Capítulo III

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La chica ya había estado un mes entero alojada en ese enorme castillo, de verdad que disfrutaba de la compañía de todos, pero en especial se divertía mucho con el hijo del rey, quien siempre le recordaba que ella tenía un talento innato, y la animaba cuando estaba frustrada y un retrato parecía un churro con cara. 

Habían vuelto a encargarle hacer un cuadro a la joven que a la vista de todos, menos el rey la reina, era un hombre que se ganaba la vida pintando cuadros, representando la realidad de una forma maravillosa que les dejaba anonadados. Los caballeros de la guardia bromeaban con que ella era el hijo perdido de algún asombroso pintor de su época, pero que mantenía las apariencias quién sabe porqué. 

Ella insistía que simplemente no era tan buena y que el Italia había tenido a un gran maestro, nada más que eso. 

-Entonces, Florentino... - Habló casi a carcajadas el mejor amigo de Katsuki y mejor caballero de la guardia, conteniendo las ganas de explotar de la risa. - ¿Estás diciendo que no eres el hijo de algún pintor perdido de Italia? - La miró con una sonrisa, deleitándose con detalle de sus bonitas facciones faciales. Agarró un poco de aire con lentitud y continuó hablando de forma tranquila. - ¡Si tu nombre dice todo lo contrario!

Después de eso sí que estalló, estuvo riéndose durante un minuto por la reacción de ella. La chica sólo le podía observar con detenimiento inflando los mofletes, denotando su molestia y frunciendo el ceño todavía más.

-¡Pero Kirishima-kun! - Se acercó a él para zarandearlo un poco y seguir sonrojándose por la vergüenza que toda esa situación le obligaba a expresar. - ¡No seas tan malo anda!

-Lo siento jajaja. - Se rió de nuevo a medida que trataba de que ella dejara de moverle de un lado a otro haciendo que su cabeza le doliera levemente. Ella, al verle que había dejado de reirse, dejó sus aspavientos y suspiró soltándole delicadamente y mirando a otro lado.

Él la volvió a mirar y le revolvió el cabello animadamente, sonriendo con sus característicos dientes de tiburón, contento de que ella hubiera decidido perdonar sus tonterías que le dedicaba con simpatía y ternura.

-¡Oe dientes de tiburón! - La voz de el joven rubio de orbes carmines hizo eco en la sala de entrenamiento, haciendo que los dos, Kirishima y Uraraka, dieran un ligero respingo. El pelirrojo aún mantenía acariciando la cabeza de la chica con ternura, y por alguna razón, eso molestó al rubio. 

-¿Qué ocurre su majestad? - Después de cerrarlos labios al decir eso entre risas, desvió su vista hacia los camines del imponente chico, que estaba molesto por algo que ninguno de los tres entendía. 

Uraraka le dio un codazo algo más fuerte de la cuenta al caballero, y se tragó sus risas traviesas para ahora deleitarse con la presencia del que acababa de entrar con un notable rostro de angustia. Bakugou notó este gesto, y sus ojos se conectaron para hacer que los dos llegaran a un lugar lejos de las fronteras del castillo. 

Un lugar cubierto con un manto verde y niños corriendo felices por tener libertad en algún lugar de la tierra media. Un lugar que les producía a ambos una grata y cálida sensación que no querrían que jamás los abandonara. Y solo se estaban mirando sin querer que el tiempo pasara, para quedarse así toda una eternidad.

-Ah... - El amigo que ambos rompió el silencio, algo extrañado de la forma de la que se parecían dibujar con sus canicas el uno al otro. - ¿Y luego me dices que no te atraen los hombres? - Miró a la chica, y ella se sonrojó haciendo un escudo con sus brazos contra las sinceras palabras de Kirishima. Negaba con la cabeza lo dicho por él. 

- ¿Y cuál sería el problema su fuera así? - Se acercó a su amigo de cabellos rojizos e hinchó las mejillas nuevamente, como una linda ardilla.

-A mí me daría igual. - Respondió él alzando los hombros con un suspiro, poniéndole la mano en el hombro a la pintora del castillo algo cansado. - De hecho... - Dejó unos segundos el tiempo justo para dejarla espetante de lo siguiente y volver a picarla. - Parece que eres el único que tiene un problema con eso, ¿No Florentini? 

-¿¡Qué!? Pero, sí yo solo - No supo qué más hacer salvo correr de allí dudando algo de su sexualidad. Y eso que todo eso era realmente raro e inusual.

-Es alguien extraño. - Comentó el rubio pensando en lo que acababa de suceder en ese momento. Ahora fue su otro amigo quien le siguió como si esperara que fuera a decirle que a él también le atraían los hombres... - ¡No me mires así, idiota! 

-Creo que si fuera mujer, también te gustaría como ahora. - 

-¡¿Qué demonios dices?! - Espetó al que estaba a su lado que le había hecho sonrojar. - ¡Ya te he repetido que no me gusta ese tipo! - Se puso algo más serio y le observó de nuevo con enojo, poniendo cara de pocos amigos con sus particulares camines analizándolo todo de nuevo.

-Yo digo lo que se me pasa por la cabeza, no te pongas así, hombre... - Volvió a causarle gracia toda la situación, por lo que trató de ahogar sus risitas con su mano derecha ejerciendo bastante fuerza.

-¡Tú sólo concéntrate en tu trabajo de ver si hay alguien que quiere atacar el castillo! ¡Maldita sea, kirishima! - Realmente parecía que quería explotar la cara del chico de sonrisas brillantes. 

-No hay nadie que esté atacando el castillo, pero sí sé de alguien que está atacando tu corazón. - 

-¡¡Kirishima!! ¡¡Te estás ganando ir a la guillotina por hablar de más, imbécil!! 

Eijiro se puso a correr por su vida, riendo más por el rojo que inundaba la cara del chico, casi parecía que la pintora que había ido al castillo hubiera cogido su brocha y se hubiera puesto a pintar un bonito atardecer.

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⏰ Última actualización: Feb 18, 2021 ⏰

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