Capítulo 1

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Bien, aún no tengo muy claro cómo irá esta historia, así que sed compasivos sí hay alguna que otra incoherencia, por favor xD. Para esta historia me he inspirado en la canción de For the First Time, de The Script, así que os recomiendo escucharla mientras lo leéis.

Los comentarios y votos se aprecian, estimulan al que escribe :)

Muchas gracias y disfrutad.

Capítulo 1.

Siempre pensé que cuando me enamorase sería de una vista, pero me enamoré de un perfume

Nunca he sabido qué es el amor. Aquello embriagador, que llena cada uno de los poros de la piel, que provoca un movimiento en corazón, músculos, venas, tal como un corriente infinito de mariposas diminutas. Nunca he entendido cómo puede ser que por ver a alguien augmente de una manera tan exagerada el ritmo cardíaco y se eleve nuestro cuerpo hasta las nubes, más allá de ellas, hasta un cielo inexplorado por el resto del mundo en el que solo estás tú y él. Él, esa persona que te ha dado las alas para llegar hasta ese extremo.

He llegado a dudar de la existencia del amor. Y quién no? Acaso se puede saber de él con certeza antes de vivirlo?

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Las nubes se ciernensobre Barcelona. El viento sopla haciendo un leve silbido que llega hasta mis oídos como si estuviese murmurando algo. Gemma y yo estamos esperando impacientes al metro que nos pueda llevar hasta Plaça Catalunya. La estación está abarrotada, nos tenemos que abrir paso a empujones para poder ver el metro que justo ahora está apareciendo de la boca del túnel, cargado de gente.

-Si hoy llegamos al centro será un milagro.

-Me da que vamos a tener que quedarnos a dormir en la estación. -Lo he dicho en broma, pero Gemma me mira como si estuviera loca. Yo le sonrío y la empujo a través de las puertas del metro, que se acaban de abrir.

Conseguimos cogernos a una de las barras verticales, aunque nos cuesta lo nuestro. Gemma suspira aliviada y yo me retuerco como un contorsionista para encontrar espacio para estar de pie. Un hombre mayor me mira con esa cara que parece que diga "Esto en mi época no pasaba, los jóvenes de antes...", pero ni caso, oye.

En la siguiente parada la afluencia de gente disminuyó considerablemente, lo suficiente como para poder estar de pie sin problemas.

-No sé si mañana podré ir al instituto, porque creo que mi espalda no me dejará levantarme.

Gemma se ríe y se acomoda mejor en el asiento que ha conseguido con sudor y lágrimas.

Llegamos a una nueva estación y me hago rápidamente con el asiento libre que el amable señor de antes ha dejado. Gemma y yo levantamos el pulgar de la mano derecha y nos reímos. Entra más gente, en torrente, qué horror. Un hombre con traje, mayor, de aspecto desaliñado se situa frente a mí y casi no puedo reprimir la mueca de asco cuando en una curva casi me cae encima. Juro que a partir de ahora cogeré más la bici.

El cuarentón se disculpa no muy sinceramente y yo busco a Gemma entre la gente, pero es imposible verla. El cuarentón erre que erre sigue excusándose y yo le digo una y otra vez que no pasa nada, que estamos en el metro y es normal. Es evidente que estoy siendo solamente cortés, pero a la siguiente curva vuelta a lo mismo. Dios, ¿quién me mandaría a mí coger el metro? Y ya ni se disculpa, hace ver que no ha pasado nada. Lo miró con desdén y el parece no notar mi mirada. Creo que se podría ser un poco más sutil, al menos. Por suerte estamos cerca de la siguiente estación y, pese a que no creo en Dios, rezo porque se baje de una vez.

Pero la siguiente parada llega y de nuevo el metro se vacía bastante, pero él no se va. Gemma me envía una mirada preocupada pero niego con la cabeza y le sonrío, total, quedan unas pocas paradas, no?

Miro el plano de la línea enganchado a la pared y el alma me cae a los pies. 6 paradas. Desconsolada, cierro los ojos, exhausta, y espero pacientemente a que el trayecto se acabe de una vez.

Las puertas se cierran. El triquitreo del metro vuelve a instalarse entre las conversaciones que hay en el tren. Unas cuantas chicas poco más pequeñas que yo vociferan sobre qué actor Disney es el que está más bueno. Una señora, a mi lado, habla por el móvil gritando, como si la persona al otro lado no la oyera perfectamente. Un par de chicos intercambian opiniones sobre el árbitro del último partido de fútbol. Yo estoy callada y deseo haber traído el iPod.

De repente algo cambia. El olor a rancio ha desaparecido como por arte de magia para instalarse otro, dulce, fresco. Me pregunto de dónde procede y cómo es exactamente. Distingo el olor a río, a la cima de las montañas nevadas. Busco en vano con los ojos cerrados qué hay encerrado en ese olor. Cuando me quiero dar cuenta, el pulso se me ha acelerado y no puedo frenarlo. Qué es? Qué es? De dónde proviene? Mis pulmones se llenan de él. Siento que ya no soy yo en el metro sino yo en medio de las montañas con... con quién?

Abro los ojos de golpe y miro hacia adelante. El cuarentón se encuentra unos pasos a la derecha de dónde estaba y mira hacia su derecha disimuladamente con mala cara. La mujer del móvil sigue hablando con su interlocutor a voces pero descarga una mirada asesina hacia el cuarentón. El resto del metro sigue a lo suyo, los chicos han pasado a hablar del penalty que no fue y las chicas se han puesto a alabar del chico-que-está-como-un-tren coprotagonista de la última película de Hannah Montana. Es como si nada hubiese cambiado. Aún así... el olor persiste.

Y entonces es cuando se me ocurre mirar hacia arriba.

Un chico de unos veinte años está justo en el sitio donde antes estaba el cuarentón. Lleba una chaqueta de piel de arce castaña y unos pantalones beige que se le adaptan perfectamente a las piernas. Lleba puestos unos cascos y mientras con una mano se sujeta en la barra del metro, con la otra coge las páginas de un periódico, que parece estar leyendo con avidez. Sus ojos se mueven rápidamente bajo unos mechones finos rubios, que oscilan de un lado al otro al ritmo del movimiento del vagón.

Parpadeo varias veces y el olor me acomete con más fuerza. El chico es guapo, es cierto. Pero creo que no me habría importado sino hubiese sido así, si hubiese tenido un aspecto más corriente.

Siempre pensé que cuando me enamorase sería de una vista, pero creo que me he enamorado de un perfume.

Decidme qué os parece :)

Lui et son eauDonde viven las historias. Descúbrelo ahora