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De un almuerzo sorpresa.

La seguridad con la que Itadori podía afirmar sus sentimientos por Fushiguro era tan real como que había una maldición en su interior que a veces le molestaba y hacía malas jugadas

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La seguridad con la que Itadori podía afirmar sus sentimientos por Fushiguro era tan real como que había una maldición en su interior que a veces le molestaba y hacía malas jugadas. Estaba consciente del interés que para ese entonces Sukuna mismo tenía sobre el azabache y eso le causaba celos, incluso conflicto, porque temía no ser mejor que el Rey de las maldiciones a ojos de Megumi.

¿Qué podía encontrar Megumi en él que no pueda ser superado mil veces por Sukuna?

Lo meditaba y pronto sentía las esperanzas escapar montadas en dos alas blancas, dejándole un amor unilateral. Tan solo recordar el supuesto encuentro que tuvo con Sukuna hacía tiempo en donde perdió la cabeza y fue derrotado por una simple patada en una fracción de segundo le hizo sentir que su lugar no estaba ni cerca de encontrar la atención de Megumi.

Itadori era construido por la voz de Fushiguro y destruido también por su mirada. Aquel chico, reconoció, logró obtener total control de su persona apoderándose primero de su corazón y alma con lo taciturno y sencillo que es; fue su primer amigo, e irónicamente terminó enamorado de él.

Todos los jóvenes solían pasar por esas contradicciones cuando estaban enamorados, ¿no era así? Normal, dentro de lo que cabe, pero no dejaba de ser molesto y frustrante, al menos hasta que se hubo armado de valor y pedido que invocara para él a aquellos conejos de los que Toge le habló. Se sorprendió cuando Fushiguro aceptó al poco rato y más cuando presenció ese beso indirecto.

La escena se quedó bien grabada en la memoria de Itadori. Jamás podría olvidar a un Fushiguro tímido, alzando un conejo y con ese exquisito relieve en sus pestañas bajando la mirada para darle un beso donde antes Yuuji lo hubi hecho. Lo recordaba y quería gritar de emoción, correr y buscar a Fushiguro para llenarlo de abrazos.

Aquella tarde no se demoró mucho en hacerle saber aquello a Junpei, su confidente en cuanto al tema. Y hablaron larga y extensamente de ello sin llegar a una conclusión en concreto; internamente Itadori temía que Sukuna tomara poder de su cuerpo y lastimara a Fushiguro.

El tren de los pensamientos de Itadori se detuvo en la estación a tiempo donde una mano pasó por frente suyo. Con la segunda vez de esa mano deslizándose frente a él, cayó en cuenta que Satoru les había concedido una hora para almorzar hacía unos quince minutos. Esa mañana se había olvidado su cartera en su habitación y el edificio de los dormitorios estaba cruzando el patio; no tenía opción más que soportar su hambre hasta el mediodía.

—¡Itadori! —escuchó y dio un saltó enfocando su mirada en Fushiguro, que estaba de pie frente a su mesa, notablemente molesto. El azabache observó a su derecha y se dirigió a Nobara—. Ya no es necesario pegarle, ya volvió en sí.

Itadori, confuso observó a sus amigos y Nobara rechistó para tomar asiento y seguir leyendo su revista. Al parecer tenía esperanzas de pegarle al castaño; Itadori suspiró aliviado.

De un amor ━ Itadori Yuuji × Megumi FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora