Veinte minutos

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Él habla alto; casi grita para que su voz pueda escucharse sobre el ruido persistente de la moto en movimiento; ella solo es capaz de sentir los latidos de su propio corazón, loco de deseo...tiene los pechos pegados a su espalda, gracias a la bendita excusa que le da ser su copiloto.
Todas las mañanas se esmera en su vestimenta y maquillaje, solo para esperarlo y poder disfrutar de lo que, para ella, son veinte minutos de placer. Lo ha idealizado de tal forma que le basta con tenerlo en el trayecto que va desde la estación hasta la universidad. Vale la pena, aunque le cueste llegar cinco minutos tarde a la primera clase, por dejar ir el autobús.

Él siempre es un caballero; cuando la ve , invariablemente sonríe con ternura:

-Vas a tener que levantarte un poco más temprano.

Ella baja los ojos, tímida, para luego volverlo a mirar de soslayo:

- Es que me demoro demasiado arreglándome...

- Cuando tienes juventud y belleza no necesitas tantos polvos y pinturas. El chico que te gusta seguro opina como yo.

Luego comienza la conversación trivial, sobre la escuela, el tiempo... Nunca ha demostrado ningún tipo de interés, aparte del común que puede tener un simple conocido con más de treinta, por una chica de dieciocho a la que ve como una niña. Eso al principio la desesperaba, pero con el tiempo aceptó que había una especie de barrera entre los dos que no podía cruzar. Aprendió a agradecer lo que tenía, y siguió disfrutándolo sin esperar más.

Y tenía esposa..

La única vez que los vió juntos estaba en el lugar de siempre, esperándolo como todas las mañanas, cuando recibió la desagradable sorpresa de que una mujer bonita y elegante había tomado "su" sitio en el asiento trasero; ese día tuvo que pagar por un taxi, y aguantar el regaño de su profesor por llegar más tarde que de costumbre. A eso sumémosle la incertidumbre por saber quién era la INTRUSA que le había robado su momento feliz del día.
No tuvo que esperar demasiado para tener la respuesta. Cuando volvió a verlo, a la mañana siguiente, el saludo fue una disculpa:

- Ayer no pude adelantarte, mi esposa necesitaba que la llevara.

No se habló más del asunto.
A partir de ese día decidió seguir con su vida, no esperar a que él se percatara de que era una mujer que estaba, irremediablemente, atraída por su conversación inteligente, su sonrisa tierna y por esas manos grandes y rudas que le despertaban fantasías innombrables.

Ya sus profesores no volverían a requerirla; tomaría el autobús y no se retrasaría. Al final, esos veinte minutos solo desbocaban su imaginación, sin esperanza de ALGO MÁS.

Pasaron algunos meses, en los que más de una vez tuvo la tentación de volver a dejar ir el autobús, pero siempre se contuvo. Conoció a varios chicos de su edad, besó algunas bocas...pero para ser sincera no sentía la misma excitación que en aquellas mañanas, en el asiento trasero de su moto. Tener su torso caliente bajo las manos, su espalda fuerte y ancha que acariciaba sus pechos, sin saberlo...extrañaba demasiado esas sensaciones. También hechaba de menos su voz gritando sobre el ruido de la moto, y la gentileza con la que siempre la trataba, aunque no lo hiciera por ningún interés especial.

Era su amor platónico, sin duda, pero ya no era suficiente. Quería más de él, y no podía tenerlo. Era mejor dejarlo todo como estaba.
Aquella mañana no tenía clases, solo iba a encontrar una amiga para salir de compras. Salió temprano de casa, pero justo en la estación descubrió que había olvidado su teléfono. Molesta regresó a buscarlo, sabiendo que perdería el autobús, y su amiga tendría que esperarla un buen rato.

A no ser...

No tuvo tiempo de pensar , por primera vez el encuentro había sido fortuito. Le sonrió cuando detuvo la moto a su lado.
Él sacudió la cabeza a modo de saludo, pero no dijo nada. Tampoco la molestó por haberse retrasado...era extraño.
Se acomodó en "su" lugar y fue como regresar a casa, excitación incluída. Pero algo era diferente.

Sabía que debía dejarlo estar, no era asunto suyo...pero no podía evitarlo.

- Está muy serio...le pasa algo.
-No es nada.

La respuesta fue brusca, más bien quería decir "no es tu problema".

- Disculpe, no me quise entrometer...

Suspira tan fuerte que lo siente aún sobre el ronroneo de la moto. Se detiene.

-Perdoname a mí, últimamente trato mal a todos, y no está bien.

Vuelve a suspirar, se saca el casco de protección y sacude el cabello...lo lleva más largo que antes, o tal vez olvidó cortarlo por alguna razón; seguro la misma que lo tiene agobiado.

-En respuesta a tu pregunta solo puedo decir que tenía una vida tranquila con la que estaba contento... y de un momento a otro se ha desmoronado como castillo de naipes.

Parece perdido. Dan unas ganas enormes de acariciar su rostro para consolarlo...se pregunta cómo se vería su piel blanca y delicada si la roza con su barba de un día, si baja por su cuello...
PELIGRO! Tiene que concentrarse en su problema, no puede notar que se distrajo, y menos descubrir la razón.

- No tendría que estar hablando contigo de esto, eres una chica, no son problemas para ti.
- Ya tengo diecinueve, estudio en la universidad...no soy una niña.

Esa última frase hace que la mire de arriba a abajo con disimulo, y la aprobación que ve en sus ojos parece decir "Es cierto, eres una mujer".

Su pecho se levanta de orgullo, y esperanza.

-Disculpa, no quise molestarte. Desde la separación estoy intratable.

SEPARACIÓN!

- Creo que necesitaba desahogarme con alguien imparcial, que no supiera mucho de mi historia. Mis amigos se ponen de su parte o de la mía, así que evito tocar el tema con ellos... Pero ya te he retrasado demasiado. Vamos, te dejo en la puerta de la escuela, como compensación.

- Hoy no tengo clases, así que no tienes que dejarme en la Universidad.
- Para donde vas?

Abrió la boca para decir el nombre de la tienda donde su amiga la espera, pero una chispa de valentía salta en su interior.
Ya no está casado, quedó claro que no es una niña...por qué no?

- Voy a donde tú me lleves.

La mira, incrédulo, pero para su alivio parece satisfecho...muy satisfecho....

Va otra vez en el asiento de copiloto, pero ahora su mano está por debajo de su camisa, acariciando ese torso con el que tanto ha fantaseado...

Hoy su viaje duró más de veinte minutos...

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Lo que nunca debe hacer una MUJERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora