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Muy a su pesar, no pudo seguir posponiendo las evaluaciones a los cadetes.

Aunque la baja de Rogel, Isasia y Fernández no sería por mucho más que una semana, los interrogatorios y las pericias habían instalado en los pensamientos del superintendente la incertidumbre, además del descontento. Según las propias palabras de, hasta ese momento, los atracadores que habían logrado capturar, el grupo que había organizado el robo a la joyería era más peligroso de lo que aparentaba, cosa que había logrado comprobar con solo ver las armas que llevaban. Los testimonios eran variados, pero todos coincidían en lo mismo: a los tres los habían extorsionado de alguna manera para formar parte del robo y ser la distracción que necesitaban para escapar. Las declaraciones de los tres contaban con un secuestro, una llamada y varios pasos a seguir si no querían perder a esa persona que consideraban importante, como también las características y los patrones de los secuestros y la forma que tuvieron de contactarse con cada uno. Los habían citado en distintos lugares, todos a la misma hora y el mismo día, y le habían mostrado a la persona que debían proteger antes de darles el arma y las órdenes pertinentes, las cuales los habían llevado a los tres a no informarle a la policía sobre los secuestros y a formar parte de un bonito tiroteo que los dejaría en el hospital por varios días. Todos los implicados contaban con un historial completamente limpio y demostraban ser ciudadanos normales que, presionados por la situación, se habían visto obligados a colaborar con los atracadores por mucho que eso fuese en contra de sus principios, por lo que su encarcelación y relación con el grupo fue descartada de manera automática.

Sin embargo, eso abría un nuevo mundo de hipótesis y posibilidades.

Samuel revisó los expedientes una vez más, repasando lo que sabían hasta ese momento. Los civiles habían hecho énfasis en que las personas que los contactaron no eran las mismas que las del atraco, por lo que podía afirmar que, al menos, el grupo estaba formado por siete personas. A su vez, las armas que utilizaron, y que habían logrado confiscar gracias a los inocentes, indicaban que el contrabando volvía a activarse después de varios años sin dar señales, aunque no estaba del todo seguro si se trataba de un segundo grupo o no. Estaba cincuenta por ciento seguro de que no por la libertad y el poco interés que habían demostrado en recuperar el armamento antes de irse (ni siquiera se interesaron por el franco, que resultaba ser el más caro), pero tampoco tenía más pruebas que esas. Suspiró preocupado. La última vez que había visto ese tipo de armas por las calles había sido cuando, junto a su padre, habían logrado desmantelar al grupo que las distribuía, por lo que las similitudes lo traían intranquilo. La situación no solo sería complicada si aparecía un nuevo distribuidor de armas, sino que acarrearía muchísimos problemas si no los encontraban y detenían a tiempo. Tenía experiencia en ello y no quería tener que volver a luchar contra un grupo tan armado.

-¿Samuel?- escuchó que lo llamaban desde la puerta de su oficina, cosa que lo hizo suspirar nuevamente.

-Superintendente, Doblas- corrigió, asqueado de escuchar su nombre de manera tan limpia.

Vio al contrario rodar los ojos y entrar.

-Los cadetes están listos para la evaluación- informó, causando en el superior fastidio.

Odiaba ese proceso pero sabía que era algo necesario en ese momento. Tenía que, al menos, hacer que ascendiesen para quedarse más tranquilo con respecto a la seguridad de la ciudad. Siendo cadetes no solo no contaban con la autorización de cargar con ciertas armas, sino que estaban limitados a actuar puramente por órdenes; si tenía más oficiales, sean del nivel que sean, al menos contaría con un grupo que podía actuar más por cuenta propia y que estaría más protegido a la hora de patrullar.

El superintendente tomó los informes que había estado leyendo y los juntó para guardarlos en el estante a sus espaldas, pudiendo así también tomar otro pilón de expedientes antes de acercarse a su compañero.

Cadete Díaz [Wigetta] [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora