Capítulo 5

560 59 7
                                    

Olivia tiene dificultades para respirar o realizar algún movimiento.

Su oscuro cabello llega a la altura de sus hombros, no tiene un flequillo que cubra sus ojos café claro, y su blanca piel le hace recordar a Sergio una muñeca de porcelana que destrozó a los siete años. Su figura la hace ver realmente frágil y su sonrisa muy gentil.

Pero él no quiere darle una oportunidad.

Dos semanas pasan en las cuales Sergio y Orión apenas intercambian mirada alguna, este último se concentra en los cuidados de su hermana menor. Hasta que se topan, en medio del pasillo, no hay nadie a los alrededores y tampoco excusas porque Olivia está dormida.

Sergio se recuesta en la pared con los brazos cruzados, se había acostumbrado al dolor punzante de su pecho cada vez que Orión le ignoraba así que no quiso ilusionarse en volver a sentir la mirada del joven en él u oír su voz llamarle.

-Yo...-la voz del joven lo lleva a levantar una mirada esperanzada hacía él-. No he podido hablar mucho con usted, lo siento. Pero Olivia es muy importante y...-él sacude su cabeza y desvía la mirada- quería hablarle sobre aquello.

-¿Qué cosa? -pregunta Sergio con una ceja alzada.

-Usted sabe a lo que me refiero, es eso que nosotros...pues...-su rostro se pone rojo y mueve sus manos con nerviosismo.

El mayor camina hacía él y cuando Orión lo nota sus rostros ya se encuentran a centímetros.

-No sé de qué hablas, ¿y si me lo recuerdas? -le pregunta rozando con suavidad sus labios.

Durante algunos segundos, Orión duda, pero rodea el cuello del mayor con sus brazos y le da el beso que en secreto ambos deseaban.

Los pasos de tacón por el pasillo los obligan a separarse. Cíndela se detiene frente a su hermano; ese día llevaba un vestido rosa con encaje y muchas capas de tela, como los que se consideraban "elegantes" en otra época, y su cabello sólo se mantiene recogido por una cinta en el lado izquierdo.

-El príncipe de Gadhir ha venido por nosotros -le dice.

Orión, que se mantuvo cerca de Sergio, se aleja de él y dirige una mirada de curiosidad a los hermanos Louisn.

-Había olvidado la ofrenda de paz, ¿puedes buscar mis documentos en la oficina ?-le pide y Cíndela asiente con su cabeza. En el momento en que se va, Sergio deja un beso en los labios del joven.

-Debo ir a poner fin a esta guerra, esperame.

Orión esboza una sonrisa.

>

La reunión fue lenta y se alargó hasta altas horas de la noche.

Lyro, el hijo mayor de la familia real, iba a ser coronado como rey. Él había pensado poner fin a la guerra que tanto devastó su reino y que, en algún momento, tenía por seguro perdería contra el ejército dirigido por Sergio, así que le pidió sus condiciones y aceptó todo, a cambio de tener la posibilidad de elegir una "ofrenda de paz".

La ofrenda era Cíndela y el derecho a casarse con ella. La joven entendió que era el momento en que debía entregar su vida, como habían hecho sus dos hermanos mayores, y aceptó.

Al finalizar, ambos volvieron al castillo.

Sergio no dudó en ir a la habitación de Orión, quien tenía insomnio. Subió a la cama y dejó besos por su cuello hasta que el joven se decidió por besarle.

Durante un tiempo, no muy corto ni tan largo, ellos tenían encuentros fugaces en los pasillos y agradables noches en sus habitaciones. Creían que todo estaría bien, que podrían seguir así. Pero el tiempo suele estar en contra de la felicidad de algunas personas y un amor a escondidas no podría ser eterno.

El tirano puede caerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora