Única parte

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Envié un mensaje a alguien que conozco desde hace un tiempo. Ahora, comienzo con la historia:

Tuve un sueño del que ojalá nunca me hubiera despertado. Es raro pensarlo, pues soy yo tan temerosa de la muerte desde aquel fúnebre seis de septiembre donde vi los restos de mi abuelo ser enterrados en un espacio tan pequeño y solitario... así como todos aquellos que ya descansaban en el olvido desde hacía ya años.

Tuve un sueño que me hizo sentir confusa de la realidad. Ojalá pudiera entender el porqué mi mente viaja cuando no tiene lugar a donde ir. Y no sólo esto, sino que atrapa personajes tan extraños de mi vida y no encuentro la manera para explicar la razón de su sombra en mis imaginaciones.

Tuve un sueño, claro. Escribo de forma pausada mientras cierro los ojos constantemente, buscando recuerdos de cosas que nunca pasaron. Quiero dejar mis alucinaciones como hormiguitas en mi papel y observar a dónde se dirigen.

Mi consciencia, de forma irracional, me llevó al día de mi graduación del bachillerato: 22 de septiembre del 2019. Poco antes de que comenzara este desastre y el mundo colapsara.

¿Por qué allá? A medida que escriba, quizás tú y yo lo podamos comprender.

Tuve un sueño en el que tenía un vestido rojo con pequeñísimas franjas en dorado. Tenía la sensación de que en cualquier momento subirían como fuego hasta mi pecho. Eso me lo daban los nervios, pues debía hacer el discurso final. Palabras que trataban de ser esperanzadoras para nosotros, estudiantes ingenuos y llenos de sueños, que se preparaban para enfrentar la desilusión de la sociedad.

Recuerdo que todos entrábamos con nuestras togas blancas y birretes con listones de ciertos colores: naranja, verde, azul, amarillo. Todos representaban un área en particular. El naranja: Contabilidad y Finanzas; verde: Turismo; azul: Mercadeo y amarillo: Informática. Modelamos por el gran pasillo del Teatro Nacional con música movida de fondo. Sonreíamos y nos abrazábamos, repitiendo siempre: ¡Al fin!

Tuve un sueño donde me tomé miles y miles de fotos, escondiendo con sonrisas la ansiedad que me provocaba hablar en público. Todo era tan lindo y vivaz que hasta pude sentir los apretones de manos y me reí de las bromas juveniles. Había que disfrutar algo tan efímero como lo era la adolescencia.

Tuve un sueño donde me senté junto a mis compañeros de clases y fingíamos escuchar lo que el director tenía que decir.

Entones, sentí un viento frío que me congeló las manos y fue ahí donde me desconecté del mundo. Las froté para calentarme, sin embargo, mis pies empezaron a temblar y busqué auxilio en mis amigos. Les pregunté si sentían lo que yo. Me respondieron que debían ser los nervios. Pasaron minutos y minutos de la misma forma. Empecé a mirar a mi alrededor. Caras desconocidas y algo familiares me ignoraban. Sólo observaban al frente y dialogaban de cosas que guardaban su propio sentido. Como el que hace caso al destino, mi vista se dirigió hacia alguien en particular.

Tuve un sueño donde mis ojos se encontraron con los de un viejo amigo. No sonreí; él tampoco. En sus ojos cafés tan concentrados en los míos, sentí que escondía tantas palabras. Estaba él al otro extremo de la fila, es decir, nos separaban aproximadamente diez estudiantes. Y aún así, él me miraba.

Lo recordaba, claro. Era el muchacho que se sentaba junto a mí en el recreo. Éramos de la misma área, pero de distintos cursos. Él nunca se sintió a gusto con ellos, por eso siempre volvía a mí. Hablábamos de cosas que teníamos en común: música, libros, idiomas y demás. Nunca era aburrido estar a su lado, ni siquiera cuando no decíamos nada. El silencio nunca fue incómodo, pero dejó en el olvido muchos pensamientos.

Tuve un sueño | Recuerdo efímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora