Capítulo 1

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Elísabeth

22 de septiembre

Es el propio sonido de mi respiración lo que me hace despertar. Mis parpados me pesan y casi estoy medio dormida, pero hago un esfuerzo y los entreabro. Veo todo borroso, y me cuesta distinguir las cosas. La cabeza me da vueltas y siento unos dolores muy fuertes alrededor de todo el cuerpo.

Cuando mi vista se mejora, logro distinguir un elemento que se me hace conocido. Estoy en mi habitación, tumbada en la cama, mi pijama tirado en el suelo. La verdad, no recuerdo haber ido a la cama la noche pasada. Ayer... Intento hacer memoria, pero no logro recordar nada relacionado con la noche anterior. Solo me acuerdo de eso que iba hacer..., pero después de eso nada. Vacío. Un vacío en mi memoria, y eso me desconcierta más. Intento moverme para salir de la cama, pero un fuerte dolor me hace gritar.

Tiro mis sabanas al suelo, y suelto un grito ahogado. Sigo vestida con mis ropas de ayer, pero la única diferencia es que ahora estas están hechas añico, con zonas manchadas de barro y arena y con un polvo un poco raro. Me acerco a olerlo y me doy cuenta de que es... ¡Pólvora! Ay dios, esto no podía estar pasándome a mí. Intento buscar algún rastro de sangre, pero la única sangre que veo es una pequeña herida en el lado de mi frente la cual ya no chorrea debido a una venda que la cubre.

Busco por todo mi cuerpo aquellas heridas que me estaban matando de dolor, y encuentro varios moratones en la zona del abdomen y mis piernas. No tengo ni idea de porque tengo todas esas heridas, pero lo que si se es que desde ayer por la tarde no me acuerdo de nada. ¿Estoy loca? No lo creo. ¿Y si me han drogado? Eso sería posible pero la pregunta es quien. No conozco a nadie capaz de hacerle algo así a una persona y luego dejarla en su cama como si nada.

Entonces me viene a la cabeza la pólvora que tengo esparcida por todo mi cuerpo. ¿Por qué tenía pólvora por todo mi cuerpo? ¿Acaso mi padre tenía una colección de pistolas secretas que no conocía? ¿Habré matado a alguien? ¿O me habrán intentado matar a mí?

Unas finas lagrimas comienzan a rodar por mis mejillas. Cuando me doy cuenta estoy llorando. No por el dolor, sino por ese hueco vacío en mi memoria, y la incertidumbre de no saber que pasó aquella noche.

Aun con la cara empapada de lágrimas, hago un esfuerzo por levantarme de la cama a pesar del dolor que siento. Entonces me acuerdo. Si ayer salí, mi padre debería haberme visto, y de lo contrario, sabría cuando había llegado a casa. Corro, hacia su habitación, y me encuentro la cama hecha y perfecta, como si hubiera estado toda la noche intacta. Seguidamente reviso la cocina, el baño y la sala de estar, pero nada. Como ultima y desesperada decisión por encontrar a mi padre en mi casa, cojo todas las fuerzas que me quedan y grito:

- ¡Papaaaa! - pero nada, ni un solo sonido. Seguramente estaría trabajando en el hospital.

Rendida, me arrastro hasta el baño y me miro al espejo. Dios mío, estoy peor de lo que pensaba. Mi cabello, normalmente largo y liso, ahora está lleno de tierra y alborotado. En mi frente, una gran venda tapa algo que, seguramente, sería una herida demasiado grande como para verla y que no me diera algo. Mis ojos están hinchados, y debajo sobresalen unas ojeras inmensas. Tengo un labio partido y polvo por toda la cara. Me siento sucia, no solo por la suciedad de mi cuerpo, sino porque no soy capaz de recordar que demonios había pasado aquella noche y que era tan espantoso para que yo hubiera acabado así. Dispuesta a eliminar toda esa suciedad, me empiezo a quitar la ropa para darme una ducha.

Me deshago de toda mi ropa y antes de entrar a la ducha me miro por última vez al espejo. Nunca me he sentido acomplejada de mi cuerpo, pero al verme así, tan frágil y toda llena de moratones, no puedo pensar en todo lo que he perdido en tan solo una noche. Dispuesta a olvidar todo aquello, enchufo el agua de la ducha y me meto en ella.

Lo que nunca pasóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora