Wonwoo

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—¿Estás listo, lyubov moya?

Me volví hacía Mingyu, que todavía estaba en estado de shock, mirando con ansiedad al edificio de piedra rojiza de su padre y su madre.

Apreté su mano y Mingyu finalmente bajó la mirada hacia mí. Parpadeó, después parpadeó de nuevo. Una mirada completamente perdida cubría su rostro.

—No sé —contestó con voz ronca—. Estoy recordando tantas cosas, pero nada de esto tiene sentido. Tengo escenas retrospectivas de recuerdos rotos. Ninguno de ellos está en orden. Sólo atisbos de como solía ser mi vida.

Señaló al edificio que era un hogar tanto para mí como para él.

—Me gusta esta casa. Recuerdo estar sentado en estos escalones contigo. Recuerdo haber estado en mi cuarto ... contigo. —Mingyu se movió hasta quedar frente a mí y levantó mi mano, la que no tenía escayolada, y la apretó contra su pecho—. En cada recuerdo que tengo, pareces estar en él.

Su cabeza estaba gacha, incapaz de mirarme a los ojos. Se me hizo un nudo en la garganta al ver lo asustado y perdido que parecía ahora mismo. Hacia sólo unas horas que había matado al hombre que arruinó su vida. Creo que al quedarse sin el objetivo que lo condujo durante tanto tiempo, no tenía ni idea de qué hacer después.

El rabioso asesino de la jaula había desaparecido, apareciendo un chico perdido ocupando su lugar.

Avancé y levanté su cabeza con mi dedo bajo su barbilla. Cuando la mirada de Mingyu se encontró con la mía, esos ojos castaños con una mirada vidriosa sobre los míos azules, mi corazón se disparó.

—Eso es porque nunca estuvimos separados. Desde que éramos niños, éramos inseparables. Siempre ha sido así. Hemos encontrado una manera de volver a estar juntos, mi amor.

Los ojos de Mingyu se clavaron en los míos, con un destello de posesión en su resplandor.

—Y siempre será así —dijo con firmeza—. No voy a perderte otra vez.

Las lágrimas llenaron mis ojos.

—Y siempre será así.

La puerta de la casa de sus padres se abrió y Haneul salió hacia la escalera. Levanté mi mano escayolada y Haneul me sonrió con tristeza.

Mingyu se había detenido, mostrando cada pedacito de su aprehensión en sus ojos expresivos.

—Vamos, cariño —susurré, sólo para que él me oyera.

Tiré de la mano de Mingyu y lo conduje hacia la casa. Se había bañado en mi casa después de que el doctor Chazov nos viera a los dos, ahora ambos estábamos curados. Uno de los hombres de mi padre le había traído unos vaqueros y una camisa blanca.

Se veía tan impresionante que casi no podía soportarlo. Sus enormes músculos se exhibían a través de la tela de sus vaqueros y camisa, definiendo su forma. Su pelo estaba desordenado de la forma más atractiva.

Lo quería más que nunca.

Mingyu se apoderó de mi mano, sujetándola con firmeza mientras ascendíamos los escalones. Haneul me abrazó, luego torpemente abrazó a su hijo, y no podía detener las lágrimas que caían de mis ojos.

—Tu madre está desesperada por verte de nuevo, hijo. Ella... —la voz de Haneul se rompió—. No lo creerá hasta que te tenga en sus brazos.

Haneul nos llevó por el vestíbulo, y pude sentir la pulsante tensión de Mingyu, su mano rígida en la mía. Con un tirón de mi brazo, me arrastró hacia su pecho, casi como si me estuviera utilizando como escudo mientras entrábamos en la sala de estar. Seungkwan estaba sentado en una silla, rebotando su pierna nerviosamente y mordiendo la uña de su pulgar.

Parte de Mí - MinwonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora