Clase de piano

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Revisó otra vez el papel entre sus manos, memorizando cada nota.

El trabajo los tenía demasiado ocupados, el dúo había rentado un apartamento para tener su área de trabajo, era bonito, tenía sus lujos, pero lo que más les encantó fue tener una hermosa vista hacia esa gran torre tan característica de su ciudad. El par se había organizado, pensaban hacer un nuevo álbum y querían prepararse, aunque la mayoría de sus lanzamientos anteriores eran éxitos, ellos le ponían todo su empeño para que su proyecto fuera de gran calidad.

Pero sin poder evitarlo, habían surgido algunas pequeñas complicaciones, por ello, Thomas tuvo que salir, se había dado cuenta que le faltaban algunos materiales y sin ellos no tendría la posibilidad de seguir trabajando. Le avisó a su compañero de la situación, y este muy comprensible entendió, por lo que despidiéndose cordialmente, el plateado salió, dejando a Guy sólo en el apartamento.

Había escribido algunas canciones, pero solo eran prototipos, ideas que se venían a su casco, cada vez que sentía alguna inspiración, pero quería tomarse un descanso, había estado toda la mañana ocupado y deseaba con ansías relajar sus circuitos. Se sentó en el sofá de la sala de estar, justo al lado de un gran ventanal que le daba vista a esa gran torre.

Pero sus sensores de atención se activaron en un objeto en particular.

Su vista se había posado completamente en un piano, era el piano de Thomas, pero a diferencia de otros, este era antiguo, su madera era oscura, pero estaba pulida y brillante, al igual que su asiento, el instrumento a pesar de los buenos cuidados, se le notaban los años encima. Thomas le había contado que ese fue su primer instrumento y que gracias a el, había dominado el arte del piano, Guy no dejaba de observarlo, él no era bueno con ello, prefería la batería o el bajo, pero nunca fue bueno con ese hermoso instrumento de cuerda.

Y ahora no sabía en qué momento procedió a hacer lo que estaba haciendo.

Dejó el papel en el pequeño atril y cuidadosamente sus manos bajaron hasta tocar el helado teclado con sus dorados dedos y comenzó. Al principio fue algo lento, sus dedos tocaban con precaución, pero a la vez con torpeza, como si fuera un niño con un juguete nuevo. Guy miraba de vez en cuando el atril, siguiendo cada nota, pero el fuerte sonido desafinado fue su aviso de haber presionado la tecla equivocada.

Volvió a intentarlo desde el principio, pero nuevamente tropezó en el mismo punto.
Guy se quejó para sus adentros, no tenía caso, era un completo desastre para este instrumento.

—Te estás confundiendo de teclas.

Dio un salto en su propio lugar y se volteó rápidamente al escuchar esa voz, Thomas estaba cruzado de brazos, descansando en el marco de la puerta, mirándolo fijamente.

—¿Hace cuanto tiempo estás ahí? — Guy le preguntó, algo incómodo. Tratando de entender en qué momento había llegado.

—Lo suficiente. — Thomas le respondió, divertido.

Guy apartó su mirada con algo de vergüenza. —Mi sistema no está apto para esto. — soltó, resignado, justo se iba a levantar, pero unas manos en los hombros lo detuvieron.

—Yo te puedo ayudar con eso. — no había entendido a lo que se refería, pero sus sensores de tacto se tensaron y sus circuitos comenzaron a enloquecer cuando sintió como el pecho de su compañero tocaba su espalda, Thomas se había sentando detrás de él, sus brazos lo rodeaban, posicionando sus manos plateadas a cada extremo del teclado. — Sigue mis manos. — le susurró.

Estaba tan embobado que ni siquiera protestó, obedeciendo, sus doradas manos quedaron a su lado y comenzó otra vez. Thomas era increíble, sus manos se movían con tal agilidad y elegancia, pero con mucha precaución para que Guy pudiera seguirle el ritmo, cuando daba los tecleos, hacía una pausa para que su compañero lo repitiera, así y sucesivamente hasta que llegaron a la parte de la complicación.

Hubo un momento en el que Thomas dejó que Guy tocara sólo, y parecía ir bien, pero mientras avanzaba en la canción, el plateado notó como su compañero disminuía la velocidad entre los nervios. Y justo cuando iba a cometer el mismo error que lo tenía estancado, Thomas tocó sus manos.

Sus dedos rozaron con dulzura, sus manos lo guiaron a las teclas correctas, enseñándole con suma pasión. Ni siquiera pudo evitarlo, pero fue un impulso, su casco plateado se había ladeado, tocado suavemente el de su compañero, su cuerpo fue como un imán para ambos, acercándose lo más que podían.

La melodía los envolvía, Guy había dejado de tocar, su núcleo orgánico latía con fuerza, podía sentir la velocidad de cada palpitar y mientras que se acurrucada aún más en el pecho del plateado, sus circuitos se fundían entre la emoción. Thomas seguía tocando, inspirado, dedicándole esa más pura balada a su querido dorado.

Los robots eran conocidos por tener carencia de sentimientos, pero para ellos esa regla no existía, mientras que Guy poseía un corazón, Thomas no tenía uno, solo un cerebro, uno que le permitía guardar todos esos momentos especiales que solo ambos vivían. Los robots no pueden amar, una gran mentira que ellos pueden contradecir.

La habitación estaba sumida en la bella melodía, Guy no se despegaba de el pecho de Thomas y este descansaba su casco plateado en el hombro de Guy. Disfrutando la compañía del otro.

Tal vez, el siguiente álbum sea romántico.

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