—¿Como luzco? —después de estar una hora y media buscando vestidos en el centro comercial, Cylia por fin había encontrado uno de su agrado.
—Es bonito —el rostro de Cylia se iluminó en una sonrisa—. Si quieres parecer una abuela, claro.
—Por lo menos yo si me tomo mi tiempo para escoger el indicado y no el primero que me guste —la mirada de Cylia se dirigía a la bolsa de Clementine, quién había escogido un vestido bonito, pero según Cylia ni siquiera había visto los demás.
—Fue una especie de conexión, las vibras de este vestido son iguales a las mías.
—Creo que ya no estamos hablando precisamente de vestidos...
Era obvio, Cylia había descubierto a su querida prima en la cama con el patán del curso, sin embargo Clementine alegaba que estaban enamorados y que el era el indicado.
—El me gusta y tú no puedes hacer nada al respecto —la firmeza en la voz de Clementine alteró de inmediato a Cylia.
—Cariño, tu puedes hacerlo con quien te da la gana, el problema es que ese patán es demasiado mal partido para ti —Clementine la ignoro por completo—Sería una deshonra para nuestro apellido.
Lexington, el apellido que las ataba a él rey de la isla Blushwood, el apellido que las condenaba a competir entre ellas para saber quien será la próxima gobernante.
—El apellido da igual, ya te lo explique.
—No, no da igual. No puedes decir que da igual cuando sabes que ese apellido te puede dar de comer sin tener que trabajar en ningún momento de tu vida, sabés perfectamente que somos unas privilegiadas —el tono de una excéntrica sabelotodo, Cylia siempre tenía ese tono de voz.
—Entonces te estás negando, ¿Le estás negando que le de esa posibilidad a un joven de menores recursos económicos y menor posición social que nosotras?.
—No —un tono frío se podía notar en la voz de Cylia—Estoy ayudando a que no se te niegue esa posibilidad a ti.
Clementine guardo silencio mientras Cylia sonreía victoriosa, con su característico egoísmo.
—Me gusta este vestido —Clementine dio un suspiro pero terminó aceptando que Cylia haría caso omiso a su sugerencia y decidieron por fin pagar e irse del centro comercial.
El centro comercial no quedaba lejos de la mansión Lexington por lo que se les dejaba ir caminando solas. Todos las observaban como si fueran fenómenos de circo, algunos con asombro y cariño, otros con odio y claro, también con envidia.
Faltaba demasiado poco tiempo para la boda de Alessandra, la hija menor del abuelo Arthur, probablemente —Cylia estaba segura de ello— ese día también se daría a conocer el nombre de la persona que será gobernante de Blushwood cuando el abuelo muera.
—¿A quien crees que va escoger? —preguntó Cylia, deseando saber la respuesta su prima.
—Estoy segura que no a mi —Arthur despreciaba a Clementine, ella no estaba segura de porque, habían varios motivos pero ninguno lo suficientemente fuerte como para odiar a tu nieta.
—Deja de decir esas cosas, el te quiere —la mente de Cylia se desvío en un montón de recuerdos, todas la veces que Arthur trató mal a Clementine hasta el punto de hacerla llorar se encontraban ahora mismo en la mente de Cylia—Aunque sea solo un poco...
Clementine ni siquiera se puso a reprochar a Cylia o a tratar de engañarse a sí misma, ella solamente sabía que Arthur la detestaba.
Unos grandes muros estaban a la vista de las primas Lexington, la mansión ocupaba al rededor de una manzana entera o más. Los porteros las recibieron con amabilidad y abrieron las enormes puertas de la entrada.
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El Valle de las quimeras
FantasiaAveces los sueños pueden parecer bastante realistas, en mi caso eran realidades que parecían sueños.