Aleksandra intentó recobrar la compostura, lo cual era difícil cuando sentía como su corazon intentaba salirse de su pecho, realmente esperaba que esa mano no fuera de quien ella creía que era, aunque realmente no tendría sentido que así fuera, el no podría, no debería estar allí.
Volteó con lentitud y al hacerlo se encontró con un hombre alto, de cabello castaño oscuro, el cual mantenía en ella una mirada penetrante. Instantáneamente, Aleksandra se tranquilizó, sus temores eran demasiado grandes como para sentir miedo de un hombre que había aparecido tan de repente.
La rubia solo miró al hombre, esperando de nuevo que este dijera o hiciera algo para romper el hielo —ella no quería hablar a menos de que fuera necesario— y así fue, el hombre, con una ridícula sonrisa que sacaba a relucir sus dientes y sus altos niveles de alcohol, se sentó a su lado y habló.
—Hola linda, ¿te invito un trago? — Soltó sin más—.—Estaría encantada de que así fuera — La sonrisa del hombre se ensanchó, pero Aleksandra no pudo sentir más que repudio al ver su decaído aspecto—.
Varios minutos pasaron, una copa tras otra y a cada "click" de la aguja del reloj, podía verse como el estado del hombre empeoraba, pero para Aleksandra esto no era lo peor, lo que ella más odiaba de la situación era que tenía que soportar los absurdos comentarios de aquel hombre italiano y desperdiciar buenos tragos tirandolos al suelo para no terminar tan ebria como él.
—Lo siento, he de irme en este momento — Se excusaria la joven luego de levantarse abruptamente de su asiento—.—¿Que pasa? ¿Acaso no te diviertes? — El hombre, desconcertado, la siguió hasta la puerta del lugar—.
—Creo que me he equivocado de lugar —Sonreiria amable, pero antes de salir, el hombre la tomó del brazo con brusquedad—.
—Lo siento linda, pero no vas a ninguna parte, por las buenas o por las malas tendrás que ser mi acompañante.
Este sonreiria con malicia, recorriendo de arriba hacia abajo las curvas de la hermosa chica con la mirada, cosa que activaría todas las alarmas en Aleksandra, la cual, intentaba pensar en cómo escapar.Antes de siquiera lograr pensar en un plan, alguien apartó al castaño de su vista, y entre su desconcierto y confusión, logró ver, como un hombre alto y rubio empujaba al italiano.
—Ya basta Johan, esto no es algo que deba hacer un soldado — Le espetó — ¿está bien señori...?
Intentaría preguntar, pero esto no le fue posible debido a que casi de inmediato, su cuerpo estaba contra el suelo, le fue fácil darse cuenta rápidamente del fuerte y repentino empujón por parte del italiano, pero apenas lo hizo, este parecía haberse arrepentido, parecía que ni el alcohol lograba distraerlo de su error. Un gran silencio se produjo casi de inmediato en la habitación, pero a pesar del empujón, y de todas las miradas, el rubio lo miró, impavido, parecía que nada de esto le afectaba en lo absoluto, pero lo que nadie más notaba es que dentro de sí, llevaba una irritación inminente a punto de salir a la luz, esto ya no era una pelea por una bella joven, esto se había hecho personal.—Cálmate Johan, ambos sabemos que no quieres hacer esto...
Diría con un tono tranquilizante y algo cálido mientras se levantaba, pero al parecer, aquello no sirvió de mucho, de hecho parecía que esto había enfadado aún más al italiano, el cual ya estaba abalanzandose nuevamente sobre su superior. La gente murmuraba, reía y apostaba, estos dos les estaban dando un show digno de ver, pero todos se callarían con el repentino sonido seco de un golpe, Johan había impactado su puño contra la cara del Germánico, el cual no paraba de lanzar maldiciones por lo bajo mientras sujetaba su rostro. Todos, sorprendidos, miraban a ambas partes en silencio, como si el momento requiriera de su absoluto respeto, pero la realidad es que nadie —incluida Aleksandra— sabía que decir.
El alemán levantó su rostro y se pudo ver con claridad sus ojos furiosos llenos de notorias ganas de ahorcar a su contrincante, este se aproximó al italiano, mientras, a su vez Aleksandra se aproximaba a él, estaba harta de todo este drama y pelea sin sentido. El hombre, sin tomarle mucha importancia movió su brazo flexionado preparándose para golpear, pero al sentir como alguien le tomaba por los hombros movió su brazo con brusquedad hacia atrás, para zafarse del agarre, pero de repente, sintió como su brazo impactaba con algo tras él, y al voltear vió a la misma rubia a la cual había defendido, doblarse del dolor causado por el codazo en su vientre.
El lugar estalló en risas y comentarios de desprecio hacia ambos hombres problemáticos y, al tiempo algunos hombres se aproximaban a la chica para ayudarla de alguna manera, pero ella, con una sonrisa rechazó todas estas propuestas, fulminó al Alemán y al italiano y salió del lugar intentando recuperarse del golpe.
—Le dije que esto era un error. —Se quejó una vez salió se la taberna — Sabía que debía haber otra manera pero él nunca quiere escucharme... — Diría entre dientes mientras recostaba su espalda contra un árbol cercano—.
—¿Te importa si te acompaño mientras te quejas? — Diría el mismo rubio causante del dolor en su vientre, el cual había parecido repentinamente a su lado—.
—¿Que hace aquí, no tiene más peleas en las que meterse? — Soltaría ella casi con repudio—.
—No, por ahora no. —Dijo y río—.
—Como sea, ya lárguese, me molesta su presencia.
—Pues lo siento, pero no me iré hasta que me disculpes por lo del bar, ¿Considerarías hacerlo?
—De acuerdo, lo perdono —Diría ella con un pesado suspiro— ¿ahora se irá?
—Se que no es así de simple, no pareces una chica a la que le gusten las cosas fáciles. —Declararía él, divertido—.
—Y usted no parece ser de los que se rinden fácil, pero con todo respeto, no me interesa en lo absoluto. — hizo tanto énfasis en esto último, que parecía que pronunciaba cada una de sus sílabas con desprecio—.
—Tienes razón, soy así —Se quedó en silencio unos segundos y continuó— creo que no me he presentado, soy el teniente Adler Meyer.
—Y yo no se lo he preguntado así que guardese sus presentaciones.
La joven negaría con la cabeza y daría algunos pasos para alejarse del hombre, de verdad no quería tenerlo cerca, de repente Aleksandra detendría su caminar debido al sonido de una risa que claramente provenía del teniente Meyer. Se giraría con lentitud para volver a regañarlo, pero se detuvo, se había dado cuenta de que con todo lo que estaba pasando, jamás se detuvo a notar la apariencia en cierto modo atractiva del hombre y, mientras este le sonreía divertido, Aleksandra lo examinó de arriba abajo, iniciando desde sus pesadas botas de cuero, pasando por su elegante uniforme con una esvástica a cada lado de la chamarra, sus rojos labios y terminando en sus ojos, de un azul tan perfecto que se podía decir que se iluminaban a la luz de la luna, o tal vez eran las pequeñas lágrimas que tenía en los ojos por haberse reído tanto.
Aleksandra estaba tan concentrada en la apariencia del contrario que olvidó que era lo que iba a recriminarle al teniente, así que solo soltó un bufido y se giró nuevamente para seguir con su camino, aquel idiota no merecía su enfado y mucho menos su atención.
—Que tenga buena noche señorita — Diría él, con tono divertido antes de dirigirse hacia el bar—.
Cuando Aleksandra se aseguró de que el hombre no la seguía más, logró al fin, soltar el aire que había retenido todo este tiempo, no es que hubiera estado nerviosa, solo era que quería asegurarse de no fallar en ninguna de sus palabras.
—¿Que acabo de hacer? —Se lamentaría con un suspiro en voz baja mientras caminaba bajo la luz de la luna y de las farolas a los lados del camino—.
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Crónicas del amor y la guerra
Romance¿Alguna vez has sentido la necesidad de escapar de las despiadadas garras de aquello que llamamos destino? Durante la segunda guerra mundial este sentimiento era abundante, pero todos los que llegaban a pensar en ello desistían de la idea de cambi...