I

49.2K 3.4K 1.1K
                                    

Lindsay.

El sonido de mis tacones resonó a medida que prácticamente corría en dirección a mi oficina tras salir de elevador. Mis ojos buscaron el reloj en mi muñeca, esperando que marcara diez minutos antes.

Carajo. Rita iba a matarme una vez me colocara las manos encima por llegar tarde.

— Alguien viene de afán. —miré con dagas en mis ojos a la chica en recepción. Delia sonrió al colocarse de pie y tenderme mi café.

— ¿Ya llegó? —asintió, haciéndome maldecir en voz baja.

— Pero me pidió que te dijera que la reunión quedó para las once. —la miré, la incredulidad probablemente reflejándose en mis ojos marrones mientras su sonrisa se ampliaba. —Te estuve llamando, pero como cosa rara se fue a buzón. —sus ojos negros me acusaron al sostenerme la mirada.

— Te adoro. —tomé el café de sus manos y lo llevé a mi boca, tomando un sorbo. Cargado como lo necesitaba justo ahora. —Me conoces tanto.

Me miró de soslayo, volviendo su atención a la computadora. —Eres mi mejor amiga por desgracia. —se mofó riendo. —Por cierto, yo que tú lo tomo todo.

Mi ceño se frunció mientras seguía bebiendo. Escaneé su postura notando como la sonrisa pasaba de felicidad a burla, sus ojos mostrando un poco de maldad. —¿Por?

— Hay alguien esperando por ti en tu oficina.

— Dime que no es Maxwell porque salgo corriendo si llega a tratarse de él. —soltó una carcajada al tiempo que sacudía la cabeza.

— Le habría dicho que no vendrías, cariño. —me guiñó un ojo. Salió de su lugar y dando media vuelta al mostrador se acercó a mí. —Por cierto, ¿cambiaste tu perfume? —rodé los ojos y le permití oler mi muñeca. —Me gusta.

— Como no, tú lo elegiste. —ambas reímos por el comentario. Diez años desde que nos conocimos en la universidad y apenas si sentíamos que el tiempo había pasado.

Nuestras vidas habían sido un torbellino de emociones desde entonces, Delia era ese golpe de realidad mezclada con diversión que todos necesitaban en su vida, podría darte el mejor de los consejos a las ocho y hacerte salir de fiesta a las diez. Con su cabello rubio haciendo contraste con mi melena cobriza era muy divertido para nosotros salir por las noches a ligar para pasar el rato, con la certeza de que ambas volvíamos juntas a casa.

Después de todo, éramos compañeras de departamento.

— ¿Por qué no me despertaste en la mañana? —terminé el café y lo dejé en el mostrador.

Sus ojos se entrecerraron en mi dirección, mientras sus manos iban a cada lado de sus caderas en modo mamá regañona. —Lo hice, y me tiraste un zapato de tacón. —su dedo índice me apuntó, mostrándome su uña perfectamente pintada de color coral. —No entiendo por qué simplemente no colocas el despertador una hora antes. —se encogió de hombros.

— Esa mierda no funcionaría conmigo. —lo intenté de hecho, mi cerebro simplemente no podía acoplarse al engaño. —Por cierto, ¿quién está esperando?

Su sonrisa volvió y sus ojos se apartaron de los míos. —Míralo por ti misma. —volvió a su lugar, dando por terminada nuestra conversación, pero continuó lanzándome un par de miradas furtivas al ver que aún seguía allí.

Bufé, ignorándola y caminando a mi oficina. —Lindsay. —cerré los ojos, deteniendo mi andar al escuchar la voz cantarina de Timmy. No estaba de humor para chistes que no daban risa.

— Hola, T. —me giré, riendo un poco al ver su rostro manchado con flores. —¿Quiero preguntar?

Su sonrisa se amplió. —Hoy es la entrevista a los niños de la fundación que apoyamos. —mierda, me había olvidado de ello. —¿No vienes?

LOCKER ROOM (Kings Of the Game #5) SIN EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora