Se sentía como tener un grano en el culo y no ser capaz de alcanzar la zona para reventarlo.
Parecía que terminaba de la misma manera en que había comenzado, lo cual resultaba gracioso, incluso irónico.
Me gustaban las cosas que transitaban de esa manera. Me recordaban que la vida estaba construida por un sistema de patrones, un poco de orden creado a partir del caos. Generaba la ilusión de que yo tenía cierto tipo de control aunque en realidad lo hubiese lanzado junto a la montaña de cosas que quería evitar para que no dolieran.
La vida tenía formas muy retorcidas de sorprender a las personas. No tenía idea de cómo un jodido bucle podía ser sorprendente, pero lo era. Quizás porque, como el bucle que era, nunca se detenía y nos obligaba a avanzar pese a nuestra reticencia.
Como aquellas cosas que juramos nunca volver a hacer, los lugares que prometimos jamás visitar y las personas que nos empeñamos en mantener fuera nuestra vida para regresar a ellos sin siquiera notarlo.
Caminar por ese pulido pasillo de baldosas relucientes no me provocaba miedo debido al lugar per se, sino por todo lo que representaba, un punto sin retorno en mi relación, que estaba más jodida que yo.
Me generaba terror lo que debía enfrentar a partir de ahora: mi culpa. La culpa que supuraba de cada poro que poseía desde que había cometido esa estupidez y lo cagué todo.
Inspiré y continué caminando para llegar al consultorio con toda la templanza posible, a pesar de que mis párpados se sintieran pesados con lágrimas y cargados de emociones.
Él tenía que haberlo notado. Era siempre tan rápido para analizar y capar el significado tras el más nimio de mis gestos. Siempre llegaba a las conclusiones correctas con la agilidad de una flecha, era sorprendente. Él lo era.
Y yo lo había jodido con alguien así de excepcional.
Podía recordarlo perfectamente, como una mala película que no dejaba de repetirse en mi cabeza sin importar cuánto tratase de suprimirla: él en medio de nuestra cocina con un una taza en la mano, el cabello castaño alborotado y los pantalones de su pijama flojos alrededor de su cintura mientras pronunciaba las palabras que me constreñía el pecho desde entonces.
«Quiero el divorcio.» Fuerte, claro, corto y demoledor.
Nada acudió a mi mente en ese momento, nada que pudiera replicar o procesar, solo el camino de devastación que se extendía frente a nosotros y que ambos habíamos creado.
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15 Razones para permanecer. [+18]
Romance«Dicen que lo más complicado es dejar a la persona que amas, pero no es así; lo más difícil siempre es permanecer.» Del odio al amor hay... ¿solo una sesión? ¿Era algo así, no? Siena Baines creía que las cosas no podían ir mejor en su vida, que todo...