Cinco de la madrugada y ya iba por mi cuarta taza de café.
No podía asumir que mañana sería lunes y otra vez no la vería.
Tenía el celular frente a mi, abierto en la sala de chat de Mizuri, recordando todas las veces que bromeaba diciendo que el infierno tendría muy mala señal.
Le di un sorbo al café cuando mi celular vibro.
"Cris"
"¿Estas bien?"
"Vi"
"Solo una pesadilla"
"¿Y tú?"
Si le contaba que estaba tomando café a estas horas iba a regañarme, era lo que menos quería ahora.
"Cris"
"Lo mismo de todas las noches"
Justo cuando pensaba responderle, el celular se me apago, con todo esto, le había quitado importancia a cosas tan básicas como hacer mi cama.
Estaba sola en la cocina, y aunque así era siempre, desde que ella no estaba me sentía más sola de lo normal.
Pero sabía que no era la única y que había alguien peor que yo, Ryan.
El único hermano de Mizuri y más pequeño que ella. Desde el funeral que no lo veía y no podía imaginar lo devastado que estaba.
Quizás podría ir por él para llevarlo a la escuela o dar una vuelta temprano si es que aún no asistía, cualquiera de esas dos cosas estarían bien.
Termino de beber el café y antes de servirme otra taza, pienso en Cris y en Ashley, pero sobre todo en Cris.
No puedo hacerle esto.
Suelto la taza en el lavado y antes de que la tentación me gane, entro al baño para darme una ducha fría.
La casa de los Losting estaba lejos de la mía, para llegar temprano debía empezar arreglarme ahora.
Las manos me temblaban al agarrar el shampoo y sentía el corazón latiéndome a mil, ya era normal después de todo el café que tomaba a diario.
Al salir de la ducha me detengo frente al armario un rato.
Llevaba días usando la misma ropa por una simple razón, en mi armario habían prendas de Mizuri.
Deslizó las perchas de madera hasta detenerme frente a una camisa que ella solía usar, si, en definitiva, está seria la que ocuparía.
Aún olía a ese estupido aromatizador que ocupaba en su cuarto, pero por primavera vez podía soportarlo.
Maquilló levemente mis ojeras para no parecer un zombie y después de cinco días hago mi cama.
Ya eran las seis y media y la actividad en la calle comenzaba.
Había olvidado conectar mi celular, así que me tocaría cargarlo en la escuela, no me molestaba pero después de lo de Mizuri me sentía incómoda cada vez que no tenía mi móvil a mano.
Agarro mi mochila y todo lo necesario para salir del apartamento. La casa de Mizuri estaba a media hora de la mía y para llegar tenía que tomar un autobús y luego caminar un poco, había hecho ese recorrido durante tres años todos los días, pero ahora se sentía diferente.
Cuando por fin estuve fuera de su casa, un escalofríos recorrió mi cuerpo al ver la cortina de su cuarto abierta.
La calle estaba completamente silenciosa pero las luces dentro estaban encendidas. Me arme de valor así como la primera vez que vine por ella y toque el timbre.
Levitan, su primo, fue quien abrió la puerta y se sorprendió al verme ahí.
—Hola—digo ya que él no pensaba hablar.—¿Está Ryan?
—Ry está en el hospital.—murmura para ambos.—Tuvo una crisis de pánico a noche, tuvieron que llevarlo de urgencia.
—¿Él está bien?
—Igual que todos, Vilenn.—se encoge de hombros y suspira.—No se si volverá hoy, pero te avisaré si algo sucede.
—Si, está bien, gracias.—me giro para irme pero me detiene antes de dar el primer paso.
—Uhm... Vi.—me giro nuevamente hacia él.—¿Puedes decirle a Cris que lo quiero? Por favor.
—Si, yo le diré, no hay problema.—asiente en silencio y cierra la puerta sin despedirse.
Ahora me tocaba volver a la escuela caminando, no estaba muy lejos de aquí así que no sería mayor problema, lo que si lo sería será el recordar todo lo que vivimos por estas calles, y duele pensarlo, duele saber que no volverá a pasar jamás y que pude haber evitado que esto ocurriera ahora, y me siento culpable.
Fui una horrible amiga, porque no estuve ahí ese día y le fallé, y ahora ella no está y no hay nada que pueda hacer al respecto.
Seco la lágrima que cae por mi mejilla con el dorso de mi mano y me detengo a unos pocos pasos de una florería.
Quizás debería llevarle flores, las margaritas le gustaban, decía que eran sencillas pero hermosas a su manera, y aunque en su momento no lo entendía ahora cobraba sentido para mi.
La vida en el instituto seguía igual que siempre, a excepción de quienes éramos amigos de Mizuri.
Era difícil entrar todas las mañanas y ver como su casillero estaba repleto de mensajes y pequeños obsequios que le hacían los demás.
California solía llegar temprano y limpiarlo por las mañanas.
Quitaba las flores muertas, los mensajes de odio, los globos ya desinflados y las velas derretidas.
La única razón por la que se permitía tener eso ahí, era porque el padre de Cristopher, dueño de la escuela, lo había autorizado y cualquiera que lo destruyera tendría una grave sanción.
Sentía las miradas morbosas sobre mi en el momento que dejé las flores sobre la pequeña mesa que se le había colocado.
—Ryan te extraña demasiado.—murmuro para mi misma.—Todos te extrañamos demasiado.
Sabía que algunos me trataban de loca por hablarle a un casillero, pero yo sabía que ella me escuchaba y que estaba ahí conmigo, podía sentirlo.
—Se que no te gustaba que usara tu ropa pero.—estiró la camiseta para tomar un respiro.—No se si pueda seguir haciendo esto sin ti.—suelto un suspiro tembloroso mientras los ojos se me llenan de lagrimas.—¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué fuiste tan egoísta? ¿Por qué no hablaste con nosotros?—mi tono de voz había subido considerablemente y ya no podía contener el llanto.—No sabes cuanto te necesito.
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Let me let you go
Teen FictionTW Esta historia trata temas que puede ser sensible para cierto publico. Se pide discreción.