Un crucifijos, indescifrable, fuerte, imponente, demandante, atractivo, así era él, muerdo la goma de mi lápiz mientras mi mente viajaba en los recuerdos de esa noche, su mirada fuerte, esa sonrisa ladeada que decía que estaba loca, tal vez lo estaba y ahora mucho más que no estaba dispuesta a menos de la verdad, la verdad nada menos, bufe al recordar que ya había pasado una semana, al paso que iba reprobaria el semestre, una semana donde no había tenido noticias, era tan frustrante tener que depender de esa agenda que sabía debía ser muy ocupada ¿tiempo para la chiquilla universitaria? Pues claro que no.
La clase terminó y caminaba con Erika a mi lado, hablaba sobre la noche anterior, salió a un bar con Mauricio, ligarte a tu compañero de trabajo no me parecía una buena idea pero ya estaba cansada se aconsejarla, no me haría caso como de costumbre, estaría ahí para consolarla, sería su pañuelo de lagrimas, de eso se trataba el ser amigas ¿o no? Ya le había advertido pero hizo caso omiso.
— me reí, no paraba de reírme mientras el me miraba nervioso, mamá preguntó que si pasaba algo y le inventé que se trataba de un video en internet, luego seguimos cogiendo, jamás pensé que fuera tan bueno — aplane mis labios, era guapo, muy guapo, sus mejillas siempre rosas, algo robusto pero esto lo hacía lucir más atractivo, callado, lucia siempre pensativo, no se el porque pero sabía que Erika podía quedar enganchada ahí, en ese chico que no mostraba ni una pizca de emociona, en ese chico que no la miraba con amor, a veces solía verle hasta con hastio.
— café negro — David, ahí estaba ofreciéndonos café — y con leche, sí, ese más leche que café — sonreí mostrando mis dientes me conocía tan bien.
— yo le dije — Alejandro, David golpeó suavemente su hombro — ¿Que? — se quejó fingiendo dolor — no recordaba el de Erika, siempre con narices pendiente solo de Ambar — tome un sorbo de mi café ya en el estacionamiento de la entrada a la universidad, ya era hora de irnos a casa y David tenía auto para mi buena suerte, al alzar mi rostro el muy imbecil dio un casto beso a mi labios, gruñi, lo mire con odio mientras el se escondía detrás de Alejandro soltando carcajadas, como todo un niño.
— ¿Quieres que tu novia me mate imbecil? — quería tirarle el café encima si no estuviera tan delicioso.
— Ya acabo, terminamos hace unos días, que mala amiga eres Ambar, como no lo sabías — le saque el dedo del medio, la peli negro nego sonriente.
— Cuanto durará eso — admitió Erika, ellos eran la típica pareja que terminaba cada semana, después los veías por ahí sin querer soltarse, pasándose saliva en todas partes, asqueroso.
— Esta vez va en serio — Alejandro fingió una risota, no le creíamos, bastarían unos días.
— Vaya auto — todos giramos nuestros rostros para apreciar la camioneta a la que se refería Erika, negra con vidrios ahumados, no se podía ver nada en su interior, debía ser último modelo capaz y aun no había salido a la venta.
— algún día quiero subirme a una así, es más los invitare a todos a subirse — rei, David era una tarado, pero el alma alocada de todos.
Mi sonrisa se congeló cuando el vidrio del piloto bajó y me dejó ver ese perfecto rostro, las palmas de mis manos se sintieron frias, mientras en mi estómago pareció crearse un agujero, Erika soltó un chillido ahogado y los chicos se miraron confundidos, mi teléfono empezó a sonar y sabía que era él al ver lo que parecia su teléfono en su oreja.
— ¿Quien es él Ambar? Y por qué pareciera que te estuviera marcando a ti — la pregunta de David no llegó a formularse bien en mi cerebro ya que estaba sin palabras, muda y sintiendo mi garganta seca.
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Máximo
RomancePoder, ambición, arrogancia, una máquina de hacer dinero, con un atractivo indiscutible y sin una pizca de sentimientos, Maximo. Él, un témpano de hielo imposible de derribar. Ella, fuego puro, ardiente capaz de derretir hasta el mayor de los iceber...