XXIII: Desconocidos

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13 de Enero del 2021.

El reloj marcó las 12:05 a.m., cuando aquel par de "desconocidos" entró a la habitación de hotel.  Las dudas que ambos tenían, fueron aplacadas por los mismos besos que compartían. 

El menor intentó deshacerse del antifaz contrario. 

— No. —  evitó el mayor —  No quiero que veas mi rostro. 

— Apagaré la luz y así ninguno tendrá que ver el rostro del otro —  propuso el menor  y el pelinegro asintió. 

Así lo hicieron. La luz fue apagada y ambos hombres soltaron sus antifaces a la vez, quizás no había sido tan buena idea, ya que la luz de luna llena entró por sus ventanas e iluminó ambos rostros. 

Se miraron a los ojos, y sin decir palabra tocaron la piel del otro; reconociéndose sin decir absolutamente nada. 

— ¿Esto esta mal? —  preguntó el mayor. 

— ¿Qué tal si lo descubrimos mañana? —  Dijo el rubio antes de volver a besar al "desconocido". 

La suave sesión de besos se prolongó, por lo mucho que aquellas bocas se habían extrañado. Los sabores de su saliva se complementaban con tanta armonía, que nada parecía incorrecto, que ningún corazón sintió dolor alguno. En esa burbuja no existió nadie más que ellos. 

El rubio empezó a inclinarse sobre el pelinegro, haciendo que este cediera su cuerpo sobre la cama, para así tener al menor encima de él. 

El calor fue creciendo en ambos cuerpos, cuyas pieles sudaron pequeñas gotas cristalinas y aquellos pulsos se elevaron tanto que era posible escucharlos a través de los suaves gemidos y respiraciones pesadas que los hombres destilaban. 

El rubio dejó la boca del mayor para besar su cuello, aquella pieza hecha por un artista la cual sería siempre su parte favorita, se abría delante de él, destilando un suave aroma. Desabotonó la camisa que este llevaba y pasó sus manos por el pecho desnudo del contrario,  bajó su lengua  por la piel del torso  y la detuvo  en uno de los pezones erectos del mayor, lamió la zona y dejó un pequeño  mordisco provocando que  gimiera excitantemente. 

El rubio sonrió por haberle provocado aquella sensación al pelinegro, se incorporó por un segundo solo para deshacerse de su camiseta. En medio de aquella tenue oscuridad, el pelinegro pudo ver el bien trabajado cuerpo del contrario, sintiendo sus manos arder por tocarlo con urgencia.

Volvieron a besarse, sabiendo bien que es lo que pasaría después. 

Los pantalones y ropa interior sobraron rápidamente, las lenguas recorrieron todo lo que les fue permitido del cuerpo contrario, las manos tocaron todo a su alcance y los cuerpos se prometían una cercanía jamás antes sentida con alguien distinto. 

El pelinegro obligó al menor a ubicarse debajo de él, recorrió el torso del rubio en un camino de besos suaves que llegó hasta su pelvis. Encontró la dura erección necesitada de atención y sin demorar se la metió a la boca. 

Un grave sonido nació de la garganta del rubio, al sentir como su miembro era absorbido en las paredes bucales del pelinegro, la tibia boca absorbió todo lo que le fue permitido y humedeció el miembro mil veces más. La lengua jugó discretamente con el glande, lo que hacia que el rubio soltará pequeñas lágrimas de satisfacción. 

— Voy a venirme —  avisó en un doloroso gemido tratando de soltarse del agarre ejercido por el mayor, pero le fue imposible. El pelinegro tenía pocas ganas de soltar aquella golosina y a su vez disfrutaba del sufrimiento que ejercía sobre el menor, quien intentaba no venirse contra todo pronóstico. 

Solo Mío ~ NamjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora