Epílogo

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Seis meses después... 

—Lyubov moya... —gemí cuando Mingyu se movió dentro de mí. Arañé fuerte su espalda, inclinando mi cabeza cuando me besó y mordió mi garganta.

—Solnyshko —gimió Mingyu, acelerando sus caderas, con su polla como el acero, se hinchó dentro de mí cuando estábamos cerca del clímax.

Nuestra respiración se aceleró, y mis manos se trasladaron a tomar puños de su cabello. Mingyu estiró sus brazos y agarró del cabecero de hierro de la cama empujando con fuerza dentro de mí, haciéndome perder el control.

—¡Cariño! —grité, sintiendo mi orgasmo acercarse, apretando mis piernas alrededor de su cintura. La cabeza de Mingyu se levantó para presionar su boca en la mía. Nuestras lenguas se enfrentaron al instante, salvaje y erráticamente.

—Wonwoo... Wonwoo... —Mingyu rugió, mientras abandonaba mis labios cuando su cuello se tensó, sus músculos se estiraron cuando se corrió, llevándome al borde con él.

Mingyu se sacudió dentro de mí, luego se derrumbó en mi pecho, la humedad de su piel de horas y horas de hacer el amor.

Ayer nos casamos.

Finalmente. En nuestra iglesia de la infancia, por el Padre Hong.

Era oficialmente el esposo de Mingyu, y no había nadie más feliz en la Tierra que yo ahora mismo, justo en este momento.

Pasé mi mano a través del cabello desordenado de Mingyu cuando tomó aliento. Levantando la cabeza, Mingyu presionó un largo y perezoso beso en mis labios y dijo:

—Te amo, solnyshko.

Deslizando mi dedo por su mejilla, contesté:

—Yo también te amo.

Sonriendo tímidamente, Mingyu, tras seis meses de no pasar un día separados, todavía encontraba imposible de acostumbrarse a su libertad y se sentía indigno de mi amor incondicional por él.

Los recuerdos de su pasado en el Gulag le daban pesadillas y se despertaba con sudores fríos, y las caras de los cientos de hombres y niños que se vio obligado a matar atormentando a su sueño. Las pesadillas se pusieron tan malas, que Mingyu se negó a dormir las primeras noches. No podía soportar verlo así, por lo que me desafié a mi padre e ignoré la tradición ortodoxa. La noche siguiente dormí junto a Mingyu en la cama de su infancia, y no se despertó ni una sola vez.

Necesitaba dormir.

Y yo mantuve sus pesadillas lejos.

No habíamos pasado ni un día separados desde entonces.

Moviendo su cara para mirarme de nuevo, me aseguré de que nuestros ojos se encontraran y dije:

—Siempre te he querido y siempre te amaré, toda mi vida.

Mingyu me premió con una sonrisa deslumbrante y besó mis clavículas, mi pecho y hasta mi vientre, donde me salpicó de besos.

Mirándome con esperanza en sus ojos, preguntó:

—¿Crees que ya puedas estar embarazado?

Riéndome, me aferré a sus brazos y lo tiré de vuelta sobre mí.

—Nos casamos ayer, Mingyu.

Su cara cayó con una expresión seria.

—Quiero un hijo contigo.

—Lo sé, lyubov moya. Y va a pasar. Nada me llevará lejos de ti otra vez. —Pasé mi dedo sobre su anillo de boda—. Ahora estamos casados. Juntos para siempre, ¿recuerdas?

Él exhaló a través de su nariz y asintió, cayó a mi lado y puso su cabeza sobre mi pecho desnudo. Acarició con su cabeza mi pecho, y sonreí, sabiendo lo que significaba esa pequeña acción.

Empecé a recorrer mis dedos por el cabello desordenado de Mingyu, adorando la sensación de los brazos apretados alrededor de mí. A él le encantaba que acariciara su cabello. Decía que lo hacía sentir como si nunca hubieran pasado los últimos doce años.

Me rompía el corazón porque ya no era el Mingyu de nuestra infancia.

Estaba dañado.

Hastiado.

Atormentado por su pasado.

Permanentemente cambiado... pero era el hombre que amaba ahora, el hombre que siempre fue mi protector. Ahora incluso lo era más. Y aunque la vida era dura para él ahora, conmigo, él estaba en paz.

Ambos estábamos en paz.

—Léeme —murmuró Mingyu, completamente relajado en mis brazos. Sonriendo, acerqué la mano a nuestro viejo libro favorito que aunque estaba desgastado y envejecido de años de uso. Nunca lo había tirado.

Quizá siempre supe que lo necesitaría de nuevo algún día.

—¿Estás listo, lyubov moya? —pregunté.

—Mmm... —murmuró en contestación—. Léeme. —Se acercó y tomó de la mano libre en la suya.

Le sonreí.

Era increíblemente muy feliz mientras estábamos aquí en nuestra nueva cama, en nuestro nuevo hogar, nuestro nuevo edificio, tres puertas más abajo de la casa de sus padres.

—Ellos siempre estuvieron destinados a estar juntos. Dos corazones divididos en dos, enviados a tierras lejanas, cada uno por su cuenta. Porque Dios quería ver si el amor verdadero puede ser probado. Quería ver si dos mitades de una sola alma podían encontrarse otra vez, incluso en contra de las probabilidades. Años pasarían, ambos serían perjudicados, ambos estarían tristes, pero un día, cuando menos lo esperaban, podrían tropezar en el camino del otro. La pregunta es: ¿iban a reconocer el alma del otro? ¿Encontrarán su camino de regreso al amor...?

Mirando hacia abajo a Mingyu, cerrando los ojos cuando recorrió con su dedo mi vientre, con una pequeña sonrisa de satisfacción en sus labios, sabía que rezaba para que estuviera embarazado.

Yo también lo estaba.

—Tú reconociste la mía —murmuró soñoliento, abriendo sus ojos despacio. Detuve la lectura y bajé el libro—. Reconociste mi alma cuando estaba perdido.

Comenzando a lagrimear, contesté:

—Lo hice, cariño.

—Y me trajiste de vuelta contigo —terminó y presionó un beso en mi estómago

Sacudí mi cabeza.

—Ahí es donde te equivocas.

Mingyu levantó su cabeza, ladeándola y frunció sus labios con confusión. Mi corazón dio un salto con la acción, y soltando su mano, acaricié con mi pulgar a lo largo de la barba incipiente en sus mejillas. Tomando su mano de nuevo, la apreté contra mi corazón.

—No pude traerte de vuelta porque nunca te fuiste. No de aquí. —Di unos golpecitos en mi pecho dónde estaba mi corazón.

Mingyu sonrió y bajó su cabeza. Cerrando los ojos, tomó mi mano y la puso de nuevo en su cabello, tocándome con el codo para acariciarlo.

Mi corazón se derritió cuando mis dedos comenzaron a moverse hacia adelante y hacia atrás a través de sus mechas sedosas. Recogí el libro y empecé donde lo dejé...

—Su historia de amor empezó el día en que él nació...

Fin


Gracias por leer <33

Parte de Mí - MinwonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora