O N E

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La policía nunca había sido su objetivo, mucho menos su motivación, pero agradecía haber llegado a ese lugar después de todo. Luego de la agitada vida que había tenido que afrontar durante su niñez, la comisaría de Los Santos pareció ser su faro de luz dentro de la oscuridad en la que se había convertido, por lo que aferrarse a ella no le había costado mucho trabajo. A pesar de la insistencia de su padre de mantenerse alejado de cualquier cargo que estuviese relacionado con el departamento de policía, no se lo había pensado ni por dos segundos cuando la oportunidad de enlistarse en la academia apareció. Contaba con cientos de habilidades, su padre se había encargado de nutrirlo en todo lo que pudiese llegar a interesarle con tal de mantenerlo alejado de aquel lugar, pero aun así la más factible siempre fue ser policía, incluso cuando tenía a varias universidades peleándose por darle una beca para que continuase con sus estudios. Pese a las insistencias y las negativas por parte del mayor, la academia fue el primer gran paso que determinaría su juventud y adultez de manera firme y estructurada, como también lo llevaría a escalar rápidamente dentro de los rangos de la policía cuando logró entrar. No podía decir que no estaba orgulloso, después de todo había conseguido las mejores calificaciones de su grupo, pero su padre siempre cargó con la espinilla de no poder evitar que siguiera los mismos pasos que él, cosa que por mucho tiempo le pareció tierno y hasta sobreprotector. A pesar de su alto cargo y la dureza de sus movimientos y palabras, Roberto De Luque siempre había sido un ejemplo para su hijo y en lo que aspiraba a ser de mayor, ese modelo que debía cumplir ya que, para él, no había nada que representase mejor la perseverancia, el cariño y el compromiso como él.

-¿Super?- escuchó una voz llamarlo desde la puerta principal de su oficina, la cual estaba entreabierta y dejaba a la vista medio rostro medianamente conocido. Su uniforme, completamente oscuro, estaba impecable y eso dejó al superior conforme -Disculpe, llevaba tiempo tocando y no contestaba.

-No se preocupe, Rogel- suspiró y, con cuidado, giró sobre sus talones, dejando el cuadro de su padre justo a sus espaldas -¿Qué necesita?

El oficial avanzó con cuidado y se ubicó justo debajo del umbral de la puerta, manteniéndola abierta con una de sus manos.

-Los comisarios Doblas y Alonso lo esperan en la sala de reuniones.

-¿Y no podían usar la radio para avisarme?- cruzó los brazos sobre su pecho haciendo crecer su espalda e intimidando al joven oficial, quien únicamente se encogió de hombros al no saber que decir. El superintendente chasqueó la lengua -Vuelva a sus actividades, ya me encontraré con ellos- el contrario asintió.

-Con permiso- dijo antes de salir, pudiendo soltar un suspiro del otro lado de la puerta una vez la cerró.

No había mucha diferencia de edad entre uno y el otro, quizás tres o cuatro años, pero aun así se sentía intimidado con su presencia, sobre todo porque parecía superar a la de su padre en algunas ocasiones. No tenía mucha información pero sabía la historia que cargaban los De Luque dentro de la institución y no esperaba menos de Samuel, quien era relativamente joven para el puesto que tenía. Se notaba que había crecido junto a un policía de élite, como también que había intentado imitar sus pasos a la perfección.

Samuel rascó su perilla un par de veces y suspiró, consciente de la conversación que tenía pendiente con sus compañeros y por la que lo estaban buscando. Recordaba que su padre recibía las mismas citaciones por los comisarios para esas épocas, él mismo había hecho varias de ellas cuando ocupaba ese puesto. Tomó su radio del escritorio y, de memoria, sintonizó la frecuencia correspondiente a los rangos altos, haciendo que el aparato sonase varias veces mientras se lo colocaba.

-No voy a evaluar a ningún cadete- sentenció tras presionar el botón correspondiente, haciendo que la radio sonase nuevamente.

Suspiró cuando la radio indicó que iban a hablarle, ya que significaba que sus compañeros estaban activos y cargaban con un insoportable buen humor. Respuestas rápidas por parte de ellos podían significar dos cosas: o estaban en medio de un atraco, que no era el caso, o iban a molestarlo. Fantaseó con estar en un atraco cuando escuchó la voz de su compañero.

Cadete Díaz [Wigetta] [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora