I - La chica en la tienda de antigüedades
Una de las reglas más básicas del universo se resume en la cantidad de masa que posees como objeto. Entre más masa tengas, más grande será tu fuerza gravitacional y, por ende, tenderás a atraer objetos cuya masa es menor a la tuya. Es esa la razón por la que orbitamos alrededor del sol y, al mismo tiempo, la luna orbita alrededor de nosotros.
Las personas no somos muy diferentes. Más allá de ser cuerpos con una influencia gravitatoria ínfima, me gusta pensar que, con independencia de su masa, hay personas que tienen una atracción gravitacional tan grande que los pequeños cuerpos celestes que somos el resto de nosotros, terminan girando alrededor de ellos.
Max Kane era una de esas personas. Aunque no supe de su existencia hasta que, por suerte, una de nuestras clases coincidió. Más allá de ser atractivo, lo que más me llamó la atención fue su seguridad, no como la del hombre promedio que efervece narcisismo, sino esa que reflejas cuando eres consciente de tus conocimientos y eso no te hace sentir superior al resto de los mortales.
Suspiré, cerrando la cuenta de instagram que utilizaba para revisar su perfil de vez en cuando, por más que quisiera, tenía cosas más importantes que hacer. Continué mi lectura sobre física experimental. Las gotas de lluvia golpeaban la ventana de mi cuarto de manera incesante. Kaira, mi mejor amiga y compañera de habitación, se encontraba desparramada a los pies de su cama leyendo un nuevo libro de ficción histórica, su género favorito.
Llevaba un pijama de osos, y algunos esmaltes de color pastel yacían alrededor de sus pies descalzos mientras se dedicaba a soplar las uñas de su mano derecha con fuerza excesiva. Desvié la mirada hacia el techo, sintiendo el gruñido de mi estómago. Suspiré; eso solo podía significar una cosa: era más de medio día y no le había otorgado a mi cuerpo más que un café insulso y quemado.
—Tengo hambre —me lamenté en voz alta.
Kaira levantó un dedo, indicando que estaba a punto de terminar algún episodio importante; por ende, no me respondería al instante.
—No me ignores, hace una hora dijiste que me invitarías a comer y no he visto ningún avance.
La rubia me observó por el rabillo del ojo.
—Ya te dije mis condiciones —habló por fin.
Me incorporé de la cama, indignada. Con la comida no se jugaba de esa manera.
—Y yo ya te dije que no faltaré a la clase de física para acompañarte a "echarle un vistazo a la ciudad".
—Oh, vamos, Irina, me llevas prometiendo un tour desde que llegué.
Eso era cierto. Desde que Kaira se había transferido de su anterior universidad, le prometí, de una u otra manera, sacar el tiempo necesario para mostrarle los alrededores, aunque ni yo misma conociera mucho. Las dos éramos foráneas; no obstante, yo había permitido que la vida académica consumiera todo mi tiempo libre. Pero ahora que estábamos de nuevo juntas, me vi obligada a reorganizar mis horarios para pasar más tiempo con ella.
Suspiré antes de revisar la hora en mi móvil. Teníamos alrededor de dos horas para ir y volver, tiempo suficiente para ir, comer y regresar. Volví a entrar a mis redes sociales mientras fingía pensar para que Kaira se tranquilizara; al refrescar la página, la foto de perfil de Max se iluminó con un halo rosa a su alrededor.
Además de ser el representante de la facultad de Derecho y Ciencias Políticas, Max también era bastante popular en la ciudad gracias a que utilizaba su cuenta de instagram para compartir y recomendar establecimientos gastronómicos que, de otra manera, no serían tan frecuentados.
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NYXE (Reescritura)
RomanceIrina está segura de pocas cosas en su vida: le fascina la astronomía, su mejor amiga ha sido la misma durante cuatro años, sabe que la luz del Sol tarda 8 minutos y 20 segundos en llegar a la Tierra, y gusta de Max Kane... bueno, al menos hasta que...