El espíritu de fuego

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Las dos princesas Aria y Nissa vivían en paz en una casita situada sobre una colina, al final de un pueblecito de apenas treinta habitantes. Desde que nacieron vivían en ese pueblecito con sus padres. Crecieron juntas, aunque Aria a veces no podía salir de casa, era un poco enfermiza. Así que Nissa se encargaba de cuidarla y llevarle las tareas de clase a casa. Cuando estaban en casa siempre jugaban juntas, se contaban secretos, soñaban juntas. Cuando crecieron se instalaron en la casita de la colina, y fue cuando comenzaron su costumbre de hacer coronas de flores. No era un negocio, ellas las realizaban porque así debían hacerlo. Era el curso de la vida transformado en coronas de flores hermosas y perfectas.


Cada una tenía su propio estilo a la hora de hacer los adornos. Aria usaba colores cálidos, alegres, era generosa con las flores y con las cintas. Mientras que Nissa utilizaba colores fríos, modestos pero con un orden escrupuloso y estético. Ambas regalaban coronas de flores a sus amigos y familiares que vivían en la villa, y se dice que estas coronas les daban suerte.

La que más coronas hacía era Aria, ilusionada e inspirada por la alegría que la rodeaba, cada día hacía una corona más y más bonita. Como era muy vergonzosa, apenas hablaba y las coronas eran su manera de expresarse al mundo. Las regalaba a sus amigos o a su hermana, mientras que Nissa, era feliz por ver a su hermana hacer lo que más le gustaba y la dejaba hacer, sabiendo que eso no la dañaría. Nissa prefería observar, con eso era suficiente.

Un día, Aria creó una corona brillante, llena de color y fuerza. Utilizó flores rojizas, naranjas y amarillas. Tan impresionada quedó Nissa que le preguntó a quién se la iba a regalar, pues era una corona bien especial, mágica, llena de las buenas intenciones de Aria. Aria había hecho esa corona pensando en alguien a quien le gustaría regalársela, un espíritu del fuego que la visitaba a menudo y le contaba historias extraordinarias que cada día la encantaban más y más.

Nissa, con su reticencia a confiar en nadie, advirtió a Aria que podía quemarse si se acercaba al espíritu del fuego y sin embargo, vio a Aria tan animada, haciendo cada día más y más coronas para el espíritu de fuego que decidió que era hora de dejarla hacer el camino que la hiciera feliz, al fin y al cabo ellas solo eran hermanas.

Y se separaron. No sabían que esta acción iba a repercutir gravemente en sus vidas.

Nissa hizo su vida relajada y solitaria, leía libros, hacía dulces, y luego se los comía. Observaba a la gente y disfrutaba de la paz de su propio espíritu. Mientras que Aria junto con el espíritu del fuego eran inagotables, y las coronas de flores eran cada día más espectaculares y llenas de magia. Era extraño compartir su vida con alguien que no fuera su hermana, pero Aria estaba encantada. Cada día era una nueva aventura, cada día Aria era más y más feliz. El espíritu del fuego compartía aparentemente esta felicidad. 

Pero un día, Aria apareció en la puerta del aposento de Nissa, Aria estaba apagada, como si se le hubiera acabado la magia que la caracterizaba. Con sus manos quemadas y lágrimas en los ojos le explicó a Nissa que  el espíritu del fuego había quemado todas sus coronas de flores, y ya no quedaba nada, se había marchado a un lugar lejano dejando a Aria intentando salvar las pocas flores que quedaban, quemando sus manos y destrozándola por dentro. Ella no sabía por qué el espíritu del fuego había hecho eso. Era tan cruel como la peor de las ofensas. ¿Por qué se marchó? Aria nunca lo supo.

Apagado el fuego solo quedó desolación y apenas unos retazos de lo que era el increíble trabajo de Aria. La magia parecía marchita, desaparecida del mundo. Las flores ya no florecían, Aria ya no sonreía.

Nissa estaba dolida, ella había setido el dolor de su hermana al momento que ocurrió el desastre, por algo eran hermanas. Ella sabía que eso podía pasar, las personas siempre te decepcionan, pensó. Nissa se sentía culpable, pues no hizo nada para impedir el desastre, anulada por la alegría de Aria, había decidido alejarse en su egoísta actitud y hacer su vida sin darse cuenta que estaba perdiendo a su propia hermana. Aria la necesitaba, pero ella tenía al espíritu dle fuego y Nissa se sintió ignorada. 

Nadie se percataba de Nissa, nadie preguntaba por ella, siempre había estado más oculta, opacada por su alegre hermana Aria, dejando hacer a su hermana lo que le hiciera feliz. Nadie percibía su existencia, aún cuando Aria permanecía enferma en su casa cuando era pequeña, y cuando alguien intentaba acercarse más a Nissa, esta los alejaba con una sola y fría mirada. La vida era mejor así pensaba Nissa, a gente es cruel y mientras tuviera a su hermana nunca estaría sola. Debía cuidar de Aria.

Las dos PrincesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora