Capítulo I

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A primera hora de la mañana ya se escuchaban gritos en el enorme e imponente castillo de los Bakugo.

-P-pero... ¡Me ha costado mucho! ¡Por lo menos págame la mitad de lo acordado! - Ese pintor no debía jugar con su suerte, ya había sido mucho el hecho de que le hubieran dejado entrar en esa estancia dotada de los miembros más importantes de la corte, y la familia real.

-¡¡Que te pague un cuarto sigue siendo un maldito un robo!! - Bakugo le miró con ojos de demonio, ya se le había agotado lo poco que había acumulado de paciencia. Le dio un tic en el ojo, sin embargo, hizo lo imposible por calmarse un poco y no echar a patadas al autor de una bazofia de cuadro.

-¿Lo has visto?- Preguntó Bakugo señalado el cuadro que llevaba en sus manos y que había pintado el hombre que estaba delante de él. - ¡Parece que no aprendiste jodidamente de anatomía! ¡No sé si no te habrás fijado, pero no tengo la nariz aquí! - Se señaló la frente. Estaba volviendo a cabrearse, y normal, ya habían pagado parte antes de empezar el encargo, y ahora, siendo bueno, pagaría la cuarta parte de lo que tenía que pagar en la segunda parte.

-Sí, pero-

-Pero nada, ve a otro lugar y aprende a pintar. - Siendo él se comportó mucho. Realmente cualquiera se hubiera ofendido si, siendo el hijo de los reyes, te dibujan como una babosa con la nariz donde debería estar la frente, los brazos flojos, la chaqueta deformada y... ¡Los ojos no eran del color que debía ser! ¡Marrones! ¡Había pintado sus ojos de color marrón!

El pintor se alejó de allí triste y con la cabeza y el espíritu decaídos.

Esa escena fue la primera impresión, del heredero al trono, de la joven Ochako, que iba disfrazada de hombre, porque siendo mujer jamás la dejarían acercarse siquiera a los nobles y pintar algo para ellos siendo una campesina.

Se había hecho un bigote falso y, con ropa ancha, había hecho lo posible para ocultar el hecho de que era una mujer con buenas curvas. En su cabeza descansaba una boina para dar algo de impresión.

Hablaría con acento italiano para que pareciera que había estudiado las bellas artes. Si eso tenía sentido, ella lo veía algo lógico.

Digamos que aprendió a pintar observando a los que eran aprendices de un buen pintor de una ciudad en la que había estado viviendo y también un poco de manera autodidacta.

-¿Ah? ¿Y tú quien malditamente eres? - fue lo que salió de los labios de Katsuki una vez sus ojos dieron con ella. La miró de reojo, por alguna razón, quería aplastar la cara de aquel estaño.

-Soy Florentino Bigotini, vuestro próximo pintor. - Lo dijo con firmeza, frunciendo un poco el ceño, haciendo su voz considerablemente más grave y moviendo su mano derecha en forma de pinza arriba y abajo repetidas veces para que el acento le saliera sólo.

Lo mejor es que su acento era perfecto.

Katsuki la miró con atención.

-¿Qué clase de nombre es ese? - Clavó su mirada con fuerza en ella y al mismo tiempo que sus labios dejaban escapar las palabras, levantaba su ceja izquierda. ¿Era eso una broma acaso?

-No sé, el que me puso mi madre italiana. - Mintió con descaro. Sonriendo de forma triunfal, mirándolo como si ya supiera que iban a afectar su oferta de trabajo.

-Lo que sea. - Resopló con algo de desgana, respiró con lentitud, llenando completamente sus pulmones y soltando al final. - Espero que dibujes mejor que esto, Cara de "Bigotini". - Le hizo un ademán para que le echara un vistazo, ella le hizo caso.

Ya había visto antes el cuadro, desde esta distancia, teniendo la capacidad de apreciar todos los detalles, era mil veces más gracioso, por lo que no pudo hacer otra cosa que morderse el labio inferior para no reírse a carcajadas.

-Por supuesto, ¿por quién me tomas? - Las palabras del rubio la molestaron, si había venido allí era porque era buena en lo que hacía, y si debía ponerse un bigote para cumplir sus sueños, definitivamente lo haría.

-Pues no sé, te llamas 'Florentino Bigotini' - Fue lo que dijo justo antes de echarse a reír con más fuerza que antes.

-Eyy Ni siquiera sé cuál es tu nombre a lo mejor es tan "ridículo" como el mío. - Ochako se quejó mirando cómo él mantenía una leve sonrisa por seguir riendo internamente.

-Tsk, mi maldito nombre es Katsuki, Bakugo Katsuki. - Una vez recobró la compostura habló manteniendo sus esferas rojizas con las de ella.

-Ya... - Se frustró porque el nombre de él no era ridículo ni sin sentido. Sin embargo, se le quedó mirando por breves instantes, quería burlarse de él, y también quería decirle que de alguna manera, era terriblemente lindo. - Pues tú tienes el cabello de un cuerpo espín. -

-Bigote andante, ¿quién te ha dado jodido permiso para burlarte de me maldito cabello? - sus manos se apretaron con fuerza y le comenzó a hervir la cabeza, nunca le gustó arreglarse, le gustaba lo cómodo, por eso jamás se peinaba.

-Tú te has reído de mí nombre, que es señal de mi identidad, y aunque sé con seguridad que no es el más bonito, es el que me puso mi mamá y me gusta por ello. - Le encaró con absoluta facilidad al rubio de ojos de demonio y con el ego ligeramente herido.

-Tú céntrate en pintar jodidos cuadros y luego ya hablamos. - Mencionó extrañamente calmado, en su mente lo había declarado como empate, y a Ochako le parecía bien hacer una tregua para variar.

-De acuerdo Bakugo. - Ambos sonrieron y entraron al lugar donde rey y reina trabajaban con sus sin fin de tareas reales.

-En serio... ¿Qué clase de nombre es ese? - Bakugo giró la cabeza hasta que carmín y café se mezclaron, conectándose a la vista del otro.

-U-un nombre. ¡Como cualquier otro! - Se arrepintió por no haber pensado más en un nombre más normal.

Serían días complicados, rezaba porque no descubrieran el hecho de que iba disfrazada y que la ejecutaran por ello por engaño a la realeza, ella quería ganar dinero y ayudar a su familia... Sólo eso.

Retratos por encargo [kacchako]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora