he loves me not

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Verano jamás fue mi época favorita del año.

Por lo general, las personas normales, suelen salir a dar un paseo por la tarde y cerrar los ojos mientras respiran el cálido aire tibio que se cuela entre sus poros. Les encanta aquella calidez del ambiente mezclado con la humedad de las lluvias previas a un sol vibrante nutriendo su cada centímetro de su cuerpo con alguna vibra positiva.

Mi caso es todo lo contrario.

Me molesta muchísimo tener que retocar el maquillaje corrido bajo mis ojos y ocultar con papel de arroz los brotes de brillo sobre mi frente y mejillas. A eso, debo agregar que mi piel sensible no tolera la exposición prolongada al sol y tampoco la suciedad en el aire.

Odio verano.

Pero... Incluso si aquella noche calurosa mis pies punzaban por el dolor de los tacones altos, mi piel llena de imperfecciones daba la impresión de haber sido seleccionada para el "antes" publicitario de un producto milagroso para el rostro y mi cabello, tras un día de humedad, ahora permanecía atado en una descuidada coleta alta, ni siquiera me importó caminar cuesta arriba con el fin compartir diez minutos con él.

En algún punto, ese pequeño parque con columpios, toboganes de plástico, arenero y máquinas públicas para ejercitarse, se volvió nuestro punto seguro de encuentro; estaba ubicado lo suficientemente cerca de su trabajo y de mi casa como para tener que recurrir a otro lugar. Casi no recuerdo la noche en la que él descubrió ese lugar -porque yo estaba ebria- pero la historia oficial es que abusé del vino de arroz en una fiesta de mi primer empleo y mis compañeras marcaron al primer número en las llamadas recientes en mi teléfono; así que creo él salió de su trabajo, llegó hasta el restaurante, se disculpó con mi ex jefe, colgó mi bolso a través de su cuerpo, llamó un taxi y, para cuando llegamos a la avenida principal que lleva directamente hasta mi hogar, él decidió tomar un atajo para hacer algo de tiempo y que mi madre no se enfrentara a la penosa situación de verme llegar en ese estado. Nos sentamos en una horrible banca de aluminio por unos 30 minutos mientras me obligaba a tomar un café caliente bien cargado y hablaba una y otra vez acerca de mi irresponsabilidad, lo peligroso que era incluso beber con los compañeros del trabajo y que la próxima vez, no acudiría a ningún llamado.

Ese pequeño parque de juegos no era tan lindo, ahora que busco en mis recuerdos, los juegos estaban oxidados y había grava por doquier en lugar de pasto recién cortado.

Entonces aquel lugar se convirtió en nuestro lugar especial que cambiaba a la par de los años, igual que nosotros.

Era agradable.

Sin embargo, el tiempo entre encuentro y encuentro dependía mucho de su agenda. Al principio, aunque terminara devastado por las extensas sesiones de baile, canto y actuación, se daba unas horas para asistir. Estamos hablando de dos o tres veces por semana. Pero después... después comenzó a tener más trabajo, vino su debut, fallas, bajas, más trabajo, altas, más fallas y finalmente, un inminente estrellato que lo colocó en un peldaño inalcanzable.

El chico de la camioneta roja se había convertido en un hombre alto y hermoso, de anchos hombros, cintura pequeña y piel perfecta. Se encontraba en la cima del mundo y sin embargo jamás se perdió a sí mismo. Seguía siendo él.

¿Cómo fue que había guardado mis sentimientos todos esos años? Aún no lo sé. Todos los días me encargo de regalarme un suave abrazo mental debido a tal mérito. 

Así que, al salir de trabajo, después de atravesar la ciudad, caminar por unos diez minutos con los pies punzantes, una terrible condición física y mi aspecto hecho mierda, llegué a nuestro lugar seguro.

Antes de sentarme en alguno de los columpios que por alguna razón de unos meses a esa fecha se habían encogido, fue casi un movimiento involuntario echar una mirada rápida sobre el perímetro asegurándome el ambiente fuera seguro.

Like I Need You ~ KSJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora