Era un día soleado, sin ganas de hacer nada y tomar una realmente fría limonada. Tenía muchas cosas que hacer, pero que más da. Ninguna persona que conozca es realmente responsable de sus deberes. Nunca he tenido necesidad de trabajar, ¿Quién trabaja con padres millonarios? Yo creo que nadie. Estaba tomando el sol en mi terraza cuando la sirvienta interrumpe el momento de paz.
-Señorita, su… abuelo le mando hablar –acomodo su traje y sonrió un poco nerviosa. Las personas reaccionan así al saber que interrumpieron algo que me importa, y creo que necesito.
-Mejor haz algo productivo y deja de molestarme. Gracias. –arregle mis gafas de sol y cerré los ojos. La maldita tipa seguía ahí, ¿esta sorda o algo parecido?
-Pero…
-¡Que te largues, joder! –le dije en un tono alto. Asintió y se retiró a sus deberes, a lavar el piso, que se yo. Escuche pasos acercándose a mi puerta. Joder, mi abuelo.
-Señorita holgazana, ¿está a gusto, o gusta que le traiga más limonada? –dijo mi abuelo, sonando un poco sarcástico. Mi abuelo es de cabello negro, nunca ha padecido de canas, millonario. Me cuida mientras mis padres están de viaje de “negocios” cuando se que solamente van a pasar el rato en algún lugar, o coger.
-Hola abuelo, gracias por preguntar si estoy bien. –ruedo los ojos y me quito las gafas para poder mirarlo mejor.
-Querida Treena, eres una holgazana sin remedio. –se sentó en mi cama y me miro.
Viejo loco.
-Gracias, viejo. –sonreí al pronunciar las palabras.
Rodo los ojos y me miro- tienes que salir de aquí y dejar de ser una adolescente caprichosa, ser independiente o algo. ¡Haz algo! –dijo, tratando de no levantar la voz y sonar firme.
-No porque estés a cargo de mí, significa que me puedas decir que hacer. –me levante y coloque mis pantalones quedándome en traje de baño por la parte de arriba.
-Sí, sí puedo, querida nieta. –bufo y sonrió. ¡Argh! Como odio que tenga razón en todo.
-De acuerdo, ¿Qué quieres que haga? –apreté sus mejillas y me puse una blusa color rosa coral.
-Un amigo… -comenzó a decir.
-Sí, claro. –dije, saliendo de la habitación antes de que pudiera escucharlo. Me reí y salí de la casa. Tengo una amiga, se llama April. No es nada parecida a mí. Trabaja de lunes a viernes en una cafetería atendiendo a las personas desde la barra. La conocí en la primaria y desde ese día, somos inseparables. Su familia no es millonaria, es de clase media. Pero tampoco es una necesitada. Llego un automóvil color azul marino deteniéndose frente a mí.
-¡Hey nena, pásame tu numero! –grito April desde el automóvil. Me reí fuerte y subí.
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¿Puedo empezar de nuevo?
Aventura¿No haz tenido todo lo que quieres? -me preguntó. -Sí.-le respondí- más nunca he tenido amor.