Ayer fue un Martes, hoy es Miércoles y mañana será otro Jueves.
Los días van pasando y yo no avanzo.
Cada día lo mismo.
Cada mañana me despierto y repito la rutina de cada día.
Y cuando llega el fin de semana, me quedo encerrada en casa.
Y a veces salgo algún Viernes o Sábado, pero no hago nada de nuevo.
Simplemente van pasando las semanas.
Y las horas se me resbalan de las manos como si fueran agua.
Me siento paralizada, vacía y realmente perdida. Pero debo remarcar y subrayar la palabra "vacía".
Porque tengo un vacío dentro de mí bastante grande para lo diminuta que soy.
Este hueco que habita en mi cuerpo es muy exigente.
No se puede llenar con ningún capricho materialista.
Ni el mejor móvil del mercado ni todo el dinero del mundo puede satisfacerlo.
Solamente los pequeños detalles son capaces de quitarle el apetito a tal dichoso vacío.
Cuando mis padres se sienten orgullosos de mí. Cuando recibo apoyo de mi madre. Cuando alguien que aprecio me demuestra que le importo. Cuando consigo por mi misma todo lo que me propongo.
Lo triste es que todos estos detalles no acostumbran a estar constantemente, y cuando están no son lo suficiente para derrotar a este vacío hambriento.
Y entonces éste va comiéndome poco a poco.
Porque necesita comer.
A los vacíos emocionales también les ruge la barriga.
Se alimentan de esperanza, sueños, ilusión, pasión, emoción, entusiasmo, paciencia.
Y quiero aprender con vosotros a darle de comer.
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Guía práctica para ser feliz escrita por una infeliz
AcakLa vida siempre te ofrecerá una segunda oportunidad para ser feliz. Se llama: "Mañana".