La vida siempre te sorprende con muchísimas cosas, y te puede cambiar con el suceso más pequeño e insignificante. Solo que, está en nosotros el como llevamos esos mismo en el día a día.
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El reloj sonaba fuerte en la mesa de noche, levanto la vista '6:30 a.m', suspiré. De nuevo a la estupida escuela, afortunadamente era viernes. Con mis manos masajeo mis ojos y al mismo tiempo bostezo, ya era momento de levantarme, ducharme y alistarme para la cárcel.
El agua caliente recorría todo mi cuerpo, dándome esa tranquilidad que necesitaba antes de empezar la semana, al terminar miré mi rostro, las ojeras cada día eran más notorias, incluso parecía que me golpeaban directamente en los ojos. Solté otro suspiro antes de salir del baño.
Algo que odiaba con toda mi alma, el bendito uniforme, era espantoso, algo en común 'de nuevo' con la cárcel. Comencé a ponérmelo de mala gana, obviamente, mientras veía mi reflejo en el espejo que tenía enfrente
-Que bien te ves- dije sarcásticamente al aire.
Tomé mis cosas y bajé las escaleras con calma, llevándome la sorpresa, no había nadie, como siempre. Prefería llevar comida a la escuela a desayunar en una solitaria mesa. Aunque realmente igual me alimento en soledad.
Las clases empezaban a las 8 ¿Y que hacía yo?, llegaba 20 minutos antes para que nadie tomara mi asiento en el fondo, mientras cruzaba la puerta entrando al aula, mi mirada se posó en todas las sillas que había, una idea loca se me cruzó, la cual era sentarme en otro sitio, sin embargo rápidamente la hice a un lado y me dirigí hacia donde siempre.
Pasados ya 15 minutos, noté que empezaban a llegar, no porque los estuviera mirando, ya que estaba recostado sobre mi pupitre con mis brazos cubriendo mi rostro imaginando que no existo. El ruido y el bullicio de las voces comenzó a molestarme, levanté mi rostro 'de mala gana' y el aula estaba lleno casi por completo.
La clase comenzó y como todos los días, solo miraba y "ponía" atención, solo pretendía que entendía todo lo que la persona al frente decía y explicaba, realmente ganas no me faltaban para simplemente recostarme nuevamente y dormir. El timbre sonó indicando que el descanso había empezado, todos se levantaban, charlaban entre ellos, compartían su comida, y yo salía del salón hacia un lugar solitario, donde nadie me molestara.
La terraza del edificio era mi lugar preferido, podía mirar a todos desde aquí arriba y nadie me miraba a mi. Desde hace algún tiempo decidí que lo mejor sería pasar desapercibido de todo el mundo ¿Por qué lo hacía?, simple, estaba cansado de todo el mundo y lo que menos necesitaba era el agobio de todos.
Suspiré al notar que todos comenzaban a moverse hacia sus salones, el descanso había terminado y era hora de volver a mi triste realidad. Caminé hacia la puerta con los ojos hacia el suelo, sin ganas 'obviamente'.
Todo transcurrió normal, las clases habían terminado y ya era hora de volver a casa, todos hablaban acerca de ir al centro comercial, a tomar unas cervezas, lo típico de adolescentes que están a punto de entrar a la universidad. Yo solo pensaba en lo que me esperaba en casa, estar a solas en mi cama esperando al día siguiente. Algo en mi bolsillo vibró, mi celular, había olvidado que lo tenía conmigo, era un mensaje de Shikadai, uno de mis pocos y únicos amigos.
"Vamos a tomar algo, yo invito."
Leí el mensaje y solo suspiré, estaba tentado a no contestar e ignorar el mensaje como si jamás lo hubiese recibido. Pero aceptar su invitación era mejor que comer en casa solo.
"Te veo fuera de la escuela."
Caminé con pereza por los pasillos, miraba las ventanas, había hojas que caían de los arboles, pronto sería otoño y el frío comenzaba a hacerse presente. Tarde me había dado cuenta que había olvidado en casa mi abrigo, así que me apresuré para llegar rápido con Shikadai.
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Complicidad
Fanfiction-. Es muy tranquilo y silencioso. Tenías razón, nadie viene aquí. -Es como mi escondite del mundo y de los demás ¿Tú no tienes uno?- preguntó curioso. Ella no entendió. -¿Vienes aquí todo el tiempo? -Siempre que quiero alejarme de todos- él respondi...