Capítulo 3: Lucharé por ella

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Bella

―¿Estás completamente seguro que está bien Carlisle? Ella está...

―Está agotada, el desmayo que sufrió es por cansancio, es como si hubiera gastado la mayor parte de su energía

―¿Pero cómo es eso posible si apenas salió unos minutos? No entiendo nada y...

―¿Podrías dejar de gritar de esa manera? Haces que mis oídos quieran sangrar lo que sería una pésima idea rodeada por tantos... De ustedes

Miré a la cama donde hasta hace un segundo mi hermana menor estaba totalmente inconsciente y ahora estaba despierta y alerta, mirándome y hablándome con tanto reproche y desprecio que resultaba doloroso.

―Elena, estás despierta.

Mi voz salió limpia y alegre, gracias a mis cuerdas vocales vampíricas porque, de seguir siendo humana, estoy segura que habría sonado dudosa y resquebrajada después de tantos gritos.

La actitud de Elena era demasiado extraña, entendía su desprecio y sus arrebatos pues experimentábamos el mismo dolor, ambas perdimos a nuestra madre y yo jamás fui la hermana que ella merece, sin embargo, el desmayo y las referencias que hacía como si conociera nuestro secreto. Había algo que estaba escondiendo, sin duda, y debíamos hablar claro porque nuestras vidas estaban ahora, más que nunca, unidas.

Elena puso los ojos en blanco y giró su mirada hacia arriba como si estuviera mirando algo más que el simple techo.

―¿Pero que observadora, lo supiste porque abrí los ojos o solo porque te pedí que cierres la boca? Por los Dioses, ya ha sido suficiente. Vine, me despedí de mamá, es hora de volver a casa. No pasaré un segundo más en este lugar, rodeada de... Ellos.

Buscó algo en la pequeña bolsa que tenía colgada al cuello y de ahí sacó un pequeño palito dorado bastante raro, nunca había visto un dulce como ese pero ella lo comió como si fuera lo más delicioso del universo. Carlisle, Edward y yo nos miramos extrañados, el Dr. Cullen fue quien quiso sacarnos de dudas pues Edward tampoco podía leer la mente de Elena, mal de familia dijo cuando lo notó.

―Elena, creo que no hemos sido debidamente presentados, soy el Dr. Carlisle Cullen y...

Elena levantó una mano, indicando a Carlisle que le diera un momento, terminó su caramelo y acto seguido se puso de pie, sin hacernos el menor caso a que volviera a recostarse.

―Bien, Dr. Cullen, soy Elena Swan.

Dio la mano a Carlisle de manera más que educada.

―Y ahora que ya nos hemos presentado correctamente, me despido, gracias por prestarme su cama para recostarme, es bastante cómoda solo les sugiero que no pongan tantas almohadas, demasiada suavidad lastima el cuello.

Me adelanté a ella y me coloqué entre la salida y sus ojos azules que me miraban con profundo desprecio.

―No puedes irte.

Me miró aún con más desprecio y la manera en la que me habló me hizo olvidarme de lo invencible que era, de alguna manera el aura que desprendía mientras hablaba me hizo sentir de nuevo como la pequeña y torpe mortal que siempre había sido.

―Intenta detenerme Cullen, solo vine hasta aquí para darle el último adiós a mamá y es todo así que apártate de mi camino de una vez o seré yo quien te mueva.

Me quedé estática era indescriptible la manera en que en verdad estaba segura de que esa pequeña humana podía derrumbarme si quería hacerlo, toda la familia tenía la misma certeza, estaba escrita en sus rostros, sin embargo aún con todo no estaba dispuesta a darme por vencida. Nunca fui una hermana para Elena, siempre la decepcioné y la lastimé, pero todo había cambiado, yo había cambiado, lucharía y estaría para ella aún si me rechazaba un millón de veces.

―No me moveré, ve a la cama que necesitas descansar, más tarde hablaremos de los cambios que habrá y...

―Te dije que te apartes

Lo vi en su pose, en la manera en que se marcaron sus músculos, iba a atacarme. Edward, Alice e incluso Carlisle también lo notaron y se prepararon para lo que fuera a suceder, ninguno sabíamos qué esperar pero antes de que algo ocurriera, el timbre de la casa sonó y Elena pareció relajarse.

―Bien Cullen, tienes mucha suerte, no patearé tu pálido y frío trasero hoy, dale gracias a los Dioses.

Edward se acercó a mí y me rodeó la cintura.

―Vienen a buscarla.

Lógico, Rosalie o alguien más había abierto la puerta y Edward le había leído la mente para saber quién era.

―¿Quién es?

Antes de que mi esposo respondiera, Elena lo hizo y su respuesta, acompañada de una enorme sonrisa, me sorprendió por completo.

―Son mi padre y mi hermano.

Amanecer: Una semidiosa en la familia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora