Capítulo 4: Cosas de Dioses

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Bella

Bajamos a la sala donde nos encontramos con un hombre y un muchacho. El que asumí era el padre de Elena era alto, pelinegro, con barba poblada con algunas canas, se podía ver que estaba entrado en años pero no porque se viera viejo ni mucho menos sino por sus expresiones completamente maduras e imponentes, lo que más resaltaba además de su actitud seria e intimidante eran sus ojos azules, iguales a los de Elena, azul eléctrico que te eriza la piel y había algo más, algo que con mi olfato vampírico saltaba como chispas, olía a ozono, desprendía una esencia única, totalmente diferente a todo lo que había percibido antes en humanos, lobos y vampiros, era como si emanara de su ser un oxigeno completamente puro.

El muchacho, por su parte, no compartía parecido con el otro hombre salvo por esos ojos que indudablemente debían ser heredados, era rubio y musculoso, con una pequeña cicatriz cerca de la boca que se hacía más evidente cuando le sonreía a Elena, de una manera tranquilizadora y llena de cariño, una sonrisa fraternal y protectora, una sonrisa que odié cuando Elena corrió a abrazarlo.

El padre de Elena fue el primero en romper el silencio, con esa voz profunda y poderosa que  te hace imposible decir que no.

—Necesito hablar con mi hija a solas.

Más que petición, sonó como una orden, todos nos miramos preguntándonos qué debíamos hacer, claro que Carlisle y Esme con sus buenos modales nos obligaron a salir y darles la privacidad que pedían, me reconforté al pensar que aún a 2 km podríamos escuchar con claridad su conversación, amaba mis nuevos y agudizados sentidos.


Elena

No podía creerlo, estaban aquí, habían venido. No me pude contener al ver a mis salvadores y en cuanto estuve a un salto de distancia de mi padre y de Jason corrí a abrazarlos. Mi padre con ese modo tan de Dios todopoderoso que tiene logró que los chupasangre nos dejaran solos, no podía estar más feliz.

—Gracias padre, no aguantaba un segundo más con ellos, vamos a casa por favor, ya hice todo lo que debía hacer aquí.

Me tomó el rostro con cariño y su mirada era paternal y de disculpa, ¿de disculpa?, un momento.

—¿Qué está ocurriendo? ¿Qué es lo que vas a decirme? No viniste solo para llevarme a casa ¿cierto?

Jason se colocó detrás de mí y me abrazó, ya lo veía venir, debía ser peor de lo que me temía si trataba de contenerme desde antes de decirlo.

—Hija debes comprender que en la vida hay situaciones que por más incómodas o dolorosas que nos resulten debemos enfrentar y...

—Sí, sí, sí puedes ahorrarte el sermón de lo entenderás cuando seas adulta, ya me lo dio mamá hace años cuando me dijo que tenía muchos medios hermanos.

Mi padre suspiró cuando mencioné a mamá y su gesto serio y solemne se suavizó un momento pero solo un momento antes de poner su mejor cara de soy tu padre, soy Zeus rey de todos los Dioses y si no te basta también soy más alto, más sabio y más fuerte que tú así que harás lo que diga.

—Te quedarás a vivir en Forks y bajo la custodia de tu hermana.

Todo se detuvo y sus palabras giraron sin parar en mi cabeza, acto seguido exploté por ¿tercera? vez en el día, había perdido la cuenta.

—¿Qué? ¿Te fuiste de fiesta con Dionisio o solo perdiste la cabeza? No puedo quedarme aquí bajo la custodia de unos vampiros con los que yo no tengo nada que ver, Isabella al igual que todos esos Cullen no son nada para mí, mi hogar, mi familia, están en el Campamento, no me quedaré, no lo haré...

—Lo harás porque no tienes otro lugar a donde ir, el Campamento está cerrado para ti, solo he venido a decirte que esta es tu nueva realidad y debes aceptarla el cómo decidas hacerlo esa es tu decisión y no intentes contactar a Ares ni a tus tíos ni demás hermanos que el Olimpo entero está advertido y nadie responderá a tus llamados.

No podía creerlo, me estaba abandonando, había perdido a mi madre y al mismo tiempo había perdido todo lo que pensaba me pertenecía, mi hogar, mi familia, mi identidad. No podía sentirme más rota y vacía y solo pude sentir cómo las lágrimas caían por sí solas y lo único que atiné a preguntar fue

—¿Por qué?

De nuevo, el gesto de mi padre se suavizó y, por primera vez en lo que pareció una eternidad, me abrazó.

—Sé cómo te sientes y lamento que debas pasar por tanto pero tú mejor que nadie sabes que hay cosas que no se puede explicar, cosas incluso más allá del poder de un Dios, todo esto es necesario y lo entenderás cuando llegue el momento hasta entonces solo debes recordar que el destino solo nos puede destruir si nos resistimos a él y nunca, nunca olvides quién eres. 

Y sin más dio un vistazo a Jason y desapareció en medio de un rayo, mi hermano también me abrazó y me entregó una mochila, antes que pudiera decir cualquier cosa me detuvo.

—Solo tengo unos minutos, fue todo lo que conseguí que me dejaran estar contigo. Quiero que sepas que en verdad hay un motivo para todo esto y que los chicos y yo nos encargaremos de que todo pase lo más rápido posible para que puedas volver con nosotros, hasta entonces aquí tienes todo lo que puedes necesitar para sobrevivir aquí y trata de no ser tan cabezota y quién sabe quizás hasta termine gustándote estar aquí.

Me abrazó de nuevo y lo sabía se iría pronto así que lo abracé con todas mis fuerzas hasta que en el lugar donde antes estaba mi hermano solo hubo aire, aire frío y liviano que me hizo saber con total certeza que realmente y como nunca estaba sola.

Amanecer: Una semidiosa en la familia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora