Marcus
Sentado en mi despacho fantaseo con la cara de Leandro cuando se entere que su hija menor se ha casado con su enemigo. Se me escapa una media sonrisa que no puedo ocultar. Pagaría la mitad de mi fortuna sin dudarlo.
Llamo unas cuantas veces al teléfono de Mía. Lo tiene apagado. Me enfurece no poder contactar con ella y decido que, en cuanto mañana venga a vivir aquí conmigo, quiera su padre o no, tendré que enseñarle como debe comportarse y como debe estar disponible por si la llamo o la necesito en cualquier momento.
Tengo preparado un pequeño ejercito de hombres para mañana por si Leandro decidiera hacer las cosas difíciles. Tiene que entender que su pequeña y dulce hija ahora es mía y él ya no pinta nada.
Unos toques en la puerta hacen que rompa el hilo de pensamientos.
- Pasa - digo sin levantar la vista de los documentos que ni he leído.
Dante, mi hombre de confianza y guardaespaldas entra. Lleva toda la vida a mi lado. Nos entendemos sin necesidad de andar explicando en cada momento lo que quiero, que es lo que suele pasar con los novatos. A veces tengo que controlarme para no meterles una bala entre ceja y ceja.
- Señor - dice acercándose.
Frunzo el ceño.
- ¿Qué ocurre? - tiene la mandíbula apretada y los puños cerrados a ambos lados de su cuerpo. Pocas cosas pueden hacer que Dante se tense.
- Hay rumores - titubea. Algo muy malo ha tenido que ocurrir.
- Sueltalo ya joder ¿qué cojones ha pasado? - me está poniendo de los putos nervios.
- Nuestro informante en la mansión de los Carusso acaba de llamar - pinto una sonrisa en mi cara.
Estaba esperando las primeras informaciones de como había ido la cosa. Si Dante está así, es porque ha debido ser apoteósico. Froto las manos disfrutando del momento.
- ¿y? - insto a que siga.
- Dice que.... Bueno que Mía ha desaparecido y que dejó en su habitación una carta de despedida - termina bajando la voz hasta convertirla en un susurro.
Esa estúpida niña ha intentado escapar de mi. Meses haciéndome el en contradizo, haciendo estúpidos selfies con caras que no había puesto ni de pequeño. Hablando de mierdas de amor y corazones para que intente pegármela ahora que oficialmente es mía.
- Encontradla y traedla de inmediato - levanto la voz más de la cuenta.
- Señor... - garraspea buscando las palabras adecuadas - era una carta de suicidio en la que se despedía.
Coloco las palmas sobre la mesa. Jamás habría pensado que Mía era de las que se rendían, a no ser que cuando la dejé en casa pasará algo que se me escapa. Me quedo mirando a Dante incapaz de asimilar la información. Simplemente no puede ser. Ella no puede morir.
Bajo la voz y entrecierro los ojos.
- A que cojones esperáis todos para salir a buscarla - Amenazo.
Asiente una vez con la cabeza y sale diligente del despacho. Vamos a llegar a tiempo. Estoy convencido, voy a encontrarla y a quitarle esa estúpida idea de la cabeza. ¿Prefiere morir a estar a mi lado? El amor no puede desaparecer de un día para otro y ella está locamente enamorada de mi. Cuando le propuse matrimonio sin apenas conocernos se emocionó muchísimo.
Pasan las horas y no tengo ni una puta llamada diciéndome algo. Me sirvo un whisky Escocés, su aroma a miel, frutos y vainilla me enganchó desde el primer día.
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Entre Mafias
RomanceOs voy a contar como me encontré en medio de dos bandas rivales, dos mafias enemigas desde siempre, dirigidas por dos hombres fríos y crueles, uno de ellos mi padre; organizó mi asesinato. El otro es Marcus Moretti, mi marido, el hombre que se casó...