Cristopher

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Despierto sudando.

Había vuelto a soñar con ella como lo hacía desde hace dos semanas.

Mis sabanas estaban por el suelo, aún era de noche, el reloj marcaba las cinco de la madrugada, pero para mi era imposible volverme a dormir.

Tallo mis ojos un poco cansado y busco mis gafas en el desorden de la cama.

Ya no podía dormir con la luz apagada.

Tomó mi móvil que descansa sobre la mesa y entro a whatsapp.

Vilenn está conectada también.

"Cris"

"¿Estás bien?"

"Vi"

"Solo una pesadilla"

"¿Y tú?"

"Cris"

"Lo mismo de todas las noches"

Se desconecta luego de ese mensaje, a ella le es más fácil reconciliar el sueño, pero yo no puedo dejar de pensar en Mizuri.

Me levanto de la cama y camino hasta mi escritorio, son veinte pasos exactos, de no poder dormir había contado todo mi cuarto de esta forma.

Sobre el escritorio hay unos lápices desparramados, mi laptop y algunos cuadros rotos, pero también su suéter favorito.

Quiero tomarlo, pero con solo verlo me comenzaban a temblar las manos y las piernas, llevaba ahí tirado desde que ella lo dejo, era muy despistada con sus cosas de vez en cuando.

¿Como es que no lo vimos venir?

Si tan solo hubiese contestado una de las ocho llamadas que tuve, quizás aún estaría aquí, pero, eso era algo que nunca sabríamos.

Algunas veces, cuando trataba de conciliar el sueño, justo antes de quedarme dormido, podía escucharla reír, pero había días donde la escuchaba llorar, y por mas que intentaba despertarme para detener ese llanto, no podía, me sentía atado a la cama y así me quedaba hasta perder la conciencia y despertar a mitad de la noche, igual que ahora.

Así me la pasaba divagando en mis pensamientos, perdido en recuerdos absurdos que me hacían llorar de forma inconsciente hasta que mi madre entraba al cuarto y me hablaba para levantarme.

Mamá había insistido en que no debía ir a la escuela durante un tiempo, que sería lo mejor para mi, pero estaba equivocada, estar encerrado en casa solo me hacía pensar todo el día en lo mal amigo que fui al no poder ayudarla, solo resistí dos días así antes de volver al instituto.

Me quedo cinco minutos en silencio antes de ir al baño, las ganas de hacer nada me ganaban, pero tenía que aparentar estar bien para que los demás también lo estuvieran.

Luego de ducharme y vestirme tocaba la parte más difícil de la mañana.

Desayunar con mis padres y que me llevaran a la escuela.

Aunque ellos quisieran iniciar un diálogo al desayuno, yo trataba de evitarlo a toda costa, simplemente no quería hablar de Mizuri con ellos, no por ahora.

—Estás comiendo muy poco.—escucho decir a mi madre a lo lejos.—Vas a enfermarte si sigues así.

—No tengo hambre.—digo de forma automática, si quiera lo pienso.—Me gustaría irme ahora a la escuela, si no es mucho pedir.

—Le diré al chofer que te lleve.—mi padre se coloca de pie y se retira de la mesa.

A él también le había afectado la muerte de mi mejor amiga.

—Llamé a tu psicóloga.—mamá me miro de reojo.—Tienes cita hoy.

—Esta bien.

Ya no valía la pena pelear por eso.

Si querían enviarme a terapia, que lo hicieran, era su dinero después de todo.

—Me alegro que lo entiendas.—acaricia mi mano por encima pero yo la quito rápidamente.

—Se me hace tarde... Ten un buen día.

Let me let you goDonde viven las historias. Descúbrelo ahora