Mientras Liam terminaba de ajustarse la corbata roja enfrente de su reflejo, Sherlock estrelló el cigarro contra el cenicero lleno hasta los bordes. A su pesar, echó un vistazo al reloj de la pared y se levantó de la cama con movimientos impacientes. Pasaban de las ocho de la noche. La posibilidad de retractarse y no acudir al encuentro apareció en su mente no por primera vez; en varios sentidos, aquel encargo era una molestia.
Como no podía ser de otra forma tratándose de él, Liam estaba al tanto de sus ideas escapistas. Los ojos de fuego le vigilaban desde el espejo como dos brasas gemelas; tenían el brillo que solían adquirir al toparse con una situación entretenida.
―¿Ya estás listo? ―le preguntó dándose la vuelta cuando terminó de alistarse. Posó el índice sobre su barbilla y escrutó a Sherlock y a su vestimenta― Para evitar que destaques tanto sería mejor que vistieras algo más formal.
―No hace falta ir tan lejos. ―Agitó la mano restándole importancia. A diferencia de él, que traía puesto un traje negro común y corriente, Liam se había esmerado y era la viva imagen del miembro de la nobleza que por tanto tiempo fue. El saco café, a juego con sus pantalones, junto con el chaleco y la impoluta camisa podrían ser de menor calidad que las de antaño, pero ese era un detalle imperceptible a simple vista. ―Contigo allí no me prestarán atención.
―Dudo que sea eso lo que te fastidia.
―Estás disfrutándolo demasiado ―reconoció con hastío.
―¿Verte celoso? Por supuesto que sí, Sherly. ―No se contuvo en sonreírle. Elevó la mano izquierda y rozó la línea de su mandíbula. ―Todavía podemos cambiar de lugar, aunque tendrás que usar esta. ―Señaló la corbata que acababa de ponerse.
―Ni hablar ―rechazó la oferta sin consideraciones. En su lugar, atrapó esos dedos y se los llevó a los labios―. Ese sí que sería un dolor de cabeza.
Mordió suavemente las yemas antes de halarle para besar su cuello blanco. Desde que Liam le impulsó a volver a desempeñarse como detective, los potenciales clientes comenzaron a tocar su puerta sin que tuviese que hacer nada para llamarlos. Claro está, era él quien estaba corriendo la voz entre aquellos que iban a pedir su ayuda, aunque Sherlock no espero que con unas cuantas palabras corteses pudiese lograr tanto. En este punto de sus vidas no debería sorprenderse ni subestimar sus habilidades, pero lo cierto es que le seguía maravillando vislumbrar esos aspectos de su personalidad.
El caso de esa oportunidad consistía atrapar a un par de estafadores que se dedicaban a engatusar a sus víctimas mediante correspondencia romántica. Una vez que los incautos se reunían con la mujer en cuestión, esta y su cómplice les despojaban de todo cuanto llevasen encima. ¿Por qué nadie los denunció a la policía hasta entonces? Sus presas eran hombres casados a los que amenazaban con enviar dichas cartas a sus familias; extorsión que en algunas ocasiones prologaban también para conseguir más dinero.
Tras recibir la petición, Liam empezó a intercambiar correspondencia con la timadora y desde entonces transcurrieron dos meses. Si no fuese por su iniciativa, Sherlock de ningún modo hubiese aceptado ese trabajo; carecía de la paciencia y la disposición para ese tipo de tareas ―más aun no existiendo enigma alguno de por medio―.
Como se trataba de una cita a ciegas, ambas partes evitaron revelar sus características físicas para preservar el misterio. Se limitaron a indicar ciertos detalles de las indumentarias que usarían. Gracias a ello, cualquiera de los dos podría encarnar al personaje que Liam construyó por medio de sus misivas: el de un sujeto melancólico cuya esposa estaba postrada debido a una enfermedad.
ESTÁS LEYENDO
Destino compartido
FanfictionLa vida entre el Lord of Crime y el detective asesor después de caer. Sin las máscaras y las cadenas de la sociedad, ya no hay nada que los detenga. Historias cortas. Spoilers del manga hasta el capítulo 55. Yuukoku no Moriarty / Moriarty the patri...