Epílogo

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La puerta se abre para dar paso a los extranjeros.

La reina fue la mujer más hermosa que pudo vivir en Louisn; sus largos mechones dorados siempre estaban recogidos por unas cintas que iban a juego con el color de su vestido de encaje, sus tacones eran la señal para avisar su llegada, sus ojos azules destilaban la dulzura que caracterizaba su ser.

-Reina Dennise, estos extranjeros han exigido llegar ante usted -le dice el señor que alguna vez fue segundo al mando de un tirano que tras casi diez años de su partida ya nadie recordaba.

Dennise, a sus veintidós años de edad, no pudo ocultar su alegría al ver entrar al salón un hombre con treinta y tantos años de rojizo cabello y ojos café.

-¡Has vuelto! -exclama ella con una felicidad enorme, aquella que surge por un reencuentro muy esperado, y lo abraza.

Dennise nota la presencia de otro hombre, este de cabello negro y ojos café. El antiguo gobernante había vuelto a su hogar luego de tanto tiempo junto con su gran amor.

La reina manda a llamar a su tía Cíndela y su pequeña prima Cirka del reino de Gadhir, y para la tarde toda la familia real se encontraba en el jardín.

-Me llamo Sergio -le explica a la pequeña Cirka, de cuatro años, hija del rey de Gadhir y la reina Cíndela- y soy tu tío.

-¿Y él? -pregunta ella señalando a Orión, quien sonríe.

Sergio deja un fugaz beso en los labios de Orión y mira a su nueva sobrina.

-Es mi compañero, lo quiero muchísimo.

Cirka los mira un momento y sonríe.

La pareja le explicó a la reina Cíndela, Dennise y a la anciana en que se había convertido Magdalena como llegaron al final de ésa historia.

Tras dos años de vagar por reinos peculiares, Sergio llegó a un pequeño pueblo donde se topó con una Olivia muy enferma que, claramente, estaba con su hermano mayor. Él se mantuvo distanciado hasta la muerte de la jovencita unos meses después a causa de una enfermedad y pudo ser un pilar para el destrozado Orión que, con el paso del tiempo, descubrió la naturaleza de sus sentimientos por Sergio.

Por mucho tiempo se mantuvieron viajando sin rumbo hasta llegar a un reino cercano a Louisn y decidieron visitarlo.

-¿No se van a quedar? -pregunta Cíndela con tristeza.

Ellos entrelazan sus dedos y sonríen.

-Volveremos, lo prometo -afirma Sergio-, pero la verdad es que ya no pertenecemos a este lugar.

Sergio mira a su sobrina Dennise en espera de una queja pero ella niega con su cabeza y sonríe.

-Y cuando quieran volver, las puertas del castillo estarán abiertas para ambos.

Fin.

El tirano puede caerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora