In the act

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Cuando poso mis labios sobre ti

Sientes los escalofríos recorrer tu columna por mí

・。。・゜゜・

La posición era demasiado incómoda. El respaldo del asiento le impedía echar la cabeza hacia atrás y la falta de espacio suponía un problema. Su miembro erecto clamaba por atención.

Años atrás, Gregory Lestrade jamás se habría imaginado algo así. Él, en el asiento trasero de un coche de lujo, besándose con Mycroft Holmes. La idea era increíble, pero más increíble era que Mycroft supiera besar tan bien. Sus finos labios le acariciaban con devoción, arrancando gemidos de su garganta cada vez que su lengua se atrevía a explorar más allá del límite de sus labios.

Habían tenido decenas de citas en los restaurantes más distinguidos de Londres, que siempre terminaban con besos en el trayecto a casa del inspector. Pero Greg no necesitaba nada de eso. Le bastaba con verse a solas y dejarse los labios en carne viva, tocar más de esa piel pecosa que le robaba el aliento... Joder, quería intimidad, y empezaba a impacientarse. ¿Cuánto tiempo seguirían así? ¿Por qué él siempre parecía más necesitado? ¿Acaso no era suficiente para Mycroft?

—¿Estás bien? —preguntó el causante de todas sus dudas, notando que Greg no devolvía los besos con la misma intensidad.

—Sí... —musitó, apreciando de cerca los labios de Mycroft—. Estaba pensando que el próximo domingo podríamos hacer algo especial por San Valentín, como una cena íntima...

Mycroft meditó su propuesta, repasando mentalmente su agenda.

—Me temo que el domingo estaré fuera del país —dijo haciendo una mueca.

Lo que Greg imaginaba.

—¿Confidencial?

—Exacto. —Greg no pudo evitar sentirse decepcionado y a Mycroft se le encogió el corazón al notar su cambio de expresión, así que sugirió—: El martes habré vuelto. Podemos cenar en mi casa cuando termines tu jornada.

Los ojos de Greg se iluminaron y una adorable sonrisa apareció en su rostro. Eran esos pequeños gestos, esas simples reacciones, las que estremecían a Mycroft. No pudo resistirse a abalanzarse sobre sus labios de nuevo. Y Greg lo recibió gustoso, aprovechando el poco tiempo que tenían antes de llegar a su destino.

Quieres ser imprudente, sin descanso, hasta mañana

Espera

・。。・゜゜・

El 16 de febrero, Londres hizo honor a su fama con una fuerte e incesante lluvia. Sin embargo, para Greg era como si el sol brillara. Se sentía imparable; tanto, que terminó mucho antes de lo previsto y decidió sorprender a Mycroft presentándose con una hora de antelación.

La casa de Mycroft era enorme y no pudo evitar sonreír cuando estuvo frente a la fachada, ya que, allá donde mirase, encontraba detalles que le recordaron al propietario. Llamó a la puerta, la cual fue abierta poco después por una joven.

—Buenas noches, inspector Lestrade —saludó con una sonrisa cordial, y se apartó a un lado para dejarle pasar.

—Hola, Anthea —dijo antes de entrar.

El interior era más inmenso de lo que parecía por fuera, exquisitamente decorado y muy limpio. Anthea le indicó que Mycroft estaba en su despacho, señalando una puerta a la izquierda, pero antes de que pudiera agradecer, ella se dirigió a la salida.

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