¿ᵟᵁᴱ ᴹᴱ ᴾᵁᴱᴰᴱ ᴳᵁˢᵀᴬᴿ ᴰᴱ ᵁᴺ ᴺᴱᴿᴰ? вαкυ∂єкυ

『1』

Tercera persona

Bakugo se hallaba en su puesto de clases, relajado sobre su asiento, incluso sus pies se hallaban sobre su mesa a pesar de las constantes observaciones y regaños que hacía el líder de su clase, ya a este punto tanto él como el de lentes estaban acostumbrados, igual Iida insistía.

Después de que el de ojos azules decidiera dejarlo en paz sin lograr su cometido, soltó un suspiro algo desganado, y sus cuencas rojizas fueron a dar hacía cierto chico de cabellos rizados y verdosos, que hablaba animadamente con su grupo de amigos.

Entrecerró sus ojos un momento, viéndolo fijamente. Podía fácilmente quedársele viendo, y aunque alguien lo descubriera ¿Quién era aquella pobre alma que se atrevería a recalcarle eso? Denki una vez lo intento y se encontró siendo victima de Bakugo y un periódico grueso enrollado, aun tiene la marca que logro dejarle.

Pero Izuku, acostumbrado a aquella mirada intimidante, pudo sentir la mirada penetrante y carmesí de su amigo de la infancia clavársele en la espalda. Inconscientemente se dio la vuelta para comprobar sus sospechas, y al ver que era observado se sonrojo, volviendo a la platica con sus compañeros, un tanto nervioso al saber que el rubio cenizo le observaba.

En cambio Bakugo ante aquella acción por parte del pecoso dejo de observarlo, y miro hacía un punto neutro. 

Tal vez le gustaba como era fácil de intimidar o impresionar, siempre había sido así desde pequeño.

Aunque haya visto en persona el como la autoestima de este a decaído como elevado, no puede dejar de notar lo impresionable que era el pecoso. 

Le impresionaba hasta que una chica le hablara, solo porque ninguna lo había hecho en su vida.

Aunque con sus compañeras actuales ya estuviese acostumbrado, pero siempre que le tocaba hablar con una chica desconocida era todo un show que daba gracia ver.

Pero sin duda alguna, lo que mas le gustaba era intimidarlo, y quien lo hiciera fuera él. 

Ya sea porque le gustaba sentirse superior, o porque ya le era costumbre torturar al pobre de Izuku con su sola presencia, no negaba que le daba gusto, no que sintiera pavor de él. Pequeñas acciones como verlo desviar la mirada, ponerse nervioso porque le dirigía la palabra, que se sonrojara al señalar sus errores, dios, eso le hacía el día por completo.