La dulce madre

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Gustavo se encontraba viviendo ya con sus tíos para cuando decidí ir a visitarle por última vez. Creo que realmente la había pasado mal este último tiempo y es que según me he enterado las cosas sucedieron del siguiente modo:

Gustavo y su madre vivían solos de hace bastante tiempo, cada día al llegar de la escuela el muchacho se apresuraba en ir hasta su cuarto para estudiar y hacer las tareas que le habían enviado. Caminaba siempre con prisa por el pasillo y solía saludar brevemente a su madre al pasar frente a la puerta de su habitación, él decía “hola, mamá ya estoy en casa ¿todo bien?” y ella respondía “hola hijo, si todo bien”. La mujer se encontraba un poco mal de salud por aquel entonces y debía permanecer en cama la mayor parte del tiempo, Gustavo, siendo un muchacho le bastaba solamente con oír que su madre le contestaba desde el otro lado de la puerta para asegurarse que todo iba bien.

Sin embargo, un día al percatarse de un  nauseabundo mal olor que fue infestando el pasillo de la casa lentamente pensó que su madre podía necesitar algún tipo de ayuda con su higiene. El chico era pudoroso y evitaba asistir a su madre en ese tipo de cosas así que preocupado le preguntó:

-Mamá… ¿Cómo estás?, ¿todo bien?

-Hola hijo, si todo bien…- contestó su madre desde el otro lado.

-Ahm… ¿necesitas que llame a la vecina?

-Hola hijo, si todo bien… – repitió la mujer.

Extrañado y confundido por la respuesta, el muchacho abrió la puerta lentamente a medida que la hediondez se iba intensificando. Allí, junto a la cama se encontraba el cuerpo seco y amarillento de su madre quien un día quiso levantarse, pero que a causa de su debilidad perdió el equilibrio y cayó dándose un golpe con la punta de la mesita de noche justo en su sien derecha causándole la muerte. La hedionda sangre seca rodeaba los blancos y grises cabellos de su cabeza que aun con sus ojos abiertos observaban inertes hacia la puerta, miraban con pena y tristeza como si en sus últimos segundos de vida  hubiera dedicado un pensamiento a su hijo… a quien solamente saludaba desde la cama y ya no iba a volverle a ver nunca más.

Pero las cosas no sucedieron así. Gustavo enloqueció al ver el cadáver de su madre y salió corriendo a la calle en busca de ayuda. El muchacho pasó varios días aterrado pensando en cómo el cadáver durante varios días le contestaba el saludo desde el otro lado de la puerta. El chico estaba asustado de su propia madre ¿pueden creer eso? Y también le daba pudor entrar y ayudarle a ir al baño, o a cambiarle de ropa… ¡o llevarle hasta la maldita ducha!

Yo que me amanecía con él cuando era bebé y aguantaba sus gritos…

Yo que le mudaba y le bañaba…

¡Yo que lo alimenté y lo vestí durante varios años!, ahora viene… ¿y me corresponde de esta manera?

Por eso hoy te he venido a buscar, Gustavo. Aquí donde tus tíos… asi es, estoy ya subiendo las escaleras y voy por ti a tu habitación. Veo que me has reconocido porque te has despertado y te has puesto a gritar como una verdadera niña. Tus tíos deben pensar que es otra de tus pesadillas así que tardarán en venir a verte esta vez.

Eso es… llora, y suplica todo lo que quieras, pero bien sabes que te portaste muy mal con tu dulce madre.

Mereces un severo castigo, jovencito.

Te mataré.

By Marcelo Carter

Creepypastas: invocaciones y cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora