ella, pero había espacio suficiente como para sentir su piel contra la yema de mis dedos.

El mensaje de Sam me hizo ponerme en pie, temiendo que tal vez el idiota de Kyle había cumplido su promesa de salir a entrenar si George no lo dejaba. No había nada más que un: contéstale a Erick, Bradley.

Demasiado seca como para ser la alegre Samantha que acostumbraba a mostrar. Kyle no estaba siendo un buen paciente por lo visto, y desde que se enteró que la tendría sobre él esperando cualquiera de sus movimientos para chistarlo, las cosas no fueron mejorando. Él iba muy rápido en su recuperación y ella no le creía que no le dolía cada parte de su cuerpo, por lo que teníamos a la pareja más frustrante del mundo en estos momentos.

Marqué el número de Hamilton, encontrándome con que cuando no atendí las tres primeras, llenó mi bandeja de mensajes haciéndome saber que estaba siendo un imbécil por no querer hablar con él. Estos hombres no entendían el significado de tranquilidad y calma. Eso era lo que necesitaba ahora, no las preguntas que sabía que vendrían una vez nos reuniéramos todos.

Ni siquiera me había atrevido a decirle a George lo de mi madre, la única que lo sabía era Lindsay y no me había mencionado más el tema en semanas. Elliot pareció tomar el mensaje de pasos de bebé y agradecí que me diera mi espacio, aunque al mismo tiempo me hacía saber que estaba allí. Con el que si intercambié un par de mensajes fue con Gabriel, al parecer no era tan idiota como pensé que sería y parecía interesado en que por lo menos intentara estar en la vida de Charlotte y de Violet.

Sería complicado explicarles todo, especialmente a Violet, pero tendríamos que hacerlo. Por lo que sabía, Charlotte era de las adolescentes entrometidas que escuchaba tras las puertas, por lo que algo sabía, pero Violet solo tenía once, no era como si fuese algo fácil de explicar, incluso yo estaba teniendo problemas en asimilarlo.

— Cox, debo sentirme honrado porque decidiste sacar la cabeza del culo para llamar. —su voz era todo menos amigable. Él estaba molesto. Para su desgracia, me importaba muy poco. —¿Estás ahí?

Me burlé de él un par de segundos después, saliendo de mi cuarto al ver a la pelirroja cambiar de posición. —¿Qué pasó? ¿Se está muriendo Kyle? —aunque quise sonar gracioso, mi tono fue tenso y algo temeroso. Estuvimos a punto de perderlo. Sostener a Sam había sido un tormento que no quería volver a pasar, ella no había dejado de llorar en horas y todos pensamos que no soportaría estar más de dos días en ese hospital, pero vaya que lo hizo. Se colocó su armadura y se llenó de esperanza haciéndonos saber a todos que la vieja Sam había cambiado.

— Está bien. —atinó a decir, los gritos de Jake quejándose tras de él llegando a mis oídos cuando el silencio se hizo presente. —Kyle vendrá hoy, al igual que tú y todos los demás. —solté una carcajada ante su tono autoritario, el modo padre no se le quitaba ni un segundo.

— ¿Perdón?

— Trae comida, Verónica insistió en una barbacoa, pero no tengo ganas de cocinar hoy y ella está de mal humor, así que es tu responsabilidad.

— La enviaré, pero...

— Si no vienes, voy por ti, y estoy de mal humor porque Sofía no ha dormido bien desde hace dos días y si mi bebé no duerme bien, yo tampoco. ¿Me entendiste o te lo dibujo? —cerré la boca, conteniendo la risa. Y esa era otra razón para no querer engendrar un pequeño ser humano, amaba mi vida tal y como estaba, durmiendo por las noches con el cálido cuerpo de Lindsay contra mi buscando algo de calor cuando le apagaba la calefacción.

LOCKER ROOM (Kings Of the Game #5) SIN EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora