Prólogo

18 7 2
                                    

-¿Se encuentra bien?

Katherina Johnson sabía dentro suyo que debía responder que no. Que un año que se hizo eterno para ambas, no era suficiente.  Porque aquellas visitas se le hicieron costumbre, cada una de ellas como si de pronto fuera parte de su rutina cotidiana, parte de las acciones necesarias que un ser humano necesita para sobrevivir.

Comer, dormir, beber líquido, asearse y para ella, ir a terapia.

La Psicóloga/Psiquiatra, la observaba como si la estuviera analizando. Eso era lo malo de ese tipo de profesionales, lo que siempre le incomodaba y a pesar del largo tiempo pasado, Johnson nunca iba a terminar acostumbrándose del todo, a la forma de ellos de mirar a la gente.  Analizando cada rasgo, palabra, aroma, acción de una persona, para sacar conclusiones. Eran seres humanos interesantes aquellos que decidían estudiar ese tipo de carreras.

Pero ya se estaba yendo por las ramas otra vez, de hecho estaba pensando demasiado.

Y debía responder todavía a la pregunta formulada por ella.
La miraba de la misma forma que la había mirado la primera vez que la vio, sus expresiones nunca cambiaron.

Katherina Johnson lo sabía. No debía hacerle caso a ese impulso de su mente que le decía que tenía que mentir, diciendo que estaba bien.

No lo estaba, más bien, no estaba preparada para dejarlo. Para dejar correr todo un año como cuando dejas correr el agua a través del lavabo. Un simple desperdicio consiente.

- Si, estoy bien- respondió y al instante se dio cuenta. No, no debería haber mentido. La psicóloga/psiquiatra sabe que mintió que todo fue en vano. Seguramente seguirá  yendo a ese blanco y vacío consultorio hasta el fin de sus días. O hasta que decidan internarla de una vez por todas ¿Se habría vuelto loca? No lo sabía, cómo podía saberlo. El ser humano no tiene las respuestas a todas las preguntas y menos a las formuladas por uno mismo.

- ¿Como te sientes hoy sabiendo que ya no nos veremos más?- le preguntó amablemente y con una sonrisa decorando su rostro.

Mal.
Terrible.
Devastada.
Solitaria.
Se sentía solitaria.
Ese era el problema, su soledad. Su profunda soledad de hace cuatro años.

Cuando hace una semana le dijo que hoy sería la última sesión de ambas, Katherina no supo cómo reaccionar. Sonrió y agradeció por todo su tiempo brindado, pero ni siquiera se esforzó en disimular su tristeza y esa sensación extraña, como si de pronto le hubieran arrancado una parte de su cuerpo.

Un año, hace un año que se sentaba en aquel incómodo sillón. Recordaba que la primera vez no podía creer que un sillón fuera incomodo pero ahí estaba.
Sentada en él. Ella le preguntó si estaba cómoda y Johnson respondió que si lo estaba. Ahora le era inevitable ponerse a pensar si tal vez había sido una prueba por parte de la médica.

Y volvió a irse por las ramas otra vez.

- ¿Usted cree que estoy loca?- preguntó, evadiendo la pregunta anterior, no podía seguir mintiendo. No cuando ambas se prometieron a no hacerlo, decirse las cosas de frente y sinceras.

- Sólo si tú lo crees.- respondió la médica y se cruzó de piernas, haciendo que su falda se le ajustase más.

- No lo entiendo- confesó Katherina.

Era algo entre ellas, que aprendieron de la otra a medida que avanzaban sus primeras sesiones. A confesar, sin temor a quedar como tonto e inocente, cuando no entendían el diálogo de la otra. Aunque esto no le importaba tanto a la profesional.

- Si tú crees que estás loca, lo estarás, porque lo creerás. Creerás en esa idea firmemente como crees en tu propia religión y en la historia que hoy te pediré que retomes...

- Si una mala persona, cree que es buena, eso no la convierte en una buena persona.

- Y he aquí tu respuesta. Una loca no pensaría eso. No iría más allá.

- No lo sabe. Por algo los locos son locos, se arriesgan, se animan, inconscientemente pero lo hacen.

- ¿Te refieres a que los locos son valientes? ¿Esa es tu teoría?- se acomodó los gruesos  lentes, sin dejar de mirarla.

Sabía lo que ella quería lograr, que empiece un intercambio de ideas y visiones sobre los locos. Pero Katherina no quería llegar a aquello. Hoy no, no quería recordar su última sesión con un tema tan…desagradable e incomodo para ella.

- No lo sé.- fue lo que salió de su garganta y lo que su voz pronunció. Se percató de lo comentado por la señora que tenía en frente suyo. La historia. Tragó saliva queriendo que  no lo notara pero era imposible, analizaban todo-¿A qué se refiere con terminar la historia? ¿Hoy solo contaré el final? Creí que la última vez que nos vimos, mencionó algo de profundidad  por ser nuestra última sesión.

- Ah, si que lo he hecho. ¿Recuerdas nuestras primeras sesiones?- Katherina asintió con un movimiento de cabeza. Como olvidarlas, si le parecieron que ocurrieron ayer. De pronto se sintió más vieja, o más joven no lo sabía. Hace cuatro años que no sentía el pasar del los días, semanas y meses.-  ¿Cuando no te animabas a hablar sobre la historia de tu hijo y te dije que entonces me cuentes una historia que tú quieras? Y lo hiciste. Me contaste la historia de "Los Tres Cerditos” porque era la favorita de tu hijo. Ahora te pido que cuentes su historia. Desde el principio hasta el final, incluido.

Johnson tuvo el impulso de querer gritarle, aún sabiendo que no era su culpa. De gritarle reprochándole el por qué de aquella necesidad. De volver a abrir una herida que nunca terminaba de cerrar. Y no solo porque  no se permitiera curarla sino, porque siempre habría alguien en su vida, que rebuscaría y se la abriría otra vez.

Pero no lo hizo. No le gritó, porque sabía que hacía su trabajo y admiraba la profunda paciencia que tuvo con ella. Desde sus enojos, sus silencios, hasta sus llantos y sus malos chistes y risas falsas. Todas aquellas facetas por las que pasó el cuerpo de Katherina Johnson, las había soportado. A todas y cada una de ellas. En un solo año.

- ¿Desde el principio, principio?- preguntó aunque sabía la respuesta, remarcando la palabra “principio” para tal vez convencerse más a si misma que a la persona que tenía en frente.

- Desde lo que tú consideres como principio.- respondió con el mismo tono amable y paciente de siempre.

Katherina Johnson sabía que no la obligaría a contar nada que no quisiera. Pero  estaba cansada y no solo porque no había dormido bien esa noche. Necesitaba soltarlo todo de una vez. Contar como se debe una historia.

Desde el principio al final.

- De acuerdo.

¿Un amigo imaginario?© (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora