Capítulo 1

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Ira y frustración.

Eran el dúo protagónico de sentimientos que embargaban el corazón de Daniel Valencia desde muy temprano en la mañana; específicamente, desde el momento exacto en que Olarte había llegado a su oficina a contarle todos sus hallazgos sobre la situación real de Ecomoda.

Lo sabía.

Sabía que algo gordo se habían estado guardando Armando, Calderón y la fea. Desde el principio, tenía la certeza que la gestión del menor de los Mendoza sería catastrófica para la empresa, y por supuesto, acabó teniendo la razón. Sin embargo, nunca pensó que el presunto desastre que había ocasionado Armando podría ser tal. La espantosa realidad terminó sobrepasando mucho su imaginación, y eso que él se caracterizaba por pensar lo peor cuando se trataba de él.

Impotencia

Ese era el tercer sentimiento que lo invadía a ratos. Y eso era porque en más de una ocasión, les había advertido al resto de los integrantes de la Junta Directiva que ese trío no era de fiar. Pero claro, nadie le creyó. Todos lo tildaron de negativo, paranoico y exagerado cuando expresaba sin ninguna clase de filtro lo que él creía que podía estar pasando con ECOMODA.

¿Decepción?

No, ese sentimiento definitivamente no lo padecía en estos momentos. Daniel Valencia estaba claro que Ecomoda, se había convertido en el Titanic y Armando en su fatídico iceberg, desde el instante en que éste asumió la Presidencia. Solo era cuestión de tiempo para que el muy inútil, lo arruinara todo con sus idioteces.

Mientras que ingresaba al ascensor del edificio de Ecomoda y pisaba el interruptor para subir a la siguiente planta, se preguntó que nuevas mentiras tendrían preparadas Armandito y su séquito para la junta que se celebraría en tan solo un par de minutos. No obstante, esta vez no serviría de nada lo que sea que hubiesen decidido inventarse, ya que en esta oportunidad, Daniel Valencia venía más preparado que nunca.

Esta vez, ya no se saldrían con la suya...

Cuando las puertas del ascensor se abrieron y Daniel se giró con el objetivo de salir de allí, por poco y no tropezó con su codo izquierdo a nada más y nada menos que a Beatriz Pinzón Solano, que por lo visto había estado esperando ahí para poder ingresar al elevador. En el último instante, la mujer logró dar un paso atrás para evitar el impacto.

Buenos días, doctor dijo ella con un tono carente de total emoción mientras sostenía entre sus brazos un par de carpetas.

Ambos se sostuvieron la mirada por un par de segundos hasta que Beatriz decidió romperla al intentar seguir con su camino. Pero para su sorpresa, Daniel la tomó por el brazo sin dudar y la hizo retroceder, posicionándola justo frente a él. La mujer lucía pálida con los ojos hinchados y algo ida, como si tuviera la mente en un lugar muy pero muy lejos de allí.

Buenos días, Doctora Betty respondió el accionista con una corta pero falsa sonrisa. No me diga que no nos va a acompañar en la junta Ella lo escaneó rápidamente de arriba abajo antes de volver a mirarlo directamente a los ojos.

Sí, los voy acompañar. En unos minutos bajo. Tengo que alistar unas carpetas Beatriz se removió incomoda queriendo zafarse de su agarre; ella tenía que irse. Sin embargo, pese a su esfuerzo, Daniel ni se inmutó a liberarla.

Pero, ¿sabe que estoy muy ansioso por conocer... su balance, sus informes? continuó él, empeñado en prolongar esa conversación. Pero para su desdicha, con un rápido giro la mujer finalmente se le escapó logrando entrar al ascensor con premura. Ella se acomodó los lentes.

Yo soy Betty, la fea: Un Valencia junto a una PinzónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora