Mía
Lo primero que hago en cuanto llego a Siracusa es buscar un lugar para dormir. Empezar de cero no es fácil, pero mucho más difícil es volver del lugar al que quería mandarme mi padre.
Encuentro un pequeño hostal, medio destartalado y con las paredes desconchadas, pero como se supone que debería mantener un perfil bajo, el lugar me parece perfecto. Tengo que buscar un trabajo, aunque antes que eso lo mejor sería encontrar a alguien que pudiera falsificar todos mis documentos, ya que estoy muerta con mi nombre oficial.
Un hombre gordo y con una camiseta de tirantes blanca llena de manchas que no quiero ni pensar de que pueden ser, me mira arrugando la frente.
- Nombre - No hay ni rastro de emoción en su voz.
- Buenas, me gustaría alquilar una habitación. Mi nombre es Lola.
Levanta las cejas dando por sentado que miento. Si le resulta tan fácil saberlo es porque por aquí deben pasar muchísimos mentirosos a diario.
- Mi madre es Española - intento justificar - de ahí mi nombre.
El hombre escribe en el libro de entradas .
- A mi no tienes que darme ninguna explicación, monada.
Tira una llave sobre la mesa y coloca la palma boca arriba esperando algo. Dudo durante una fracción de segundo, pero al ver que el hombre no reacciona, saco unos cuantos billetes y los dejo encima de su mano.
- Bueno... Pues... Muchas gracias - digo cogiendo la llave y subiendo la escaleras.
Abro la puerta. Lo primero que noto es el fuerte olor a humedad que sale de dentro. Tengo que taparme la nariz para evitar las arcadas. Nunca he sido escrupulosa. Cuando hice las prácticas de enfermería me tocaron los trabajos que nadie queria; limpiar heridas infectadas y cosas así, no me importa, pero esta habitación es lo más asqueroso que he visto en mi vida.
Tengo que hacer de tripas corazón y entrar. Me encuentro con un espectáculo dantesco, paso la mano por encima de mis ojos cerrandolos un momento. ¿Qué clase de animal tiene las habitaciones así? Todo lleno de humedades, el polvo campa por todas las esquinas y la colcha de la cama tiene tantas manchas viejas que no reconozco su color original.
Pasan los días y cada vez estoy más desanimada ¿Marcus lo tenía todo preparado? Las risas, las bromas, las noches de pelis románticas, el sexo... ¿Todo falso? De vez en cuando millones de preguntas cruzan mi mente como pequeños rayos. Yo era ajena a todo, no formaba parte de la mafia de mi familia y aún así, he sido el objetivo de Marcus, supongo que fue porque era la más estúpida.
Mi padre que tanto amor me dio, planificó mi muerte sin dudar, sin una lágrima. Esa es la verdad de mi familia, donde deberían tener el corazón, ellos no tienen nada, simplemente está vacío... Y mi hermano.... No quiero ni pensar en él. Tengo que dejar de sentir lastima de mi misma porque para lo único que sirve es para hundirme más.
Mes y medio más tarde mi vida esta más o menos encarrilada. Antes de irme del hostal conseguí que el tipo me pusiera en contacto con otro tipo que falsificada papeles. He llegado a la conclusión de que para ser falsificador o amigo de ellos tienen que tener un armario lleno de camisetas blancas llenas de mierda, porque sino, no me explico que los dos vistieran de la misma forma dejada y sucia.
Bueno, después de llamarme Lola Ramírez, me mudé a un pequeño estudio, me apunté a clases de defensa personal, porque se que he sido inocente, demasiado, pero aprendo rápido y se que de la mafia no se puede escapar, al menos no para siempre, si aprendo a defenderme, tal vez tenga una oportunidad si necesito volver a escapar. También conseguí un trabajo, no es de enfermera que es lo que estudié, pero de momento me servirá para tener ingresos y no terminar de gastar lo que conseguí sacar de la caja fuerte.
Llego al bar donde trabajo de camarera. Cada noche tengo que lidiar con infinidad de pervertidos, pero con un poco de mano dura se dan por vencido rápido.
- Buenas noches Lola ¿cómo estas? - pregunta Meg, mi compañera.
- Bien, bien, preparada para lo que nos espera - bromeo pasándome la mano por la frente.
Sonríe y sigue su camino para cambiarse de ropa. Nos quitamos nuestros pantalones y camisetas normales que usamos a diario y no ponemos una camiseta negra con lentejuelas atada al cuello, debajo del pecho hace pequeñas olas dejando el ombligo al descubierto, una minifalda negra y unos tacones rojos. Así, insinuamos a los hombres que vienen a nuestro bar y beben mucho,que pueden irse con una de nosotras. Es humillante, lo se. Trozos de carne sexy, pero el sueldo es realmente bueno y eso es lo único que importa.
Conforme avanza la noche más se llena el bar. Es difícil caminar contoneándote con una bandeja de bebidas en la mano y encima usar tacones de diez centímetros.
Una mano en la parte baja de mi espalda llama mi atención, una vez más.
- Caballero ¿necesita algo? - pregunto amable.
- A ti - lo dice como si fuera súper original. Escucho esa frase más de diez veces cada noche.
Sonrío metiendo un mechón de pelo tras la oreja.
- ¿Una Copa tal vez? - Su cara amable desaparece.
-¿Estás sorda? - Dice acercándose demasiado y convirtiendo en grilletes sus dedos alrededor de mi brazo.
Un hombre joven y bien vestido. Su primera apariencia es engañosa. Ahora todas mis alarmas gritan PELIGRO en rojo brillante.
- No señor, no tengo ningún problema de oído - Digo con la voz más dulce que soy capaz de simular - Pero yo solo sirvo copas, soy camarera.
- Tu serás lo que yo diga que seas - tira de mi alejándome de la barra.
Su intención es sacarme fuera y eso es algo que no puedo permitir. Antes de que ponga a prueba mis habilidades de defensa personal, una mano le estampa la cabeza contra la barra. El golpe tira varias copas, pero eso no hace que se amilane el hombre que se ha acercado para ayudarme, le levanta la cabeza y la vuelve a golpear más fuerte todavía.
Sus dedos han llamado mi atención, sus tatuajes comienzan en ellos y avanzan a lo largo de su brazo, se donde terminan sin necesidad de verlo, y peor aun, se a quien pertenecen. No puedo creer que me haya encontrado.
Me armo de valor para levantar la vista hasta sus ojos. Marcus me observa con sorpresa. Antes de que reaccione salto la barra y corro hacia la salida trasera. Tengo que escapar, pero ahora sabe que no estoy muerta. Si me alcanza es mi fin.
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Entre Mafias
RomanceOs voy a contar como me encontré en medio de dos bandas rivales, dos mafias enemigas desde siempre, dirigidas por dos hombres fríos y crueles, uno de ellos mi padre; organizó mi asesinato. El otro es Marcus Moretti, mi marido, el hombre que se casó...