—Joder, Rachel —se burla Tiffany, dejando escapar una risita, y saca las palomitas de maíz del microondas—. Así botarías la baba que hasta el hombre se dio cuenta.
Se sienta a mi lado y hago un mohín, frustrada, quisiera volver el tiempo atrás y ponerme un tirro en la boca, para no terminar diciendo y haciendo estupideces.
Si no hubiera abierto mi boca, él no se hubiera percatado de mi existencia, y yo seguiría conservando mi empleo en la recepción.
Ahora tendré que verlo a cada instante, porque según me explicó Wilson, seré una de sus tantas asistentes.
—¿Qué voy a hacer? —refunfuño, llevándome la mano a la cabeza—. Debe estar pensando que soy una perra en celo que solo quiere que se la follen.
—¿Y no es así?
Niego con la cabeza y entorno los ojos, molesta.
—¿Eres mi amiga o mi enemiga? —le espeto.
—Ay, Rachel, deja el drama. Pasaste tres años llorando porque ni siquiera te miraba, y ahora que te invita a trabajar con él, no haces más que quejarte. De verdad que no te entiendo. —Enciende el televisor y lo pone en modo DVD—. Deja de estar chillando como niñita y aprovecha la oportunidad. Quien quita se te cumple el sueño y de una vez por todas compruebas lo de su sexualidad.
—Tiffany —protesto.
Ella estalla en una carcajada.
—Estás loquita por él.
—Sí, al igual que un millón de mujeres más.
—Pero tú tienes una ventaja. Estarás cerca.
Bufo.
—¿Has visto a sus secretarias? Son preciosas.
—¿Y eso qué? Tú también lo eres
—Ja.
—Solo hace falta darte unos toquecitos.
—No, gracias.
—Bueno, tú te lo pierdes. —Se encoge de hombros y le da play a la película.
La mañana siguiente, me levanto temprano; prácticamente no dormí nada.
Me miro en el espejo y observo mi nuevo uniforme que consiste en una falda con blazer negro y una camisa blanca.
Recojo mi cabello rubio y rizado con una coleta y estoy a punto de aplicarme un lápiz labial, pero finalmente no lo hago.
No porque no me guste, sino que lo mejor es pasar desapercibida.
Sí, necesito que ese hombre se olvide de mi existencia, y así poder trabajar tranquilamente.
Las mejillas se me ponen rojas recordando lo que me dijo el día anterior
"Como si quisiera que la follara"
Trago saliva.
El recuerdo de su voz espesa hace que las piernas me tiemblen.
Creo que no podré estar un segundo más delante de él después de eso.
Me siento tan avergonzada.
Agarro una respiración profunda, intentando aceptar que ahora estaré en su mismo piso, y salgo de casa rumbo a mi nuevo trabajo.
Me recibe una chica que parece top model; piernas largas, cabellera lisa y sedosa, y un cutis impecable.
Su nombre es Susane.
Me habla de mis funciones, que consisten en hacer lo que ella se le antoje, porque según me dejó en claro, es mi jefa.

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Amo y Esclava
RomantikRachel siempre ha estado enamorada de su jefe, el sexy y multimillonario dueño de la naviera más importante del continente, Jacob Dankworth; él, que suele pasar todos los días por la recepción principal, desconoce su existencia, claro, hasta que un...